“No me importa lo que estaba haciendo, él no se merecía que lo trataran así”

La viuda de Carlos Raúl Guirula (30) habló con Misiones Online y detalló cómo fueron las horas posteriores al crimen. Definió a su pareja como un padre que se desvivía por sus cuatro hijos, alegre y trabajador.

Nora Acosta (37) está quebrada. Atraviesa los días más difíciles de su vida. Todavía no cae en que su compañero de vida ya no está y tiene que hacerse fuerte para seguir adelante, con sus cuatro hijos a cuestas. En medio del profundo duelo, recibió en su casa del paraje San Isidro (barrio Giovinazzo) a Misiones Online. “No me importa lo que estaba haciendo, lo único que quiero es que se aclare bien qué pasó y quiénes fueron los responsables. Él no se merecía ese maltrato”, es lo primero que dice. Se refiere a la brutal paliza que recibió su pareja, Carlos Raúl Guirula (30), el sábado por la madrugada y que le costó la vida.
Hasta el momento son once los policías detenidos por disposición de la Justicia. A partir del miércoles comenzarán a ser indagados por el magistrado de Instrucción Uno, Marcelo Cardozo.
“Todavía no tengo la versión oficial de lo que sucedió. Ahora espero que una vez que el juez termine de interrogar a esta gente y tenga todos los estudios a mano, me llame y me diga: ‘Señora, pasó esto y estos son los responsables’. Hasta el momento, todo lo que nos enteramos fue por los medios de comunicación. Y es complicado, porque trato de cuidar a mis hijos, que preguntan por el padre y no comprenden qué es lo que ocurrió”, dice la mujer, que se desempeña como docente en una escuela primaria del microcentro posadeño.
75773_116847911711477_5889879_nNora está rodeada de su familia. Los tres hermanos de Carlos Rául la asisten constantemente, al igual que su suegra. Ella tiene un hijo de una pareja anterior a Guirula, pero aclara que su marido no hacía distinciones y “era padre de todos, de los cuatro. Con él tuvimos tres varones más, que ahora tienen 5, 7 y 9 años, respectivamente”. Hasta el sábado, el de 9 quería ser policía. Desde ese día, luego de que le contaran que su papá había muerto a manos de uniformados, rechaza la idea.
Mientras este medio hablaba con su madre, los chicos correteaban alrededor, con sus dos perros. “Ellos todavía no entienden. El que me está ayudando mucho es el mayor, que tiene 17. Él los cuida y se ha encargado de atender a toda la gente que se ha contactado con la familia”. Cuando Nora conoció a Carlos, el chico que ahora es adolescente estaba por cumplir seis años. “Por eso siempre digo que él tenía cuatro hijos, porque a ese nene él lo crió como si fuera propio”, apunta la docente.
Carlos trabajaba en la construcción. “De lunes a viernes laburaba. Los viernes a la noche salía con sus amigos, pero siempre volvía. Y los sábados, religiosamente, pagaba las cuentas de la familia. Lo único que le importaba era que a nosotros no nos faltara nada. La heladera tenía que estar llena; se enojaba si faltaba mercaderías y no le avisábamos”, relata la mujer.
El albañil había sido detenido solo una vez por una discusión. Su mujer dice que no era violento. “No tenía problemas en pagar lo que consumía, por eso me llama la atención de que no haya querido pagar una bebida”, comenta Nora, en relación al supuesto disparador del incidente que llevó a la detención a su pareja: la discusión entre Guirula y el conserje de un motel por el pago de una botella de whisky, que, en teoría, había consumido el trabajador. Ese conserje llamó a la comisaría XIII. Una patrulla apareció al rato y quiso detener al albañil, pero no pudo. Entonces pidió apoyo al Comando Radioeléctrico, que envió tres móviles. Suena a una respuesta desproporcionada para la demora de un hombre que solo discutía por una botella de whisky. Nueve policías finalmente sacaron a Guirula de su auto y lo subieron a una camioneta de la fuerza.

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Guirula fue detenido en el motel de Andresito y Santa Catalina.

La víctima había ido al motel de Santa Catalina y Andresito con dos amigos y dos chicas. Esos amigos buscaron a Nora apenas se produjo la detención. “Fueron a verme esa madrugada para decirme que a Carlos lo habían demorado. Como no me querían decir exactamente dónde había sido el arresto, hubo una confusión y fui a buscar información en la comisaría Tercera. Ahí no me dijeron nada. Entonces supuse que él me iba a llamar y volví a mi casa. Bien temprano, un hermano mío salió a buscarlo. Fue mi hermano quien se contactó a eso de las 11 para decirme que había encontrado a Carlos. Me llamó desde la morgue. Primero me preguntó qué ropa era la que él vestía. Ya ahí supuse que algo malo había pasado. Después me lo dijo directamente: ‘Él está muerto’”. A Nora le tiembla la voz, pero sigue relatando: “Fue un impacto tremendo. Ya con otros familiares fuimos más tarde a la comisaría XIII. Allí nos miraban raro, como esperando alguna reacción, pero no sabíamos qué había ocurrido. Entonces nos recibió un comisario, que nos dijo que había sospechosos detenidos y que incluso le habían incautado armas y borceguíes. No entendía nada. Recién caí más tarde, cuando estaba haciendo los papeles para retirar el cuerpo y pregunto: ‘¿De qué se murió?’. ‘Mamita, esto fue un homicidio, a él lo mataron’, me respondieron”.
Desde entonces miles de imágenes vinieron a la mente de Nora. Se le vino el mundo abajo, pero tuvo poco tiempo de detenerse a pensar. “Tuve que retirar el cuerpo, velarlo, llevar a mis hijos para que lo vieran por última vez. Ahora recién, con asesoramiento legal, voy a interiorizarme de cómo marcha la investigación”, reitera.

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La casa de víctima, en el barrio Giovinazzo de la zona de San Isidro.

Nora recibió atención psicológica de parte de una profesional de la Policía. Agradeció esa ayuda, pero remarcó fue ningún jefe de la fuerza de seguridad o funcionario del Gobierno se acercó a la familia para interiorizarse de su situación.
“Él ni nadie se merecía ese trato. Dicen que lo golpearon de manera bestial, encima cuando ya estaba esposado. Eso es lo que nos causa este dolor tan insoportable”, afirma.
“Carlos era un hombre que se desvivía por sus hijos, una persona alegre y trabajadora. No merecía ese final. Esto no tiene que volver a suceder jamás”, sostiene Nora y se va caminando despacio. Tiene que atender a sus chicos, tiene que seguir adelante, aunque todavía no sabe bien cómo.

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