Tinelli o la devaluación de la cultura (*)

Desde los tiempos de Cicerón, el término cultura define lo que contribuye a cultivar el espíritu y el intelecto del ser humano e históricamente estuvo asociado a los avances de la civilización y el progreso de los pueblos. (*) Por Efren C. Zapata, periodista.

Lamentablemente, una interpretación amañada y oportunista del concepto por parte de la Legislatura porteña ha provocado un grave retroceso. En ese ámbito, los diputados decidieron emparejar hacia abajo y otorgaron el título de “Personalidad destacada de la Cultura” a Marcelo Tinelli.

De esa forma, el nombre del animador televisivo su ubicó a la altura de las verdaderas personalidades ilustres de la cultura nacional y, lo que es más grave, quienes impulsaron la descabellada iniciativa parecieran estar convencidos de que los contenidos de “Showmach” son el parámetro con el cual se mide el grado de cultura de los argentinos.

Si lo que se pretendía era reconocer la popularidad de Tinelli con la finalidad de utilizarla políticamente, hubiesen destacado su capacidad empresarial, que la tiene, o su rara virtud de transformar a ilustres desconocidos en estrellas fugaces de la televisión de un día para el otro. También les quedaba la alternativa de declararlo ”Rey del rating” o cualquier otro título alusivo a su muchos años de permanencia frente a las cámaras, conduciendo un espacio –exitoso, sí- pero más cercano a la trivialidad de la farándula vernácula que a la cultura universal.

En  la Argentina hubo y hay personas e instituciones que hicieron significativos aportes a la cultura a través de las artes, fundamentalmente. Pintores como Prilidiano Pueyrredón, Castagnino, Lino Eneas Spilimbergo o Antonio Berni, escritores de la talla de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Ernesto Sábato y Leopoldo Marechal, entre otros, han legado obras trascendentales al patrimonio cultural de los argentinos.

También han sumado sus creaciones a nuestro acervo cultural músicos de sólida formación profesional cuyo talento ha recorrido y recorre el mundo; directores de orquestas, diseñadores, periodistas y cientos de hombres y mujeres que todavía esperan un reconocimiento.

Lo que hace Tinelli no tiene nada de malo.

Lo que sí es malo e incomprensible es que aquellos que fueron electos para velar por el interés común de los ciudadanos, incluida su identidad cultural, actúen no tan ingenuamente, y otorguen títulos y honores en nombre de la cultura a un animador televisivo sin los méritos ni la estatura intelectual suficiente como para merecer semejante distinción.

 

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