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Clínica 13: el bajista Javier Malosetti dio cátedra en Itaembé Miní

Javier Malosetti mostró toda su jerarquía y calidez en la Casa del Bicentenario de Itaembé Miní. Autodeclarado fan neófito del chamamé, dejó picando la pelota para una futura excursión en los ámbitos del sapukay.

Ya todos saben que Javier Malosetti es un copado y con una calidez y calidad humana tan grandes como esas Pony número. 49 que calza, pero siempre es regocijante comprobarlo una vez más. Llegó y se encargó de conectar tranquilo su pedalera de efectos, despotricó levemente contra un cable poco dócil, puso a cargar el celular, saludó a la concurrencia (lleno total) y arrancó con una vieja tonada francesa a modo de sound-check. Problemas técnicos poco frecuentes en estrellas de su magnitud (esa pedalera rebelde que metía tantos ruidos como efectos el maestro le hacia sacar) sólo demostraron que, efectivamente y aunque muchos lo tengan en otro plano, Javier Malosetti es humano.

Juega con su pedalera, graba una pista, la llena de efectos y sigue tocando sobre ella con la maestría de un niño que conoce de memoria a su rompecabezas favorito. Su bajo Schecter rojo (fabricado especialmente a pedido) brilla como una coupé Maserati y sus manos grandes como leñador lo tratatan con una potencia sólo comparable con la suavidad con la que le extrae las notas. Claro, sólo hasta que pisa el pedal de distorsión y el bajo suena afilado como guitarra de death metal (cabe aclarar que partes de su bajo tienen piezas de guitarras del más extremo metal). Definitivamente, todo en Malosetti es único.

Con absoluta cordialidad (y divertidos divagues y rizomas de frases), respondió todas y cada una de las preguntas de la concurrencia, incluso tomándose con extrema simpatía los dichos de un muchacho algo arrogante que se pretendió más virtuoso que el maestro al que todos concurrieron a disfrutar. Abundante data técnica, muchas anécdotas y frases célebres como para llenar varias páginas, marcaron una tarde amena y enriquecedora como pocas.

 

Las virtudes del virtuoso

Previamente, en situación de la conferencia brindada en la sede de los Músicos Populares Misioneros (organizadores de Clínica 13 en conjunto con el Ministerio de Desarrollo Social), Malosetti dejó algunos conceptos más que interesantes.

“Siempre tengo la expectativa de renovar el vínculo con el público musical misionero, y tienen que ver con no tener que tocar, sino encontrarme en una situación de divulgación, de entregar ideas y conceptos musicales. Hace mucho que no lo hago, pero he dado clases muchos años, lo que pasa es que llegan las giras, las grabaciones y no podes. Por suerte apareció Clínica 13, y me sacó de ese ritmo, es muy lindo”.

Respecto a la instauración por parte del Congreso de la Nación como Día Nacional del Músico al cumpleaños del Flaco Spinetta (23 de enero), el bajista que supiera ser uno de los principales laderos del muchacho de ojos de papel, respondió: “Seguramente se propusieron 700 nombres, como Astor Piazzolla, Gardel, pinta esa demagogia cuando uno se muere, vienen los homenajes, se venden más discos cuando uno se muere, con Yupanqui habrá saltado otro, en el caso de la propuesta de que sea la fecha de nacimiento de Luis, nadie se opuso y fue suficiente”.

 

Se viene el chama-blues

“Lo mío con el chamamé es una irresponsable total, le he querido dar un aire particular al chamamé, hice ‘Carito’ de León Gieco con aires de blues sureño. Pero bueno, hablemos en serio, qué bueno que el chamamé perdió esa consideración de género menor, pintoresco y hasta kitch, que tenía que si se hablaba de Paraguay se ponía un chamamé en la radio porteña. Me he adentrado en toda su esencia, a su lenguaje musical, a su imaginario y me parece una música muy sofisticada, tiene rítmicamente lo que tienen los grandes géneros como jazz, o el blues, hay que mamarlo mucho tiempo para sacarlo bien. Todos los folklores del mundo tienen en el ritmo algo intrínseco que no se puede pasar al pentagrama, hablo del chamamé clásico, después está el del Chango, que es más sinfónico. Estoy muy manijeado para escuchar chamamé, estoy disfrutándolo mucho”. Más tarde, con un gesto cómplice, reconoció que no debemos descartar un trabajo en conjunto con Joselo Schuap, con quien compartió una jugosa sobremesa luego de un asado más jugoso aún.

 

Clínica de funk

Como ya se hizo costumbre, luego de la clínica se viene la zapada, y en este caso Malosetti estuvo respaldado por los hermanos Fernando y Facundo Quintana (guitarra y batería) y Leandro Donatini en teclados. El combo derrochó funk con una pasión sideral, y el bajista se explayó con una comodidad total a tal punto que preguntó si en la sala había alguien que se aviente el tiro de cantar. Ja, no sabía que en ella estaba Gonza Cabral, con lo que la Yarará Funk casi en su plenitud cobró vida y clavó sus colmillos de groove.

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