Turismo extremo: hacen tours por un basural en Camboya

Ya de por sí perverso, el trabajo infantil suele implicar además condiciones infrahumanas. Esto es lo que David Rengel denuncia con su serie de fotos de un gran vertedero de Camboya donde familias enteras sin recursos se ganan la vida buscando materiales reciclables que pueden vender. Para mayor indignación, oleadas de turistas visitan el inmundo lugar para fotografiarse con sus ocupantes mientras trabajan. Un demoledor reportaje que le ha valido al sevillano la distinción de finalista en la última edición del Premio Internacional de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña que organiza Médicos del Mundo.

 

David Rengel explica que “conocí este tema gracias a Omar Havana, otro fotógrafo que llevaba viviendo allí unos seis años. Cuando él conoció el vertedero se implicó con una oenegé y ayudó a que se realizaran varias infraestructuras, como por ejemplo llevar agua potable al lugar. Cuando me surgió la oportunidad de ir a Camboya aproveché para pasar una semana en los vertederos”.

 

El reportaje se llama “Turismo sucio”. “Le puse ese nombre por dos motivos: porque el lugar donde está realizado es un basurero y por la naturaleza de este tipo de turismo. Reciben dos tipos de basura: la que viene en los camiones y la que viene en los autobuses en forma de turistas”.

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El vertedero de Anlong Pi es el más grande de Siem Reap, [provincia] famosa por los templos de Angkor Wat. Es un sitio muy turístico, conocido por películas como ‘Apocalypse Now’. Como parte de las rutas, una de las cosas que ofertan es ir a ver un vertedero. Suelen ser asiáticos, normalmente japoneses. Igual que los llevan a ver un templo, los llevan a ver un basurero donde trabajan niños y se hacen fotos con ellos, banalizando el trabajo infantil.

 

En la foto aparecen dos chicas jóvenes con mascarilla, algo típico en Asia para no contaminarse con gases ni respirar ningún virus. Detrás están los niños bromeando, riéndose de ellas y de lo patosas que andan por el vertedero. Me iban mirando con complicidad, como queriendo decir: ‘Mira lo que tenemos que acabar haciendo con esta gente que viene aquí.’

 

Los turistas acababan de llegar en autobús. Le pregunté al guía qué hacían allí y si veía lógico aquello. Me contestó que eran estudiantes de Medicina en Japón y que habían venido para aprender. Pero, sinceramente, allí no había nada que aprender. Me pareció bastante poco ético. Esto me demostró que la indignidad del ser humano puede ser muy peligrosa. ¿Cómo unos estudiantes de Medicina, que en principio esperas que tengan dignidad, pueden ir con cámaras a hacerse fotos y no con equipo médico a chequear la salud de los chavales?

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Los niños son recicladores. En los vertederos la gente recoge plásticos, metales, vidrio, cobre… cualquier cosa que puedan vender. Esperan a que llegue un camión y empiezan a separar con unos ganchos; luego almacenan lo que tiene valor y lo venden. Con suerte ganan casi un dólar al día, y con eso les ha de dar para vivir. Allí suele haber familias enteras.

 

La situación fue bastante dantesca. Había residuos tóxicos, cosas que fermentan con la humedad y el calor, productos químicos… incluso televisores. ¡Todo junto! Yo llevaba unas botas, pero algunos allí iban descalzos. Los olores eran tremendos. Se hacía difícil estar allí mucho rato, sobre todo en un día caluroso o cuando llegaba la oruga con la pala y removía la basura.

 

Digamos que aceptan que los turistas les hagan fotos porque no pueden hacer otra cosa, pero no les gusta. En mi caso, si viera el más mínimo indicio de que no se pueden hacer fotos, no las haría. El vertedero pertenece a una empresa que podría negarles el acceso, así que no les queda más remedio que aguantar. Los niños tenían mucha complicidad conmigo porque se daban cuenta de la diferencia que había con los turistas. Yo hablaba con ellos -a través de mi traductor- entre camión y camión, interesándome por lo que hacían y qué querían ser de mayores.

 

Lo que más me jode es la situación de los niños. Estos adultos desgraciadamente han acabado en una situación de mierda, y como ellos, la mayoría de los niños están obligados a trabajar en el vertedero. Estudian hasta una determinada edad, pero a medida que crecen el colegio cuesta más y comienzan a ir [al vertedero] de vez en cuando para ayudar. Al final sabes que van a acabar allí.

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Fuente: Quesabede.com

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