Guirula recibió la paliza letal antes de que lo tiraran en el patrullero

Los investigadores determinaron que el albañil agonizó durante casi todo el recorrido entre el motel y la comisaría XIII. Sostienen que pese al mal estado en el que se encontraba, nadie se dignó a asistirlo.

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El albañil Carlos Raúl Guirula (30) agonizó entre 5 y 8 minutos, esposado en el patrullero Toyota Hilux de la comisaría XIII. Sin nadie que lo socorra dejó de este mundo de una manera muy dolorosa. Su final fue terrible y brutal. Y adquiere aún más dramatismo porque expiró rodeado de funcionarios que eran pagados por el Estado para proteger a los ciudadanos.
Los investigadores de la Secretaría de Apoyo para las Investigaciones Complejas constataron en base a pericias y testimonios que el trabajador de la construcción fue golpeado de manera bestial antes de que lo subieran a la camioneta 4×4. Que una vez que lo tiraron en la caja del vehículo solo lo esperaba una muerte rápida, porque el sangrado interno que sufría no le dejaba otro camino: tenía rotura de bazo, costillas fracturadas y los pulmones se le estaban llevando.
Entre el motel Park (Santa Catalina y Andresito), donde demoraron a Guirula, y la comisaría del barrio Guazupí, adonde llegó muerto, hay un recorrido de diez minutos: son entre 15 y 20 cuadras. La mayor parte de ese viaje, el albañil agonizó. Para los detectives de la SAIC queda claro entonces que las lesiones letales que le infringieron los policías que lo detuvieron se produjeron frente al albergue transitorio, donde se cree Guirula se resistió a que lo llevaran y recibió una andanada letal de puñetazos y patadas. Esta secuencia, precisaron fuentes de la Secretaría, está acreditada con el relato de testigos y el trabajo pericial. En la vereda del motel quedaron un calzado del albañil y marcas de arrastre.

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A los detectives les llama la atención dos cosas:
* Primero, que los propios policías admitieron que ya dentro del Park habían esposado al hombre; por lo que la paliza que le propinaron al demorado lo hicieron cuando estaba indefenso y solo podía sacudirse y, tal vez, lanzar puntapiés. Además, la desproporción numérica era notoria. Por más que Guirula medía 1,88 metros y pesaba 100 kilos, estaba rodeado de nueve uniformados, armados y supuestamente preparados para inmovilizar a personas que se muestran agresivas.
* Segundo: salvo la oficial a cargo de la primera patrulla que llegó al lugar, que correspondía a la comisaría XIII, ninguno de los demás uniformados presentaba lesiones. ¿Dónde quedó entonces la evidencia de la resistencia tenaz del albañil? Ahora serán peritados los uniformes de los nueve policías, para ver si los especialistas encuentran signos que se condigan con la supuesta resistencia. Salvo manchas de sangre de la víctima, es poco probable que encuentren otras cosas, deslizó un investigador.

Ella tenía el total dominio de la situación

La oficial Lourdes Beatriz Tabárez era la uniformada de mayor jerarquía de todo el grupo que acudió al motel. Ella tenía total control de la situación. Los demás debían obedecer sus órdenes. Fue quien dispuso la demora de Guirula y también quien debía haber frenado la agresión posterior. Pero lejos de eso, lo que se sabe hasta el momento es que ella misma habría golpeado al albañil. En su foja de servicios no tiene antecedentes de problemas con detenidos. Su situación se ensombreció todavía más cuando encontraron escondido en el armario que guarda sus pertenencias el celular del fallecido.
Una vez que el demorado fue tirado al patrullero, nadie corroboró el estado en el que se encontraba. Tampoco notaron que con el correr de los minutos, el hombre iba empeorando, hasta que finalmente expiró. Es más, ninguno de los uniformados se percató de que había fallecido hasta que llegaron a la comisaría. Allí, en la seccional, quisieron montar una farsa: lavaron la camioneta e intentaron hacer creer al juez Marcelo Cardozo que Guirula había sufrido un infarto.

 

Viejos vicios

“Esto es de una gravedad institucional tremenda”, admitió un funcionario judicial ante una consulta de Misiones Online.
Apenas empezó a cobrar repercusión nacional el caso, se abrió el debate acerca de los orígenes de este tipo de accionar dentro de las filas policiales. Un sector habla de problemas en la formación. Otros sostienen que se relaciona con ciertos vicios. Un avezado investigador con años en la Justicia de Instrucción lo explica así: “Durante su formación, los policías estudian derechos humanos, cómo tratar a los ciudadanos y demás, pero luego chocan con una realidad muy diferente en las comisarías. Allí se imponen ciertas costumbres en donde los más bichos marcan el ritmo. No se respeta al de mayor jerarquía, sino al más antiguo. Y a veces el más antiguo tiene sus mañas oscuras. Lo que noto es que en las comisarías hay poca supervisión; los jefes aparecen unas pocas horas y no tienen estricto control sobre su gente. Entonces qué pasa, se imponen otros líderes y valores. El que no pega, es un blandito, por ejemplo. Después pasan estas cosas”.
La muerte de Guirula marcará un antes y un después. De eso nadie tiene dudas.

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