El «pibe» Caballero y la esperanza de un fútbol que quiere volver a ser «fábrica» de talentos

Lucas Caballero, 18 años, volante central de Crucero del Norte, tenía que partir ayer rumbo a España junto a Iván Molina. El club les consiguió una prueba en el Villarreal y el Valencia, de España. Pero Gabriel Schurrer le pidió hace unos días a Alejandro Duré que postergara el viaje unas semanas más, ya que el «pibe» estaba jugando cada vez mejor cuando le tocaba entrar.

Y el ex DT de Lanús no se equivocó. El viernes ante Santamarina de Tandil, Caballero metió un golazo de casi 30 metros y le dio la victoria que asegura la punta al Colectivero. Todos corrieron a abrazar al chico tímido fuera de la cancha, pero que no tuvo problemas en enganchar, hacer pasar de largo a Mosquera y pegarle desde un ángulo difícil aún con opción de pase. Con esa genialidad, Caballero destrabó un partido que venía bravo y permitió al Colectivero asegurarse el liderazgo en soledad de la zona «B».

«Ahora vamos a tener que pasar la prueba para más adelante, je», dijo en diálogo telefónico con MOL, Alejandro Duré, el coordinador de divisiones inferiores de Crucero. Duré, ex jugador de Boca y clubes españoles como Albacete y Extremadura en los años 90, fue quien consiguió mediante sus contactos en Europa esta prueba, pero se muestra contento con el presente de Caballero.

«Gabriel es un entrenador que tiene muy en cuenta a los chicos que subieron, los apoya mucho, otros entrenadores no los tienen tan en cuenta», explicó Duré, quien no está triste por postergar el viaje, al contrario, siente que está empezando a dar frutos el gran esfuerzo que hace el Colectivero con las divisiones inferiores que están compitiendo en los torneos de la AFA con los otros clubes de la B Nacional.

«Lucas es un cinco que tiene marca, despliegue, juego y buena pegada», lo define Duré, un ex delantero que también brilló en Mandiyú de Corrientes.

Caballero nació hace 18 años en Candelaria, uno de sus hermanos es Fabián «Mono» Caballero, un punta que arrancó en Guaraní en 1995. Lucas todavía no había nacido, y en ese momento el fútbol misionero estaba en una crisis terminal. Por eso Fabián tuvo que emigrar muy chico.

Hizo su carrera en clubes de Paraguay (Olimpia y Cerro Porteño, entre otros) y de ahí llegó nada menos que al Arsenal inglés, conducido por Arsene Wegner, donde compartió vestuario con jugadores de la talla de Denis Berkamp, a fines de los años 90, si bien no llegó a consolidarse. Luego de su fugaz paso por la Premier, volvió a Paraguay y todavía hoy sigue jugando en el club Deportivo Recoleta de ese país, con 36 años.

Lucas, que le lleva 18 años al hermano mayor futbolista, es tímido al extremo. El domingo pasado lo eligieron para ir a la «rueda de prensa» después del empate ante Atlético Tucumán y al juvenil se lo vio transpirar más que en la cancha.

Caballero llegó al club de Santa Inés con apenas 12 años y al principio no se destacó mucho entre sus pares, pero en los últimos tiempos empezó a consolidarse como un jugador con capacidad para llegar a Primera.

Para que jugadores como él se queden en las inferiores de un club como Crucero, es fundamental que la institución haya llegado a los primeros planos, como lo es estar en la B Nacional y mucho más, destacarse en esa divisional. De lo contrario, los jugadores con condiciones suelen ser llevados a pruebas en Buenos Aires u otras plazas (Santa Fe, Córdoba, Paraguay), como sucedió con el hermano mayor de Lucas. Y cada vez se van más chicos, con 15 o 16 años, a veces menos.

«Estoy seguro de que, como es Lucas, ayer no pudo dormir», contó Duré, quien este año ha impulsado la promoción de cuatro juveniles al plantel superior del Colectivero, Caballero, Iván Molina (17 años, enganche, proveniente de Guaraní), Pablo Stupinski (delantero) y «Melga» Melgarejo (número 5).

Caballero y los otros chicos son la nueva esperanza no solo del Colectivero, sino del fútbol misionero, que necesita empezar a promover jugadores locales, que puedan encontrar en Crucero o Guaraní una plataforma para desarrollarse como jugadores y que, de paso, le dejen algo a los clubes de la provincia.

Crucero del Norte o Guaraní necesitan empezar a contar con algunos jugadores propios que puedan vender a otros clubes locales o del exterior. En el fútbol argentino es la única forma de poder equilibrar el presupuesto de un plantel de Primera División o, incluso, de Nacional B.

Sería el próximo paso para un modelo donde el fútbol misionero de elite sea sustentable y no una aventura fugaz que dure un par de años, para luego volver al ostracismo. Y sería, también, una forma de ayudar a revertir la tendencia, acentuada en los últimos años, de la emigración de talentos, cada vez más jóvenes (un caso patente es el de «Chiquito» Romero).

Pero también es una forma de darle más oportunidades a los chicos, que en no pocas oportunidades vuelven a la provincia porque extrañan (no por cuestiones deportivas) y terminan truncando la posibilidad de una carrera en el fútbol. Mucho más fácil es si pueden asomar al competitivo mundo del fútbol en un club de sus provincias, donde estarían contenidos no solo por sus familias sino también por un entorno más amigable.

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Caballero en el partido de su debut, ante Independiente Rivadavia de Mendoza. Ese día entró desde el arranque y demostró que podía estar a la altura del desafío.

Hoy las promesas son los Caballero, Molina, Melgarejo o Stupinski. Mañana podrán ser otros chicos de la Tierra Colorada que transiten el mismo camino. Como en otros aspectos que hacen al desarrollo de la provincia, la idea es exportar productos terminados y no materia prima, y que el valor quede en casa. Es decir, convertir al fútbol en una «fábrica» de talentos.

Pero mucho más que eso, en una fábrica de ilusiones, sueños y esperanzas para muchos.

 

 

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