La grieta visible

Dentro de un año se oficializarán los candidatos que disputarán la presidencia el 25 de octubre en una primera vuelta. Si hay necesidad de una segunda, se hará el domingo 24 de noviembre. Pero el primer encuentro con las urnas será el 9 de agosto, con la celebración de las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Será ese día cuando comience a definirse el escenario político futuro.
No falta tanto y por eso, el tono comienza a subir. No está en juego la sucesión presidencial, sino el modelo de país tendrá la Argentina pos 2015.
El Gobierno tiene un año para profundizar algunos ejes de la gestión y solucionar conflictos acuciantes como la pulseada con los Buitres. Si lo logra y ofrece un candidato acorde, tendrá una gran porción del electorado sosteniendo el modelo, como lo fue en 2009. La oposición cuenta con poco más de 365 días para fortalecerse, al cobijo de una economía que no está en su mejor momento y algunas alianzas unidas por el espanto que traen a la memoria el calamitoso ensayo de los 90.

 

Será una disputa de candidatos, pero también de definiciones de la política, la economía, lo social.

 

El Gobierno muestra sus cartas. Enfrenta a los poderes fácticos -buitres, financieros y económicos locales-, fortalece el consumo interno con una intervención directa del Estado o busca la ampliación de derechos como la obligatoriedad de las salas de cuatro años en todo el país.

 

En la oposición, el maquillaje no impide ver la diferencia sustancial. Con sus matices, todos apuestan a un retroceso del Estado y la liberación de las “fuerzas económicas”.

 

El socialista Hermes Binner sorprendió con crudeza cuando dijo que creía en la mano invisible del mercado, pero sus pares no le van en zaga. Mauricio Macri anticipa que si gana bajará retenciones y eliminará las de la soja.
Sergio Massa promete “terminar con el festival de la emisión”, lo que equivale a congelar salarios, jubilaciones y achicar la intervención estatal.
Las prescripciones, depende del economista, son muchas, pero coincidentes.

 

Sin embargo, se pueden sintetizar en el último informe de la fundación Mediterránea, que, para atacar la inflación propone que “no sólo debe reducirse el ritmo de emisión monetaria sino también lograr que la gente aspire a mantener los pesos en su poder” (menos consumo cuando acusan al mismo Gobierno de la caída de la actividad).

 

“Para frenar el ritmo de emisión se requiere resolver el déficit fiscal, tarea que corresponde al gasto público, dada la presión tributaria récord. Entre los factores que impulsarán la demanda de pesos se tiene: restaurar la independencia del Banco Central, la credibilidad en las estadísticas oficiales, que el peso compita libremente contra otras monedas y mantener bajas las expectativas de inflación”, sugiere el think thank del neoliberalismo vernáculo.

 

Con crudeza, lo admiten los más mediáticos, como el economista José Luis Espert, quien recomendó un ajuste “con una economía de guerra”, que incluya “despidos en el fisco, devaluar muy fuerte el dólar oficial y hacer un ajuste monetario fuerte”.

 

Lo que tenés que hacer si querés bajar el gasto es echar empleados públicos, dado que el sector privado está echando gente ya. Acá hay ajuste, es mentira que no lo haya. Echar gente y bajar salarios”, apuntó.

 

El efecto, claro, probablemente congele la inflación. Pero será porque no habrá compradores que pujen por la escasa oferta. El remedio es sencillo. Con desempleo, se puede ofrecer salarios bajos y las empresas achicarían “costos”. Los precios, sin embargo, difícilmente retrocedan.

 

La fórmula ya está desgastada, pero no por eso es menos promocionada. Ya fue usada sin éxito en Argentina, mientras que la están padeciendo en Europa.
Hace no demasiado tiempo, para salir del ahogo de la Convertibilidad, la Alianza de De la Rúa recortó gasto público, salarios, jubilaciones y subió impuestos. El resultado fue explosivo. Es apagar el fuego con nafta.

 

La lección no fue aprehendida, aunque la sufrieron millones de argentinos en 2001 y la padecen millones de ciudadanos en el mundo, sometidos a las reglas del ajuste.

 

La grieta, la brecha, está ahí. Ese es el fondo del debate. Por eso las alianzas pueden ser posibles incluso ideológicamente contrarias. Quienes quieren el poder, apuestan a lo mismo aunque vistan distinto.

 

No es, de todos modos, una discusión que se circunscriba a la Argentina. Dilma Roussef, que en un mes deberá revalidar su continuidad al frente de la presidencia de Brasil, enfrenta un escenario similar, con una rival aupada por los grandes grupos económicos y los medios de comunicación, que, como aquí, se sienten desairados por un Estado que no acepta condiciones.
Dilma rivaliza con Marina Silva, una candidata inesperada del partido Socialista ante la muerte de Eduardo Campos, un ex aliado del Partido de los Trabajadores que encumbró a Lula en el poder.

 

Como en Argentina, al Socialismo del “huracán” Marina sólo le queda el nombre. Es la candidata favorita del establishment, que incluye a la poderosa iglesia evangélica brasileña. Su discurso de campaña tampoco difiere demasiado de los aspirantes locales: pocas certezas y generalidades, políticas “voy a gobernar con los buenos, con los mejores de cada partido”.

 

La alianza con Brasil es clave para la Argentina. Lo que suceda del otro lado de las fronteras, tiene impacto aquí y viceversa. Con idas y vueltas, enojos y sutiles reproches, Lula y Dilma construyeron una sociedad con Argentina a través del kirchnerismo.

 

Sus rivales se reflejan en los rivales vernáculos. Marina, la preferida de los medios y abanderada de “la nueva política”, asegura que continuará las exitosas políticas sociales instauradas por el PT. Pero su plataforma es una política ortodoxa y de contención del gasto. No sabe o no responde cuando se le pregunta de dónde saldrán los recursos para sostener su palabra.
Aquí también responden con evasivas cuando se les pregunta cosas similares. Pero es claro que las redes de contención social no podrán subsistir con un Estado en retirada.

 

El crecimiento en Misiones, por caso, se sostiene con la firme presencia del Estado distribuyendo recursos y apuntalando sectores que necesitan apoyo. Ese rumbo se ratifica con claridad en el presupuesto girado a la Legislatura por el gobernador Maurice Closs.

La política del ajuste en la provincia tuvo efectos adversos que como exclusión, chacras abandonadas y un crecimiento de la pobreza. Recién ahora comienzan a revertirse algunos indicadores.

 

Lo curioso es que sigan recitando los mismos versos, cuando Argentina ha dado muestras en los últimos diez años que otro rumbo es posible. Enfrentar al poder financiero no es solo un relato, como sostienen quienes se benefician con un Estado complaciente.
No se trata de pagar o no pagar, de acatar o no sentencias, sino del cómo. El país vivió una década sin acceso a los mercados de deuda y le fue mucho mejor que con la chequera disponible.
Pero incluso ahora, cuando se plantea una disputa fundacional con los fondos Buitre, los respaldos llegan más de afuera que de adentro. Y no es que justifiquen la morosidad, sino que advierten que la lucha es despareja si para contentar a unos pocos millonarios se hunde en el fango a millones de argentinos.
El diario The Guardian publicó que “más de 130 países en desarrollo acuden a la ONU para que detenga a los llamados fondos buitre que socavan arreglos de reestructuración de deuda como el que está en el centro de la batalla que mantiene la Argentina en los tribunales de Estados Unidos».

 

El artículo reseñó el conflicto que lleva adelante la Argentina con los bonistas que no ingresaron al canje de deuda de 2005 y 2010, coyuntura actual que «provocó nuevos llamados para un marco jurídico internacional». En los medios locales no tuvo eco.

 

Pero sí reflejaron con soltura que la American Task Force Argentina (ATFA), el grupo de lobby en favor de los fondos buitre, recomendó a la Argentina seguir los consejos de Domingo Cavallo de cumplir con el fallo del juez federal de Nueva York Thomas Griesa y pagar a los holdouts la totalidad de lo que reclaman en forma efectiva.
“Fue el arquitecto de la reestructuración de deuda argentina y tiene la solución para este problema que sigue empeorando: pagar”, fue la sentencia.
Cavallo lo dice sin disimulos. Pero no es el único que piensa así. En sus giras de prensa por Posadas, Elisa Carrió y Gabriela Michetti, de Faunen y el PRO, coincidieron en que Argentina debe cumplir la sentencia de Griesa a como de lugar.
Junto a Ramón Puerta, Marcos Lavagna, el hijo del ex ministro y uno de los asesores estrella de Sergio Massa, asegura que su jefe político tiene la solución, que es “negociar responsablemente” con los buitres. Michetti tampoco dio precisiones, pero juró que “hay alternativas para no caer en desacato” sin pagar el cien por ciento de la deuda. No dijo cuáles.

 

Los tres dirigentes coincidieron entre el jueves y viernes en Posadas. Desembarco raudo, conferencia de prensa y retirada. No habrán quedado demasiado conformes los operadores de Massa, Macri y la propia Carrió. La recepción fue apenas de un puñado de dirigentes en cada caso y fue casi inexistente el contacto con el calor misionero.

 

Carrió, autodefinida como un “atractivo turístico nacional”, ratificó que reincidirá con su candidatura presidencial. Fue recibida con honores por el ARI, algunos dirigentes del Socialismo y la cúpula de la UCR. No llegó a colmar el salón del hotel elegido.

 

El radicalismo aportó la mayor presencia, con su presidente, Hernán Damiani, el diputado nacional Luis Pastori y el candidato a gobernador Gustavo González. ¿Recordarán acaso las palabras de Raúl Alfonsín sobre Carrió? “Enemiga de la Unión Cívica Radical. De lo peor que se pueda pedir en cuanto a enemigos porque es hipócrita”, había dicho el Viejo.

 

Pero al radicalismo misionero que viene de cerrar una interna con más sospechas que participación, le seduce la idea de una gran alianza opositora, como sugiere Elisa María Avelina. Está claro que no alcanza sólo con los presentes.
De todos modos, primero deben solucionar sus eternos problemas partidarios. Pasaron dos semanas de las elecciones internas y cuando parecía que la juventud traía aire fresco, la misma dirigencia le da un golpe a sus expectativas.

 

Por un “error” de la Junta Electoral, compuesta por familiares directos del reelecto presidente, Francisco Fonseca, quien lideraba la lista de la Juventud, armada justamente por el poco espacio que pretendían darle Gustavo González y Osvaldo Navarro, pasó del quinto al decimotercer puesto de un plumazo. Le quitaron 50 votos que habían sido contabilizados como suyos y se lo dieron a la fórmula de González-Pastori. La Junta hizo los cambios después de haber notificado los primeros resultados y ahora, el reclamo de la Juventud será rechazado por extemporáneo. Aunque el triunfo de González fue indiscutible, el partido de la institucionalidad, no logra dar un buen ejemplo.

 

La visita de Michetti no tuvo mayor impacto. Su llegada sirvió para los afiches promocionales, pero la convocatoria fue escasa. El PRO local, de la mano de Alfredo Schiavoni tiene un núcleo duro dirigencial, pero todo un terreno por recorrer en busca de adeptos.
Los massistas Lavagna, Marcelo D’Alessandro, diputado nacional por el Frente Renovador y Diego Molea, rector de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, vinieron a disertar y convocaron a sesenta personas, con la presencia estelar de Ramón Puerta, que, parece, se consolida como uno de los referentes misioneros, aunque el propio Massa niegue cualquier contacto formal entre ambos.

 

La situación es por lo menos curiosa. El puertismo se esmera en hacer trascender acuerdos, conversaciones y definiciones entre el ex gobernador y el ex intendente de Tigre. El propio Puerta se ofrece como mediador entre Massa y Macri y pide internas para ordenar a los locales. Pero Massa respondió nervioso, en uno de los tantos set de televisión que visita por semana, que hace un año y medio que no habla con el y que tiene “otras referencias en Misiones”, como “intendentes jóvenes, dirigentes del partido Renovador, chicos muy jóvenes”. “Esa es nuestra construcción», insistió. Parece que el misionero decía la verdad.
Puerta no dudó en ubicar a Massa como “el único con propuestas para solucionar los grandes problemas de fondo” y se ofertó como su candidato a gobernador en Misiones. Los massistas celebraron sí que la Cámara Electoral nacional les haya permitido usar el nombre Frente Renovador, que estaba en disputa con la Renovación misionera, que se había denominado así.

 

Los camaristas Santiago Corcuera y Alberto Dalla Vía interpretaron que el cambio de nombre que intentó el oficialismo misionero constituía “una vía inaceptable de captación de adherentes, en tanto lleva a confundir al electorado de Misiones”. Rara interpretación si se tiene en cuenta que Massa bautizó a su espacio con el mismo nombre recién en 2013. De todos modos, los apoderados de la Renovación tienen tiempo para recurrir a la Corte Suprema.
Además de escuchar el mensaje, vale analizar el contexto. A diferencia de los aspirantes del oficialismo, que se tomaron un día o dos para recorrer la provincia y conocer sus problemáticas, los visitantes de la oposición se encerraron con los dirigentes locales, ofrecieron entrevistas a los medios, dieron sus discursos y, se fueron. Los lugares elegidos también son simbólicos. Salones de hoteles, un aula de una universidad privada, reuniones con empresarios y encuentros en la Sociedad Rural de Virasoro, por donde pasaron Carrió, Michetti y antes Melconian. El medio es también el mensaje.

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