Nisman, AMIA, veinte años de impunidad y suicidio

Escribe Mauricio Larrea

Como es de público conocimiento, nuestro país atraviesa días convulsionados institucionalmente, judicialmente y políticamente.

El suicidio (¿inducido?) del Fiscal Nisman abre un sin fin de interrogantes respecto del devenir de una causa que lleva más de 20 años de ocultamientos, encubrimientos, retrocesos y congelamientos que han hecho del atentado terrorista más brutal que sufrió nuestro suelo una verdadera maraña de bestial impunidad.

 

No pretendo entrar en la complejidad de la causa AMIA que nos provoca dolor a todos los argentinos y particularmente a los familiares de las víctimas porque es un trabajo que requiere un conocimiento exhaustivo del tema y con el cual no se puede dar apreciaciones a la ligera.

 

Lo que si me propongo analizar y dar una humilde opinión es sobre el tratamiento mediático que dieron a la tragedia algunos medios de ¿comunicación? y las figuras más representativas de la oposición política.

 

La denuncia del fallecido fiscal podría entran sin problemas en algo así como un disparate vergonzoso en términos jurídicos, solo basta con una lectura minuciosa para darse cuenta de los errores que contiene y que son fácilmente observables y comprobables para el público en general.

Sin embargo, esto no es lo que a los medios hegemónicos les interesa, no hacen hincapié en esa cuestión vital y medular. La idea es la misma de siempre, su razón de ser, instalar determinadas “afirmaciones” en el público en general y marcar la agenda de la opinión pública a partir de allí. Todavía hay quienes dudan de la injerencia de los medios y de esa lógica perversa de manejar y condicionar la opinión de miles de compatriotas.

Nisman era un eslabón más, un instrumento dentro de la enorme maquinaria manejada por los sectores de privilegio que cuentan con la enorme capacidad de destrucción de sus medios de comunicación para minar constantemente el camino de la búsqueda de la verdad. Estos sectores tienen como único objetivo seguir eternamente manteniendo sus privilegios y Nisman, el Gobierno Nacional y el Pueblo argentino en su totalidad son victimas de todo esto.

 

Un amplio sector de la opinión publica, prisionera de estos sectores, afirma con total seguridad que se trataría de un asesinato mediante la inducción al suicidio para hacer callar una verdad indiscutida como ser la cooperación y el encubrimiento de los culpables iraníes del atentado por parte de la presidente de la Nación, algunos de sus funcionarios y reconocidos luchadores populares como Fernando Esteche y Luis D’Elía Así de desquiciado. Así de erróneo.

 

Y es ahí, en ese momento que entran en escena, salen, aparecen, pululan y se encolumnan detrás de toda esta locura los miserables actores políticos de la vergüenza nacional y salen a hablar en nombre de “la gente” como voces autorizadas de la verdad, la justicia y la honestidad. Con toda la complicidad de los medios y sus periodistas basura.

 

Los defensores y promulgadores del neoliberalismo, los ex funcionarios de gobiernos anteriores que no pisaron la plaza ni dieron la cara cuando el pueblo luchaba a los piedrazos contra las consecuencias de las políticas de entrega que destruyeron la vida de millones de argentinos y que ellos eran responsables directos.

 

Ahora hacen conferencias de prensas, visitan los programas de televisión, hablan los civilizados demócratas del saqueo y la mentira que pretenden sumar algunos votos sin importarles absolutamente nada las implicancias de sus dichos y sus hechos. Deseosos herederos, hijos de los macabros ejecutores del terrorismo de estado y sus clientes y socios oligarcas del terrorismo económico que hambreo a varias generaciones de argentinos. Ellos, ahora, nos dicen como tenemos que vivir y que es lo que hay que hacer. Ellos, infames. Los verdugos, los vendepatria nos aseguran que saben lo que hay que hacer con el país, con las provincias, con nuestros colchones.

 

Alzan sus banderas del egoísmo, les dan micrófonos y cámaras para arrear a las cacerolas del individualismo y la miopía intelectual, que jamás aparecieron para pedir justicia por el Pocho Lepratti, o por Luciano Arruga, o Mariano Ferreyra o Kosteki y Santillan o los cientos de miles de olvidados sin nombre a lo largo y ancho de nuestra patria.

 

Ahí están, ciegos en su odio irracional sin saber que los que los utilizan son los primeros en beneficiarse del hambre de los humildes.

 

A Nisman lo utilizaron vivo y lo siguen utilizando muerto, el imperialismo asesino no descansa, los operadores vernáculos tampoco y la clase media ciega y servil a los intereses de aquellos se encarga del resto viralizando y reproduciendo hijaputeces ridículas, mentirosas y tendenciosas.

 

Mienten, difaman, ocultan, omiten, con la bendición del periodismo maldito y cómplice que no desea plantear adecuadamente con seriedad documental y honestidad intelectual algo tan serio y grave para nuestra democracia. No está entre su menú de opciones.

 

No soy Nisman, de ésta manera, reportándome a la embajada del país más criminal de la historia de la humanidad, y tampoco soy,  de ninguna manera que planteen estos señores del poder supremo de los medios que subyugan la verdad y la coherencia. Y a pesar de los constantes ataques que operan sobre nuestro país para retrotraernos a las épocas de la total dominación, debemos, entre todos, mantener la cordura, la seriedad y la coherencia en cuanto a los intereses que debemos defender. Soy la militancia popular y soy los compañeros que todos los días luchan contra los agoreros de la derrota y contra los peones de la vergüenza y la entrega.

 

A las víctimas del atentado a la AMIA, las vuelven a sepultar los mismos intereses y sectores que sepultaron al fiscal. Son los mismos que sepultan la verdad todos los días.

Son ese periodismo enfermo y sus empleados políticos que quieren llevarnos nuevamente a dilapidar lo construido y conseguido.

No lo lograran.

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