Esta noche vuelve Pinti, ese «gordito» que tiene todo para convertirse en el héroe que el fútbol misionero necesita

Este domingo será otro día histórico para el fútbol misionero, porque después de 30 años (Guaraní en el Nacional de 1985) un equipo de la tierra colorada vuelve a ser de Primera. Crucero estrenará sus pergaminos nada menos que ante Olimpia de Paraguay, el Boca o River del vecino país. Es un amistoso, si, pero con un equipo que ya vive y trabaja con la «pilcha» de Primera.

No será esa la única noticia fuerte, compitiendo casi al mismo nivel, se producirá otro hecho importantísimo para el fútbol colectivero: el regreso al césped del Andrés Guacurarí de Ernesto Raúl Alvarez Fleitas, más conocido como «Pinti».

Pinti es importante por los goles que hizo (17 tantos en la 2013-2014) y por los goles que esperan que haga de ahora en más. Pero también porque tiene todas las condiciones para convertirse de una buena vez y para siempre en el gran héroe del fútbol misionero.

Alvarez reúne todos los condimentos. Además de ser goleador, este paraguayo, gordito y retacón es dueño de un carisma dificil de describir. Su porte lo ayuda muchísimo: en las antípodas del jugador metrosexual tan común por estos días, Pinti no es alto, tampoco es flaco para ser un futbolista profesional, no es precisamente Beckham o el «Pocho» Lavezzi en «pinta», ni tiene el peinado de moda. Y todo eso parece obrar para que la gente se sienta identificada con él, el público quiere que le vaya bien de una manera que no sucede con otros jugadores. Pinti tiene algo extra.

Y se vio en el partido ante Patronato de Paraná, el 30 de noviembre pasado, cuando todo el estadio lo ovacionó de pie antes de que comenzara el partido en el cual Crucero ganaría el boleto a Primera División. Ese aplauso prolongado contenía una buena dosis de respeto, pero también de cariño.

«En un momento, sentí vergüenza», dijo el miércoles pasado, después de su tercer entrenamiento, recordando ese instante.

Aquel día a unos metros de Pinti, en el palco de invitados también estaba otra figura ilustre del fútbol misionero, el árbitro «Nito» Pitana. Pitana no puede ser nunca ídolo porque es árbitro, naturalmente. Pero por ejemplo, tampoco será nunca ídolo por estos pagos «Chiquito» Romero, aún si hubiera ganado la Copa del Mundo. En rigor, ningún jugador misionero que haya partido de chico a triunfar afuera, como ahora pasa con el pibe Adrián Cubas de Boca, podrá ser ídolo en Misiones. Nunca. Para que eso suceda la figura en cuestión debe jugar en Crucero o en Guaraní, claro está.

El alter ego de Pinti en el equipo de Villa Sarita sería Cristian Barinaga, sin dudas. Pero Barinaga, muy querido por la hinchada de Guaraní, por cierto, no está ni cerca de ser un verdadero ídolo. No lo será jamás, aún cuando sea goleador del próximo torneo de la B Nacional.

Tampoco reúnen esas condiciones los jugadores misioneros que se destacan en cualquiera de los dos grandes del fútbol vernáculo: Claudio «Caíto» Fileppi, Dardo Romero, Enzo Bruno, Jorge de Olivera o el chico Lucas Caballero. A estos se suma ahora el grandote Jorge Armando Piñero da Silva, que arrancará como 9 titular en el equipo del Chaucha Bianco. Todos ellos despiertan más o menos respeto y cariño, pero la gente no los siente tan cercanos. No sucede lo mismo con Alvarez.

Además, como si fuera poco, el paraguayo tiene esas cuota de rebeldía dentro y fuera de la cancha, tan indispensable para ser querido por el público. Mañana cuando se ponga la 9 de Crucero, se completará un nuevo capítulo del culebrón que protagonizó con el Colectivero. Una verdadera historia de amor y desencuentros.

Una novela que incluyó, por ejemplo, que fuera apartado del plantel en plena temporada 2013-2014 cuando ya era goleador porque su representante se lo quería llevar a otro club. Sucedió en noviembre de 2013 cuando Pinti (ya había convertido 10 tantos) quedó afuera del equipo que viajó a Mar del Plata a enfrentar a Aldosivi. O su salida algo desordenada y no deseada por el club al final de la temporada 2013-2014.

Una relación que se fue forjando, también, con los mensajes no respondidos por el club Colectivero cuando el paraguayo, padeciendo en el Lobos de Puebla (México) porque no jugaba, intentaba regresar. Koropeski, hábilmente, le preparó el terreno para que volviera al redil con la cabeza gacha por el desaire de su partida. Parte de este regreso se empezó a cocinar con la gran ovación que recibió en el partido ante Patronato. Fue la manera más efectiva de decirle: «Vos sos de acá, pertenecés acá. ¿A dónde querés ir?».

El paraguayo acusó recibo y apenas firmó su nuevo vínculo con Crucero mostró su arrepentimiento: «Fue un error irme», disparó. También contó que en un momento había temido no ser más querido por Crucero, cuando desde México le enviaba SMSs a Koropeski, quien a menudo no se los respondía. «Mi esposa me decía que a su debido tiempo el me iba a responder, que me quedara tranquilo», relató Alvarez sobre aquellos momentos de desasosiego. Solamente el chaqueño Ariel Cólzera, guapo para jugar, rebelde -casi pendenciero- es lo más cercano a un ídolo en el Colectivero. Pero no llega a llenar ese rol.

Pinti necesita a Crucero, está claro. Pero Crucero también necesita a Pinti. No solo porque adoleció de un 9 goleador en el campeonato pasado, sino porque todavía adolece de un ídolo. Es fundamental para sumar hinchas y gente que apoye al equipo en un club tan nuevo y en una provincia que no es futbolera, en parte, porque justamente carece de ídolos y referentes. Tipos con los cuales el hincha se pueda sentir identificado.

El tiempo dirá si Ernesto Raúl Alvarez Fleitas es el hombre justo en el momento y el lugar indicado. Crucero llegó a Primera y jugará contra los poderosos, será casi siempre David contra Goliat, porque el Colectivero es la «Cenicienta» absoluta de este nuevo torneo de 30 equipos: tiene sólo 11 años de vida, nunca estuvo en la máxima categoría, es de una provincia lejana a la Capital, tiene pocos hinchas y se maneja con criterios de administración que le impiden competir de igual a igual a la hora de pensar en refuerzos.

Y no es difícil imaginar que este «gordito», si la rompe, cada vez que vaya a pelear en soledad una pelota contra los marcadores centrales de los equipos poderosos, jugadores más altos, más famosos, mejor pagos… en canchas dificiles como la Bombonera, el Cilindro de Avellaneda o el Gigante de Arroyito, tenga detrás de él, haciendo fuerza, a miles en la Tierra Colorada.

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El paraguayo tiene garra, juega con el corazón y tampoco le falta una dosis de rebeldía.

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La sonrisa de oreja a oreja lo dice todo. Alvarez se moría por volver a Crucero y por fin pudo concretar su anhelo después de varias idas y vueltas.

 

El tiempo dirá si «Pinti» puede convertirse en el héroe que tanta falta le hace al fútbol misionero. Un personaje que lo sintetice todo.

Un hombre, un club, una ciudad…toda una provincia.

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