Historias: un misionero que lleva 35 años en la Armada y pasó por el liceo Storni, el rompehielos Irizar y la fragata Libertad

Oriundo de Colonia San Alberto, a pocos kilómetros de Puerto Rico, Mauricio Martínez lleva 35 años de servicios a la Armada Argentina. El suboficial principal contó su experiencia de más de tres décadas sirviendo en la fuerza a la que considera su segundo hogar. Actualmente se desempeña como instructor del Taller de Marinería en la Escuela de Suboficiales de la Armada en la Base Naval Puerto Belgrano.

Nacido hace 54 años en Colonia San Alberto, ubicada a 160 kilómetros de Posadas, el suboficial principal Mauricio Martínez ingresó a la Armada Argentina el 1° de agosto de 1979 para realizar el servicio militar obligatorio y, más tarde, formar parte de la Institución.

Vienen a su memoria las palabras de un suboficial mayor encargado de los conscriptos en aquel momento: “Recuerdo que dijo ‘todos aquellos que tengan la primaria completa y quieran enganchase en la Marina, formar a mi derecha’. Yo fui uno de los que formó”, contó acerca del inicio de su carrera el suboficial Martínez. Luego de su período de conscripción realizó los trámites para ingresar a la Armada Argentina.

Su primer destino fue el Liceo Naval Almirante Storni donde realizó sus primeras navegaciones a bordo de la lancha hidrográfica ARA “Cormorán” como marinero primero de la especialidad de Mar y, más tarde, en el buque hidrográfico ARA “Comodoro Rivadavia”. Formó parte de la dotación del rompehielos ARA “Almirante Irízar” y también estuvo destinado en la fragata ARA “Libertad”.

“Gracias a la Armada tuve la oportunidad de viajar por el mundo y conocer muchos países como España, Alemania, Inglaterra, Holanda, Portugal, Brasil, Estados Unidos, Canadá, Venezuela, Colombia, Chile, Perú y el continente africano. Además tuve la oportunidad de conocer la Antártida. La Armada te brinda la posibilidad de ser destinado a lugares increíbles e inolvidables”, destacó el marino de Misiones.

En el destructor ARA “Sarandí” permaneció siete años y durante ese período navegó mucho, “ese fue otro de los motivos por los que continué en la Armada”, valoró. La carrera naval del misionero prosiguió en diferentes destinos –como el buque oceanográfico ARA “Puerto Deseado”– y regresó a la fragata con la jerarquía de suboficial segundo.

Luego estuvo en el Astillero Río Santiago en La Plata y formó parte de la primera dotación de la corbeta ARA “Gómez Roca” que trajo a la embarcación hasta Puerto Belgrano.

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El destino actual del misionero

Desde hace cinco años es el encargado de Capacitaciones y el instructor más antiguo del Taller de Marinería en la Escuela de Suboficiales de la Armada. Allí brinda Instrucción Marinera a marineros tropa voluntaria y aspirantes navales con la especialidad de Mar.

Su actividad diaria consiste en dar clases sobre timonel, maniobras, contra maestría y trabajos relacionados al arte de la navegación, es decir, cómo debe desempeñarse un hombre de la especialidad de Mar.

“Poder transmitir conocimiento e inculcar lo que uno aprendió durante 35 años de servicio a los más jóvenes de la Institución es una satisfacción personal”, destacó.

Además, el suboficial Martínez enseña a profesionales –que realizan el Curso de Integración Militar y se incorporan a la Armada como suboficiales enfermeros y cocineros, entre otros– cómo desenvolverse en el ámbito naval.

 

Recuerdos imborrables

Padre de Débora (28), Martín (26) y Sebastián (24) y abuelo de ocho nietos, Mauricio Martínez reside en Punta Alta (Buenos Aires) ciudad cercana a Puerto Belgrano.

Extraña mucho San Alberto, la colonia donde nació. Aún recuerda los cinco kilómetros que caminaba a diario cuando era niño desde su casa en el campo hasta al Colegio Nacional donde realizó la primaria y confesó que es el lugar al que regresará cuando finalice su carrera en los próximos meses. Sus padres y cinco hermanos residen en Posadas.

“Cuando finalicé la escuela primaria y antes de que me tocará el servicio militar, trabajé en el campo con mi padre, colaboraba con el arado y nuestra plantación de frutas y hortalizas para autoabastecernos”, contó. “Recuerdo las comidas de mi madre como el guiso y la tortilla a las brasas”, agregó. Así fue como aprendió desde chico la disciplina de levantarse bien temprano y trabajar todo la jornada, por lo que se adaptó sin problemas a la vida militar.

A la hora de realizar una reflexión sobre sus 35 años de servicio, el suboficial Martínez destacó: “La Armada me ha dado todo y para mí fue un segundo hogar, nada de lo que viví fue en vano. Entregué mi vida sirviendo a la Patria, por eso no tengo nada para reprocharle, al contrario, es un orgullo integrarla”. (www.gacetamarinera.com.ar)

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