Carta del escritor Angel Núñez, a poco de celebrarse los 400 años de la Anunciación de Itapúa

Desde la Sociedad Argentina de Escritores filial Misiones difundieron la carta escrita por el poeta, ensayista y crítico literario Angel Nuñez, nacido en Santa Inés, y colaborador actual de revistas y diarios nacionales. El titular de Sadem,  Aníbal Silvero explicó que “historiadores nucleados en la Asociación Civil Flor del Desierto y escritores varios pretenden poner en  relevancia la fundación de la Anunciación de Itapúa que se realizó en el lugar que hoy ocupa Posadas, ocurrida el 25 de marzo de 1615, ya que pronto se cumplirían 400 años”.

TODOS LOS NOMBRES, EL NOMBRE, por Angel Nuñez

 Estamos en las vísperas de los cuatrocientos años de una ciudad que resulta que tuvo muchos nombres. ¿Pero acaso las ciudades cambian de nombre? Claro que sí.

 Buenos Aires fue fundada como ciudad de la Trinidad, y así se la denominó durante muchos años, pero luego se impuso el nombre de su puerto: Buenos Aires, evocando a Nuestra Señora del Buen Aire, apropiado para un refugio de navegantes.

 Y hasta  los continentes cambian de nombre: el nuestro era Las Indias, cuya historia escribió –lógicamente con ese nombre— el ilustre padre Las Casas. Y luego vino América, que se discutió si era “la bien o mal llamada”, y sus derivaciones de Hispanoamérica, o Iberoamérica para que la inclusión del Brasil fuera más explícita, o Indoamérica, porque los aborígenes son mayoría. Afroamérica, se reivindicó, y finalmente la triunfante denominación América Latina nombra un continente poco latino –numerosos inmigrantes incluidos–, pero así son las cosas: un estudioso escribió un libro titulado Los cien nombres de América. Exageró, sin duda.

 Yendo al caso de una ciudad, Posadas, también es complicado, porque su misma denominación guaraní no tiene consenso por ningún costado: ¿era la reducción de la Anunciación, o lo era de la Encarnación? Que no son lo mismo, y basta leer a San Lucas (I, 26 – 38) para ver que antes de la Encarnación hubo un duro diálogo con el ángel Gabriel: ¿cómo voy a estar encinta si no tengo relaciones con un hombre? le dice Nuestra Señora. Y a la explicación y la aceptación sigue la Encarnación.

¿Era la Anunciación un nombre reservado, casi secreto, para los iniciados en aquella primera fundación de San Roque?

 Además, al día de hoy no estamos de acuerdo ni siquiera en definir el topónimo: Itapúa –como quiso su fundador— o bien Itapuá. Mi diccionario dice Itapuá, pero no es garantía dado que no conozco el idioma guaraní. También Azara (Viajes) y varios mapas jesuíticos, como uno de Cardiel, que cito más adelante.

Si el origen establece la esencia, como pensaban los griegos antiguos, tenemos que ir a  esa fundación que hizo un santo fuerte, como era San Roque González de Santa Cruz, que es también mártir, lo que caracteriza su carisma. Fue un 25 de marzo de 1615 y nos metió en el proyecto, que resultó guaranítico y protonacional, de los jesuitas. Porque en las Misiones nació la convicción de tener un suelo propio con un ideal de convivencia y organización, un arte y una literatura que los pobladores estuvieron dispuestos a defender incluso con las armas, como se vio en la llamada  guerra guaranítica (1754 – 56). Como  resultado  de  ese protonacionalismo, desde aquí se apoyó desde el primer instante la Revolución de Mayo, que Asunción rechazó.

 La nuestra no tiene cien nombres pero tampoco anda escasa: el álbum de Teresa Warenycia evoca 5 que son 6, porque unifica en el primero Anunciación y Encarnación. Siguen Trinchera de Itapúa, también, en el uso popular, “de los Paraguayos”, porque ellos la construyeron en 1833 por orden del Dr. Francia para defender el cruce del río y tener comunicación con Santo Tomé y por el río Uruguay, al Brasil. En realidad, dice Poenitz rescataba una zanja jesuítica destinada a encerrar ganado para la alimentación de las misiones de la otra banda (quizás no tan sofisticada, pero a la manera de la llamada “zanja de Alsina” en la provincia de Buenos Aires). Otro nombre, que fue fuerte, es Trinchera de San José, quizás por la laguna de esa invocación, para después llegar al nombre actual.

 También Trinchera es ambiguo, porque aquí tiene el significado de “fortificación” (y no de zanja o excavación protectora), y por eso los brasileños, en la guerra del Paraguay –a pesar de contar con el sustantivo “trincheira” con el mismo significado que en castellano–, nos llamaron Forte Sao José, por ser una muralla que los historiadores fijan en dos metros  de altura: ya no era para evitar la disparada del ganado, sino un pequeño fuerte militar para defender el cruce de enemigos y ladrones. Así surgió otro nombre más: y otro: a veces no fue “trinchera” sino, con acento rural, Rinconada de San José. Los primeros aluden a la construcción defensiva (los bonaerenses, con diminutivo, hablaban de fortines, que en verdad eran más modestos), la segunda es una descripción: un ángulo natural en una curva del Paraná, cerrado con un muro–, como lo es Itapúa: elevación de piedra.

 Todas las que serán ciudades destacadas, nacen como villorrios, salvo casos como San Petersburgo o Brasilia, que comienzan imperiales o con grandeza republicana. La Reducción de la Anunciación sería similar a la de Trinidad cuyas ruinas podemos visitar hoy en Encarnación, Paraguay. La mención a la Anunciación como el nombre verdadero la da Miguel Dávila, un indio que de niño fue ayudante de San Roque,  y que así la menciona en una fehaciente declaración dada en Asunción en 1652, o sea en plena madurez. Curiosamente en la Carta anua –información de los sacerdotes a sus superiores— en que San Roque narra la fundación, la menciona simplemente como Itapúa (28/12/1615), y lo mismo en una carta posterior, de 1618. Ese topónimo era evidentemente muy fuerte, y ya en la autorización que se le hace a Roque para fundar 3 o 4 reducciones su hermano el gobernador menciona la conveniencia de instalar una en Itapúa. Una carta anua de Diego de Boroa, el compañero del Santo en la reducción, la nombra como de Nuestra Señora de la Encarnación de Itapúa en 1619, o sea antes de la mudanza al otro lado del río.

 Con la advocación de la Anunciación ocurrió que personalidades destacadas –monseñor Kemerer, Aníbal Cambas, Miguel Stefañuk–, aplicando un criterio etimológico eligieron ese nombre, y por principio de autoridad corresponde que lo adoptemos.

 No sé si hay muchas ciudades fundadas por santos, pero en verdad que la nuestra es en esto privilegiada, o, si se quiere, bendecida de origen.

 Los tiempos

 La segunda fundación es sin duda paraguaya. Ya no es una reducción, sino una trinchera que en 1833 el Dr. Francia decide restaurar y perfeccionar, convertir en una fortificación, y su nombre viene no del santo jesuita sino de la invocación de la laguna que amparaba canoas y barcazas: San José.

Y superando a Buenos Aires, hay una tercera fundación, esta vez correntina, pero que retoma la tradición: en 1870 la provincia de Corrientes, a la que don Pedro Ferré había anexado Misiones, la designa legalmente como Departamento Candelaria –evidentemente el nombre Misiones era demasiado fuerte y exigía autonomía–, y designa como su capital a Trinchera de San José. Luego de 37 años, y con mucha agua pasada bajo su puente, la Trinchera afirmaba sus derechos. Pero nueve años más tarde se cambia esta designación por Posadas.

Nueva anfibología: qué es, ¿una localidad con muchas posadas o albergues? No, es un apellido al que no se le agrega su nombre o su rango, como quien dice –con las debidas distancias—Washington o Sucre. Se obvia el Gervasio Antonio, y se homenajea a quien, en decreto de 1814 nunca aplicado había atribuido el territorio de las antiguas Misiones a la provincia de Corrientes. O sea que cargamos con la contradicción de que quien borró a Misiones del mapa encabeza su capital. Y bueno, al fin y al cabo es un nombre más, ya incorporado… El lenguaje cambia con el tiempo, las palabras se resemantizan, y Posadas ya no es el nombre de un lejano director supremo de las Provincias Unidas, sino el nombre innegociable de una ciudad junto a un río ancho y hermoso.

 Cuando se crea el Territorio Nacional en 1881, no se le incorpora a Posadas, la que solo pasa a formar parte del mismo en 1884. O sea que el territorio fue decapitado, y eso duró unos años. Caso realmente curioso.

 Vale la pena examinar los tiempos de esta localidad. La reducción de la Anunciación dura, según el sabio padre Furlong, seis años, y luego se la traslada a la orilla de enfrente. ¿Por eso se le cambia el nombre? Es una posibilidad. Otros historiadores extienden el plazo hasta 17 años, antes de la mudanza, tomando una información del padre Storni. Lo cierto es que la reducción se mudó, que olvidó su nombre primerizo, que no quedaron ruinas –esto hablaría tal vez de brevedad de tiempo–, y que el paso del río se continuó utilizando asiduamente, y que la zona de Itapúa con sus alrededores siempre tuvo importancia para la cría de ganado, como lo atestigua un mapa del padre Cardiel de 1752 que consigna “estancias” en toda la parte no boscosa del sur de Misiones y el norte de Corrientes.

 Sorprende que no haya quedado una iglesia o capilla, siempre existentes y activas en las estancias, pero en el croquis de Borges de la época de la guerra del Paraguay figura, alejada de la zona poblada y sobre el Zaimán una capilla de San Antonio, que debía de cumplir esa misión religiosa (sorprende que no tenga invocación jesuítica, pero tal vez se deba a la antigua presencia franciscana).

 Es importante destacar que la región Itapúa no quedó ni abandonada ni aislada, sino que continuó dinámica por la actividad rural después de la expulsión de los padres y a pesar del desastre administrativo que siguió.

 Mucho cambio, ¿no es cierto’. Termino con una frase irónica pero seria que jugando con la multiplicidad de sentidos, afirma: los indios somos nosotros, los españoles somos nosotros, los criollos somos nosotros, los inmigrantes somos nosotros: a la final, nos sobra identidad.

  MAB 3 CP

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas