Una cronista deportiva, con gran lucidez, comentó ayer en la tribuna del Andrés Guacurarí, a propósito de cómo los jugadores de fútbol profesional de Argentina y el mundo copian tatuajes, peinados, formas de caminar, de vestirse, de hablar, etc: «parecen mujeres».
Ayer, en el festejo del ascenso a Primera División, la gran invasión de cancha de los cientos de hinchas derivó en lo inevitable cuando se festeja semejante logro: todos los jugadores quedaron en calzoncillos en cuestión de segundos. Y ahí también se pudo comprobar la máxima de nuestra colega. Los jugadores lucían todos el mismo modelo de ropa interior: boxer con elástico, estilo David Beckham en campaña publicitaria. Preferentemente blanco.
Lejos quedaron los años ochenta, donde el paradigma era Sergio Goycochea con los tradicionales slips. Lejos quedaron las postales de los festejos ochentosos, cuando todos los jugadores lucían slips multicolores. Incluso, cada tanto aparecía alguno con agujeros en la ropa íntima. Claro, en aquella época el jugador no era «metrosexual», no tenía el torso marcado por el gimnasio, no se depilaba, no copiaba peinados (melena a lo He-Man, primaba hace dos décadas) ni le daba importancia a combinar el color de la ropa interior. Qué lejos quedaron aquellos tiempos…