Los amantes del bajo y el heavy metal también tuvieron su espacio en Clínica 13

Eddie Walker, histórico bajista de bandas fundamentales del metal argentino, fue el protagonista de la quinta edición de Clínica 13. Mucha data técnica y un mensaje que lo retrata como músico y ser humano: “La música es actitud y autenticidad, eso es lo más importante de un músico”.

Actitud y autenticidad, dos adjetivos que le caben perfectamente a los fans del heavy metal. Claro, no al que piensa que tener una remera de Metallica lo convierte en un “fan from hell”, sino a esos fanáticos de hueso colorado y paladar negro como sus remeras, esas mismas que no parecen acusar los más de 40 grados de calor de esta extraña primavera posadeña. Efectivamente, a pesar de que se vieron lagartijas usando ojotas para no quemarse en el asfalto, La Bionda, ese reducto que tantas veces ha visto desfilar a las huestes del metal local, se vio abarrotada de participantes de la quinta edición de este proyecto encarado en conjunto por el Ministerio de Desarrollo Social y los Músicos Populares Misioneros.

Cabeza rapada, nariz guileña, ojos saltones, remera de Lethal y un bajo Yamaha con muchas guerras encima colgado del hombro. Así se presentó Eddie Walker, sencillo, carismático, buena onda y, como buen heavy argento, sin acusar el calor. “En realidad detesto el frío, el calor no me molesta, relató ante los periodistas que lo esperaban en la sede del MPM. Más de uno lo miró con cara “y a este que bicho le picó”?, mientras se quitaba el sudor de la frente. Pura actitud, como la que tuvo que demostrar alguna vez ante un profesor de la cátedra de Impuestos que se negó a concederle una excepción para que falte a un examen debido a que saldría de gira con su banda y junto a Rata Blanca y Attaque 77. “No me podía impedir salir a trabajar, eran 17 fechas en 25 días, hasta tenía contrato de trabajo porque estábamos con el sello BMG. Allí decidí que no quería ser contador, que lo mío era la música y dejé la facultad”. Detrás de él quedaron 22 materias de la carrera de Contador Público en la UBA y un profesor poco rockero con la nariz sangrando.

 

La música tranquiliza a las bestias

“Me encanta dar clases y enseñar, incluso a veces un rato antes de un show, cuando estoy precalentando, puedo estar pasándole cosas a alguien. Para mi es una pasión transmitir lo que uno siente y que los chicos se enganchen con esto y no con otras cosas, como el delito o las drogas. La música tranquiliza a las bestias. En ninguna casa debería faltar un instrumento”.

Contradictorio, como cualquiera, Walker reconoce que viene de una familia con muy mal oído para la música. “Los únicos discos buenos –unos de jazz– eran de mi hermano, pero porque se los regalaron”, prosiguió irónico. Nunca había tocado un instrumento en mi vida, hasta que a los 17 escuché Iron Maiden y dije ‘quiero tocar eso’, pero no sabía ni qué era un bajo. ‘quiero tocar esa guitarra de cuatro cuerdas’. Dos años después estaba tocando en Horcas y hoy sigo tocando música y viviendo de ella a los 45 años”.

“Mi expectativa es que la gente se vaya de acá con más ganas de tocar. A mis alumnos los incentivo con que toquen. ‘Cuando te mueras vas a tener tiempo de dormir’, les digo. Estuve enseñándole a un no vidente, que incluso tocó en vivo con Lethal y con el Tano Romano. Él estudiaba en el conservatorio y me vino con todo en Braille. ‘Cuánto tiempo tocás por día?’, le pregunte, ‘como media hora’, me respondió. Ahí nomás lo quemé, y aunque claro que sigue yendo al conservatorio, ahora toca cuatro o cinco horas por día. Hay que estar en contacto con el instrumento”.

 

Muchos caciques y pocos indios

“En argentina hay poco público y muchos músicos. Estoy seguro que en un recital heavy, el 70% son músicos, pero si vas a uno de reggae, por ejemplo, hay más oyentes. Hay tantas bandas que no sé si la escena da para tanto. Imaginate que este fin de semana en el Metal Para Todos (un mega-evento de heavy metal que se desarrollará este fin de semana en el micro-estadio Malvinas Argentinas, de Buenos Aires), tocan 90 bandas de Heavy Metal, y eso es sólo la punta del iceberg. Eso no es un inconveniente si lo que se quiere es tocar y tocar, que es el fin último de la música. El problema surge si lo que uno quiere es vivir de la música, la mayoría tiene un trabajo a parte de su banda”.

“Mi primera referencia y maestro fue Steve Harris (Iron Maiden), a la distancia, claro. Tuve siete profesores y no estoy satisfecho. Me pasaron las cosas correctas pero no como tuvieron que haberlo hecho. Eso puede sacarte las ganas de seguir. Creo que todo debería ser más simple. La música es algo simple y todo el mundo debería poder tocar música. No hace falta ser un virtuoso para tocarla, hay que tocar con el corazón”.

A la hora de tratar de explicar el por qué de que el metal argentino no es tan “for export”, como otros géneros, Walker aclara: “Ojo que cada vez que toqué en el extranjero encontré pibes con remeras de bandas argentinas que ni acá se conocen mucho. El heavy argentino es muy respetado en Latinoamérica, pero al igual que acá, sigue siendo parte del under, un under grande, pero under. El metal argentino tiene un sonido muy marcado, salió de V8 y tomó un rumbo diferente al del resto del mundo, y eso se nota y se respeta”.

 

El viejo maestro

“Horcas fue el puntapié inicial y Osvaldo Civile fue mi padre musical, cuenta Walker, quien también relató que cuando fue a audicionar para ingresar a Horcas, Osvaldo Civile, la leyenda de la guitarra que falleció en el 99, lo desafió a que tocara con el bajo desenchufado usando un placard como amplificador. “Yo no entendía nada”, cuenta Walker, pero desconecté el bajo y me metí en el ropero a ver que salía. A los 30 segundos me dijo que corte, que me quedaba en Horcas. ‘Estos cansado de payasos que no tienen actitud’, me dijo Osvaldo, que también me dio otra gran enseñanza: “No creas que por tocar con Horcas vas a tener lujos, estás equivocado. Acá podes dormir en la calle o arriba del escenario’… y sucedió, y ya de grande. En Uruguay, con Lethal una vez dormimos en la calle, y en Sunchales con el tano Romano nos morimos de frío y nos tapamos con una bandera sobre el escenario, y si lo tenés que hacer, lo hacés. Eso me pasó ya a los 30 y pico, y no pasa nada.

Para terminar, una muestra más de que la actitud hace al respeto del músico. “Una vez estaban de moda los Peluche y los Comanche, y viene el manager de Peluche y me ofreció un montón de dinero para tocar con ellos. ‘Ni loco le dije, ni con la máscara de Jason salgo con ellos’. Eso me costó el matrimonio, porque era mucho dinero, pero buehhh”.

 

La clínica

Entre tanto relato que comenzara en la conferencia de prensa y continuara en un “cálido” asado camaradería en un quincho y con un par de viejas glorias del metal local, se estaba quedando afuera el motivo principal de esta visita, la Clínica de Bajo. Eddie Walker, se tomó el trabajo tan a pecho que brindó al medio centenar de remeras negras que se aproximó a La Bionda, una catarata de conceptos y técnicas de ejecución. Desde cómo entrenar los dedos (“si te dan una pierna más, al principio seguro te caés, pero cuando te acostumbrás, seguro vas a correr más rápido que los que tienen dos”, expreso acerca de que se deben usar todos los dedos para tocar), hasta derrumbar viejos mitos acerca de las escalas y la afinación. Todo matizado por dosis de solos de bajo que despertaron continuos aplausos del público. Para finalizar, y como viene siendo costumbre, un par de músicos locales acompañaron al artista en un mini set en vivo. Así, Kokó Holabachuk, un auténtico peso pesado de la batería, y Horacio Monllor, uno de las mejores voces del metal de muchos Km a la redonda (entre ambos hablamos de Corrosión, Gladiador, Atila y Fortaleza, las bases del heavy metal local) y Eddie Walker en bajo, arrancaron con una furiosa versión de Mike Tyson, del disco debut de Lethal y probablemente el primer hit del tras argentino. A la salida de La Bionda, el calor nos esperaba como Holyfield.

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