Oferta de saldos y retazos

Escribe Juan Carlos Argüello, Jefe de Redacción de Misiones On Line
El descalabro en el que está inmerso gran parte de la oposición tiene directa relación con la robustez del modelo que sostiene el Gobierno nacional y sus aliados, como en el caso de Misiones. Pasaron más de diez años y el desgaste lógico no alcanza a minar la iniciativa política que mantiene a la presidenta Cristina Fernández en escena, mientras que los opositores se desparraman en espacios que no tienen un norte claro, más que la ambición de terminar con la década. Es pura (i) responsabilidad de la oposición no haber podido construir durante estos once años. Los liderazgos individuales, sin un programa, sin un equipo, alcanzan para las encuestas, pero son efímeros a la hora de asumir la responsabilidad de gobernar.
La última, -y pésima- experiencia fue la Alianza, que se frustró apenas comenzó a desandar los primeros días de Gobierno. La única cohesión, exigida entonces por la sociedad, era la necesidad de terminar con el menemato, pero puestos a administrar, no supieron qué ni para qué.
La nueva ruptura, una más, de Lilita Carrió con el Faunen es apenas una muestra de la confusión del espacio que aspira a gobernar el país desde el año que viene.
Carrió pretende unir a toda la oposición detrás de un solo candidato, como el ensayo de Henrique Capriles en Venezuela o Marina Silva en Brasil.
Esa apuesta es impulsada por algunos sectores de poder que ven en una oposición fragmentada, una amenaza para sus intereses presentes y sus sueños futuros. El elegido es Mauricio Macri, pero para otros el protagonista de la cruzada puede ser Sergio Massa. El fin justifica los medios.
Carrió no es la única que piensa así, pero, inorgánica, ella puede decirlo a los cuatro vientos. Que se vaya en medio de insultos y acusaciones es ya casi un “atractivo turístico”, como ella misma se define. Su trayectoria política puede definirse más por las rupturas que por sus aciertos.
Comenzó con la Alianza, pero pegó el portazo al poco tiempo, como muchos otros en la debacle de De la Rúa. Formó Argentinos Por Una República de Iguales, con el Partido Socialista Democrático, pero rompió con ellos y armó Afirmación para una República Igualitaria. En 2005 un grupo se fue de su lado y casi en soledad, fundó la Coalición Cívica ARI (CC) con la que quedó segunda en las elecciones presidenciales.
Otra ruptura y vuelta a las fuentes radicales con el Acuerdo Cívico y Social (ACyS), en el que también estuvo el Partido Socialista, nacido en medio de la puja por las retenciones de la soja para respaldar a los patrones del campo.
No duró demasiado y en 2011, Carrió volvió a ir por su cuenta y se presentó nuevamente por la Coalición Cívica, con la que salió última. Pese a todo, se mantiene en la palestra con el doble juego de víctima y pronosticadora de apocalipsis que tardan en llegar.
Así nació Unen junto a Proyecto Sur de Pino Solanas, el GEN, el PS, algunos radicales y otros espacios más pequeños y nombres como el de Victoria Donda y Alfonso Prat Gay. Este año, el UNEN se unió a los radicales y al Frente Amplio y llegaron al FAUNEN.
Pero Lilita volvió a irse antes de que lleguen las presidenciales del 2015. Con quién se presentará la blonda, sólo ella sabe, pero en el macrismo, con un poco de escepticismo, le abren las puertas.
De todos modos, en este caso, la asiste un poco de razón. La Faunen navega en una tibieza que daña especialmente al radicalismo por no respetar sus raíces y que le quita competitividad a la oferta electoral.
En el radicalismo no son pocos los que prefieren colarse en una alianza, aunque eso implique entregar banderas ideológicas.
Y es ahí donde radica el principal conflicto. La ideología se somete al marketing y todo termina en una gran mezcolanza que muestra contradicciones y fisuras a simple vista.
Raúl Alfonsín, padre, prefería perder elecciones antes que la UCR se vuelque a la derecha. Pero el paso del tiempo y el nefasto recuerdo de la Alianza, permite al radicalismo a flexibilizar sus argumentos.
Obsesionado con armar un gran frente, el líder radical Ricardo Barrios Arrechea aseguró que «no existen más las ideologías», «ni se mira el color del que está gestionando». No importa si es amarillo, naranja o blue.
Es una idea anticuada, presentada en los 60 por el sociólogo Daniel Bell, quien teorizaba sobre la reducción hasta lo insignificante de la historia y la ideología ante el avance del capitalismo. Francis Fukuyama pulió la tésis a fines del siglo pasado, cuando escribió que «la historia humana como lucha de ideologías había concluido», dando inicio a un mundo basado en la política y economía de libre mercado.
La historia reciente demostró que el libre mercado no resultó en la distribución de beneficios, sino que puede generar los más diversos desastres, económicos, sociales, ambientales y hasta políticos.
Los 90 fueron en la Argentina una perversa muestra de lo que sucede cuando la política cede espacio a la eficiencia tecnocrática del capital. Pero sus efectos pueden verse incluso hoy en varios países del mundo que todavía aplican recetas que aquí ya fracasaron. Los que sufrieron lo peor de la crisis financiera y aplicaron ajustes que no alcanzaron al sector financiero, padecen problemas “estructurales” de desempleo. En España alcanza al 24 por ciento, Portugal lo redujo 3.4 puntos para estar en 13.6 por ciento, e Irlanda 3.6 puntos hasta 11.2 por ciento. Incluso ortodoxos como David Cameron, el premier de Reino Unido, admiten que “hay indicios del inminente desplome financiero como los altos índices de desempleo, la caída del crecimiento económico y el riesgo real de la caída de precios en la zona euro, la cual se está balanceando al borde de la tercera recesión”.
Por eso mismo, en América Latina surgieron gobiernos que impusieron una dirección política de la economía y que vienen siendo ratificados elección tras elección.
Son estos Gobiernos los que resistieron la aplicación de políticas de ajuste que eran costumbre hasta fines del siglo pasado y que exhiben resultados que contrastan con el desplome global. En Brasil, el desempleo la tasa de desempleo bajó de 7,4 a 6,8 por ciento y en Argentina, pese a una leve suba, desde hace tiempo que la desocupación se estabilizó en torno al siete por ciento.
No es casual que las principales potencias del mundo admitan necesarias regulaciones a sus mercados y hasta severas sanciones al capital salvaje. No es un dato menor que el G-20 recomiende analizar cláusulas contra los fondos buitre.
La ideología no ha muerto y afortunadamente goza de buena salud. Hasta es ideológico dejar todo en las manos azarosas del mercado.
Una de las definiciones más certeras de la ideología, la asocia con un sistema de ideas relacionado con la acción. Sin ese sistema, no existe acción, sino un cúmulo de buenas -o malas- intenciones. Lo mismo, la política no es nada sin ideología o un acuerdo de pensamientos similares que permita proyectar una idea para gobernar un país.
Armar una gran alianza no es necesariamente sumar, porque a la hora de la acción, la ausencia de ideas en común, puede derivar en un rápido fracaso, como fue la coalición que sucedió a Menem.
Pero la desesperación por recuperar el voto popular lleva a confundir posturas con necesidades.
El propio Barrios Arrechea admite que el modelo podría seguir vigente después de las elecciones del año próximo y advierte que es «un peligro lo que dice la Constitución» que contempla un triunfo en primera vuelta si el ganador saca más del 40 por ciento de los votos a una diferencia de diez del segundo. «Más que pensar ideológicamente, hay que pensar en el país. En Misiones se van a hacer alianzas, con el PRO, con otros partidos», se sinceró el ex gobernador, que le tiene una fe ciega a Gustavo González como candidato a serlo. “Tiene pinta y siempre le digo que el voto bombacha lo tiene asegurado. Tiene cabeza, es inteligente y tiene ganas de aprender”, lo elogió.
El pupilo de Eldorado aprendió rápido las lecciones. En la reunión cumbre del lunes en la que la UCR decidió por ahora sostener la promesa de una fórmula propia para las presidenciales, anticipó que si el Faunen no mejora en las encuestas, “tenemos hasta la responsabilidad histórica de empezar a pensar que tenemos que crear una alternativa que no vuelva a colocar a Argentina bajo un gobierno peronista”.
El escenario está planteado así: aguantar dentro de la coalición mientras se tejen hilos con el PRO u otros sectores.
Su compañero de fórmula, Luis Pastori, en la misma reunión, también sepultó la riqueza ideológica del radicalismo al señalar que “la gente no vota siglas, sino candidatos”. Pastori rechazó la idea de sostener la identidad de la Lista 3 en las provincias, ya que varios radicales ya acordaron con otros presidenciables, en pactos que “no se pueden volver atrás”.
Por el contrario, el diputado nacional se lamentó por vivir en Misiones, una provincia “muy chica” que no mereció ni un solo llamado de Massa o Macri. “Casi que nos sentimos disminuidos porque han llamado y visitado a todo el mundo. Y a nosotros no nos han llamado ni siquiera por teléfono”, fue su amarga queja antes de reclamar que cada provincia pacte con quien quiera.
Por suerte para el radicalismo misionero, la idea de una alianza con Macri no quedó ni mucho menos que descartada. Simplemente se ganó tiempo. Habrá que esperar los primeros meses del año que viene y la evolución de las encuestas, para ver si la firmeza radical tiene buenos cimientos. Incluso en otros sectores de Faunen, que parecerían tener más certezas, nada se descarta.
El ex ministro de Economía de Cristina, Martín Losteau, otro dirigente sin partido, aseguró quiere que en las Primarias Abiertas, Faunen compita con Macri y “le gane”.
“Represento algo distinto y vos representás algo distinto, y nos decimos cosas de las que tenemos que aprender, pero no nos tenemos que matar”, aseguró el enemigo íntimo de Guillermo Moreno.
De toda esta disputa, el más beneficiado es Macri, a quien casi que le hacen campaña gratis. Y es lo que más le conviene al intendente porteño que recupera la centralidad arrebatada por el ascenso de Massa como principal competidor por el liderazgo opositor.
La certeza que sobrevuela al espacio opositor es que si no reaccionan ya, el oficialismo puede ganar incluso en primera vuelta, gracias a la suma de méritos propios, pero especialmente por fallas ajenas.
Esa certeza es menos optimista en el propio oficialismo, pero las encuestas muestran que hoy por hoy, sumando intenciones de voto de los precandidatos, el triunfo no es una quimera.
En esa línea, el gobernador bonaerense Daniel Scioli es quien corre con una sutil ventaja: el apoyo de sus colegas. Esta semana asumió la presidencia del PJ mendocino el gobernador Francisco Pérez y allí estuvieron mandatarios de todo el país, incluso el de Misiones, Maurice Closs, junto a Scioli, y los otros presidenciables Sergio Urribarri, gobernador de Entre Ríos; y Florencio Randazzo, ministro de Transporte, Julián Domínguez y Jorge Taiana.
También estuvieron el embajador argentino en Chile, Ginés González García, el gobernador de Formosa, Gildo Isfrán; el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey; el mandatario de Chubut, Martín Buzzi y el histórico operador del PJ Juan Carlos «Chueco» Mazzón. Scioli celebró «el espíritu de unidad que hay hoy dentro de este gran proyecto colectivo, expresado en el Frente para la Victoria».
Ese proyecto colectivo tiene vitalidad porque ha sabido, partiendo de una base política muy pobre, construir un contrato social en el que el Gobierno devuelve la confianza con acciones que redundan en beneficios para una buena parte de la sociedad que siempre estuvo invisibilizada.
Es esa sociedad la que mira con simpatía la disputa contra los emporios económicos locales y extranjeros.
Incluso con demandas claras como la inflación o subas salariales, la porción media y baja de la sociedad, percibe que las respuestas pueden salir del mismo Gobierno y no de los sectores críticos de la oposición.
Desde el otro lado no ofrecen más que volver a una humillante política de sumisión. Por eso, problemas reales como la inflación o la inseguridad en las grandes ciudades, no lastiman demasiado la imagen del Gobierno.
Es curioso que los defensores de la “institucionalidad” desprecien la letra de las leyes en función de sus intereses políticos.
En un insólito pacto, 28 senadores por el Frente Amplio Unen (FAU), el PRO y el peronismo disidente firmaron un compromiso de “rechazar el tratamiento de cualquier solicitud de acuerdo para la designación de jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación” propuesta por el gobierno nacional.
La idea es paralizar cualquier designación hasta que termine el mandato de Cristina para que sea el próximo gobierno el que designe al reemplazante de Eugenio Zaffaroni. Acostumbrados a no ejercer mandatos plenos, pretenden atar a un Gobierno que tiene mandato hasta el 10 de diciembre de 2015.
Entre los firmantes se encuentran Ernesto Sanz y Gerardo Morales (UCR); Fernando «Pino» Solanas ( Proyecto Sur); Carlos Reutemann y Juan Carlos Romero (Peronismo disidente); Luis Juez (Frente Cívico cordobés); Gabriela Michetti y Diego Santilli (PRO).
La iniciativa opositora se contrapone con la ley vigente que establece que la Corte Suprema debe funcionar con cinco jueces y, ante vacantes o renuncias por edad, como hizo público Eugenio Zaffaroni, deberá procederse con la metodología que fija la ley y el Decreto 222 del 2003 impulsado por el entonces presidente Néstor Kirchner. El Ejecutivo tiene 30 días después de producida la vacante para proponer un nuevo integrante.
La actitud opositora contrasta con el constante reclamo de “eficiencia judicial”, ya que una Corte con cuatro miembros sería incluso menos irresoluta que en la actualidad.
Hasta ahora, más allá de la corrosiva inflación, el modelo ha soportado crisis externas e internas con logros visibles, como la caída de la pobreza y el desempleo. La desocupación, que registró una suba de menos de un punto en la última medición, no es un drama como en tiempos no tan lejanos.
La inyección de recursos del Estado a la economía y las políticas de incentivo al consumo lograron bajar los índices a niveles muy bajos y los estabilizaron, aún en los peores momentos de la crisis internacional. El 7,5 por ciento de desocupación es un tema del que ocuparse, pero no debe disparar alarmas.
Hay otros problemas en los que sí hay que poner énfasis. Lejos de esconderlos, el gobernador Maurice Closs describió con crudeza un déficit que afecta a muchos misioneros: según los datos oficiales, de cada cien chicos que ingresan al secundario, 60 abandonan o no terminan en tiempo y forma. Con esos datos, el gobernador misionero asumió como un nuevo desafío para lo que resta de su mandato y el próximo gobernante, mejorar esos indicadores.
Fue una etapa, desde 2003, donde los primeros esfuerzos de volcaron en la contención. Después se apuntó a la inclusión con la creación de escuelas en cada uno de los municipios de la provincia.
Parece cosa de otros tiempos, pero lo cierto es que muchos, hasta hace no demasiado, no contaban con una sola escuela secundaria. Hoy hay chicos en el nivel medio que son los primeros en su familia en cursarlo.
Los factores de deserción o repitencia son múltiples y demandan respuestas en el mismo nivel, que involucran decisiones metodológicas, un mejor desempeño docente y, sobre todo, una mayor presencia de la familia en el acompañamiento de los jóvenes.
Cambiar la tendencia no será una tarea sencilla ni se verán resultados en el corto plazo, pero el equipo educativo comenzó a analizar medidas para comenzar a aplicar desde el año que viene, como una revisión de los contenidos en Lengua y Matemática, que hacen a la lectocomprensión.
Pese a las críticas, hay algunas señales alentadoras: la mayoría de los chicos que se llevaron tres previas y cumplieron con las tutorías obligatorias, tuvo un desempeño positivo a la hora de rendir, con lo que evitaron la repitencia o la sobreedad, que se notarán en los indicadores futuros.
El desafío asumido por Closs de revertir estos indicadores educativos es mucho más trascendente para el futuro de la sociedad que cualquier mirada corta y electoralista. No depende únicamente de la acción del Estado, sino que requerirá el compromiso de toda la sociedad, empezando por la familia, las instituciones y hasta la propia política.
El aporte de los educadores, más allá de la instrucción formal, debe ser también el de la presencia. En muchos casos, amparados por impunidades gremiales, se fomenta más el ausentismo que estar en las aulas y el daño a los chicos es mucho más profundo que un reclamo salarial de fin de año.

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas