Javier Viñas, odontólogo, marido, padre… y «hombre de hierro»

El odontólogo Javier Viñas, 41 años, casado, con dos hijos, acaba de correr el Iron Man de Florianópolis 2014, que consta de tres pruebas: 3,8 kilómetros nadando en mar abierto, 180 kilómetros en bicicleta y, por último, 42 kilómetros corriendo. Cómo es la historia de este posadeño, ex jugador de rugby de Centro de Cazadores, que un día dijo: “¿por qué no intentarlo?” y logró conciliar la vida familiar y laboral con la preparación –casi en soledad- para una de las pruebas deportivas más exigentes del planeta.

“Siendo las 4.20 del domingo 25 de mayo, suena el despertador, desayunamos y salimos al parque cerrado con Rosita (esposa), tía Neli y los chicos, iba a ser un largo día…”

Así comienza el relato que Javier Viñas hizo sobre su participación en el Iron Man Florianópolis 2014, que logró completar en 13 horas y 17 minutos, clasificando en el pelotón del medio entre los más de 2.000 competidores que participaron de la prueba.

Pero para convertirse en un “Hombre de Hierro”, el verdadero desafío comienza mucho antes, y es un reto donde se pone a prueba la voluntad, una y otra vez. Javier es odontólogo y nos recibe en su consultorio para hablar de la experiencia que, evidentemente, lo marcó para siempre. Participar en un Iron Man es uno de esos desafíos que marca un punto de inflexión en la vida. Es como correr con los toros en Pamplona para San Fermín o escalar una de las 7 montañas más altas del mundo. Simplemente, un hombre no es el mismo después de atravesar ciertos límites. Y se puede percibir en Viñas, que a pesar de su delantal verde agua que delata su “anterior” condición de simple odontólogo, luce una barba de dos meses que no “encaja” en el cuadro, más semejante a la de un escalador cuando está en la alta montaña.

El Iron Man es un triatlón pero llevado al extremo. Se comienza con casi 4 kilómetros de nado en el mar abierto, continúa con 180 kilómetros de bicicleta y concluye con una maratón, de reglamentarios 42 kilómetros. Si ya la maratón, de por sí, es un desafío reservado para pocos. No es difícil imaginar el esfuerzo de correrla después de haber pedaleado y nadado durante medio día.

En el agua

“La primera boya estaba a 960 metros, se la veía muy lejos, la idea era nadar cómodo y parejo, pasando la segunda boya, a 1.600 metros sentí un calambre en el muslo izquierdo, dije “la c…de la lora, ¿tan rápido?…”

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«Salí del agua y me sentía bien, busqué mi bolsa y fui a cambiarme…»

La primera pregunta para Javier es casi cantada: ¿Por qué? ¿Con qué necesidad?

“Siempre fui deportista, jugué al rugby, hice squash, me mantuve más o menos en forma, pero hace unos ocho años, charlando con un amigo me habló de esta prueba y algo me quedó rebotando en la mente”, recuerda.

A la hora de encarar la exigente preparación, Javier cuenta que tuvo que hacer malabares para conciliar sus ocupaciones, “pero con voluntad todo se puede”. Se levantaba bien temprano, iba a correr un par de horas antes de entrar al consultorio. O bien, después al mediodía, hacía algunos kilómetros por la Costanera. También programaba sesiones después del trabajo, entrada la noche. ¿Sábados y domingos? No descansaba, al contrario, aprovechaba para entrenar más horas. “En un momento tuve que dejar de atender el consultorio los martes y jueves a la tarde”, recuerda.

“Salí del agua y me sentía bien, empecé a equiparme, calza, remera, gafas, guardé el traje de neopreno en la bolsa y listo para pedalear. El objetivo era mantener el ritmo parejo, a 30 Km/hora…venía con viento a favor, pero a la vuelta, pasando ya los 120 kilómetros, con viento en contra se empezó a sentir…”

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«Pasando los 120 km empecé a sentir un pinchazo en la rodilla…»

¿Cómo logra una persona levantarse cada día sabiendo que además de las obligaciones cotidianas hay que salir a pedalear, correr o nadar? Cuando a la mayoría le cuesta respetar a rajatabla la rutina de ir al gimnasio 2 o 3 veces por semana. Está claro que hay que tener una motivación muy personal, casi un fuego sagrado. Como dice Clint Eastwood en la película “A Million Dollar Baby”, en la que el personaje de Hillary Swank busca convertirse en campeona de boxeo contra todas las posibilidades. “A veces se trata de luchar por un sueño que solo vos podés ver, y nadie más”.

De todas formas, Viñas no estuvo tan solo. En un momento encontró a ese entrenador/compañero/amigo indispensable para encarar un desafío grande.

“Empecé a trabajar con Martín Sturla, un triatleta profesional y personal trainer. En bicicleta me ayudó Ariel Postcka, un deportista de acá. Hacíamos 10 tiradas, pasadas de un kilómetro en un determinado tiempo, con pausas de un minuto”, cuenta. En la parte de natación, Viñas nadaba entre 3,5 y 4 kilómetros en la pileta del CASI (160 largos en una pileta de 25 metros).

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«Entrenaba a la mañana antes de ir a trabajar, o al mediodía, o también a la noche. ¿Sábado y domingo? Aprovechaba para entrenarme más horas…»

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«Le debo mucho a Martin Sturla, y en bicicleta me ayudó mucho Ariel Postcka, hacíamos tiradas de 10 kilómetros, con un minuto de pausa…»

“Dejé la bici y me fui a poner las ´zapa´ para la maratón. Cuando empezaba a correr, estaba llegando el ganador, paré a mirar su llegada y aplaudir, muy emotivo. Empecé a correr y estaba entero, era una vuelta de 21 kilómetros y dos más de 10, a los 3 me estaban esperando Rosita, Juanita y Joaquín, fue un plus de energía para seguir”.

El otro sostén esencial fue la familia. “No podés hacer esto sin el apoyo de tu familia, es fundamental”, cuenta Viñas, quien tuvo que sustraer mucho tiempo a las actividades familiares para focalizarse en el entrenamiento. “O te apoyan… o te tenés que separar”, cuenta, entre risas.

“Cuando llegué  a los 21 kilómetros no podía creer que tenía medio maratón adentro y era un hecho que podía terminar el Iron Man. A pesar del cansancio y el dolor en las piernas, estaba disfrutando todo esto…Faltaban 7 kilómetros para llegar, encaré la recta del campanario, eran los últimos metros de la competencia. La gente al costado del camino alentando a todos, era una energía increíble, hasta que llegó el momento, ingresar sobre la alfombra, cruzar el arco, ver a mi familia…”

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«Pisar la alfombra, cruzar el arco, ver a mi familia ahí, no se puede explicar…»

Así fue como Viñas cruzó la meta y como diría Alejandro Sabella, el ahora ex técnico de la Selección, Javier lo logró, cruzó su Rubicón. Ahora se prepara para el Iron Man del 2015 y quiere mejorar los tiempos, y ya empieza otra vez con la exigente preparación. Ya nada será igual.

 

FIN

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