Las selfies: una tendencia que está de moda

Los autorretratos son cosa viejísima; su conquista de las redes sociales es lo nuevo, un triunfo que le valió su propia palabra.

Este fenómeno se ha hecho tan omnipresente que, hace un mes, la versión en Internet del Diccionario Oxford de Inglés recogió la palabra selfie : “Una fotografía que se ha tomado de uno mismo, por lo general se la toma con un teléfono inteligente o cámara web, y es subida a un sitio web de redes sociales”.

La explosión de las ‘selfies’ se dio con la llegada del primer teléfono con una cámara orientada hacia quien toma la foto.
Para algunos, esta cultura selfie es a su vez un autorretrato de una generación obsesionada con la frivolidad y la imagen. Los otros responden con “no se estrese, abuelo, tampoco hay que exagerar”.

Largo camino

Antes de la fotografía y de las imágenes digitales, a los únicos a quienes les estaba dado realizar su propia imagen era a los artistas. El autorretrato es un fenómeno meramente occidental que mira al ser humano como centro del universo, nos explica el artista José Miguel Rojas, quien suele experimentar con este género. Artistas como Rembradt, van Gogh y Francis Bacon fueron prolíficos al retratarse a sí mismos. En su caso particular, Rojas afirma que el género le funciona para registrar estados anímicos.

Claro que hay una diferencia entre la intención de Rembrandt y la de Justin Bieber haciendo variaciones de muecas en su cuenta de Instagram.

Un tipo llamado Robert Cornelius, un pionero de la foto en Estados Unidos, habría sido el primero en autorretratarse en 1839. Aquello es la prehistoria de la selfie , aunque por su aspecto de anteayer podría hacerse pasar por una foto tomada para Instagram esta mañana. Cornelius inauguró una tendencia que no se haría omnipresente hasta la llegada de la fotografía digital.

Las redes sociales serían los nuevos espacios para mostrarse, como antes lo fueron los bailes, por ejemplo.

En Argentina, por ejemplo, existió un caso raro . La cultura del autorretrato en adolescentes estuvo ligada desde el 2004 con una “tribu urbana” conocida como los floggers . Su marca de identificación principal –por encima de unos pantalones imposiblemente apretados– era su afición por compartir sus autorretratos digitales en el sitio Fotolog. Antes de la popularización de los teléfonos con cámara incorporada, había decenas de miles de muchachos argentinos cargando sus camaritas digitales a todas partes, y para el 2008, se llegó a contabilizar que dos de los 15 millones de usuarios del sitio en Internet eran de aquel país. Los floggers se terminaron desvaneciendo.

Más allá de este caso extraño, hay consenso en cuanto a que la explosión de las selfies como un fenómeno se dio con la llegada del primer teléfono inteligente con una cámara orientada hacia quien toma la foto, lo cual sucedió en el 2010. Desde entonces, el fotógrafo –quien a su vez es el retratado– encontró una cámara manual que a la vez era un espejo, y pudo controlar exactamente cuántos cabellos quería sobre su frente, saber cómo tenía que inclinar la cabeza para ocultar la papada, o practicar la clásica toma a lo Julio Iglesias: “Sé que me estoy tomando una foto, pero miro casualmente hacia otro lado”.

En la red social Instagram aparecen más de dos millones de imágenes identificadas como ‘yo’; 47 millones como ‘ selfie ’; y 133 millones con la leyenda ‘ me ’ (‘yo’, en inglés).

No será raro encontrar a un tipo de 30 años tomándose sus autorretratos, pero es seguro que la tendencia ha calado redondamente entre las generaciones que exploran con su autoimagen y buscan la forma perfecta de proyectarse ante el mundo: los adolescentes.

 Foto joven

El psicólogo del desarrollo Mariano Rosabal nos confirma una sospecha: la autoimagen es uno de los grandes temas dentro de la adolescencia, y quienes ya pasamos por aquella época sabemos que invertimos esfuerzos ingentes frente al espejo. La única diferencia es que los adolescentes de hoy tienen un espejo en su cámara digital, y es un espejo conectado a sus amigos.

 

“Las tarimas o espacios para presentarse socialmente hace una o dos generaciones tenían que ver con actividades sociales presenciales: retretas, bailes, etcétera. El uso que se le da hoy a las redes sociales se orienta a buscar algo que siempre se ha buscado”, agrega Rosabal, quien además labora en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad de Costa Rica.

 

Gabriela Zumbado es una adolescente de 17 años y también una joven artista. Ella tiene una afición por los retratos (acaba de realizar una exposición virtual junto con su madre, la artista Karla Solano). Sin embargo, lejos de su creación artística, Gabriela dice que también hace selfies con frecuencia para compartir con sus amigos. El autorretrato que publica con sus amigos es solo una extensión de la gran cantidad de información que comparte sobre su vida cotidiana. Instagram y Tumblr son sus plataformas habituales.

La palabra en inglés ‘selfie’ entró al Diccionario Oxford en agosto pasado.

La explosión de la selfie podría ser analizada superficialmente como la metáfora perfecta para una cultura cada vez más egocéntrica, en la cual cada quien grita “mírenme”. No obstante, la psicóloga estadounidense Pamela Rutledge no lo percibe de esta forma. Para ella, las selfies incomodan a ciertas personas porque se nos ha enseñado que, si no somos una celebridad, un jefe de Estado o un monarca, no deberíamos tener derecho a mostrarnos, según afirma en una columna aparecida en la revista Psychology Today .

 

“¿Y si tomarse autorretratos fuera perfectamente normal? El predominio de las selfies es una de muchas manifestaciones del aumento en la autopublicación de todo tipo de información e imágenes. […] Las tecnologías sociales han redefinido lo ‘normal’ como lo que es público, compartible y susceptible de ser buscado”, agrega Rutledge, quien es directora del Centro de Investigación Psicológica en Medios.

 

Claro que Lady Gaga se toma selfies , pero también lo hizo el astronauta japonés Aki Hoshide durante una caminata espacial el año pasado. El mismo papa Francisco apareció en la primera “ selfie papal” cuando un grupo de jóvenes católicos se autorretrataron con él en agosto.

 

El fenómeno de las selfies llegaría a su punto máximo de exposición cuando la revista Rolling Stone decidiera poner un autorretrato de Jahar Tsarnaev, el sospechoso por los atentados terroristas en Boston de este año, en la portada de su primer número de agosto. La publicación despertó la indignación, pues humanizó a quien se consideraba un monstruo. ¿Cómo lo hizo? Mostrando una imagen de un muchacho haciendo lo que hacen todos los muchachos ahora: tomarse fotos.

 

 

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