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El misionero Sergio Romero, entrevistado por la Garganta Poderosa

Mucho antes de atajar, el tipo aprendió a volar, porque ni siquiera sabía que quería ser arquero, cuando vivía en ese humilde barrio misionero, donde no se calentaba por el verde césped de los Mundiales, pero se pasaba todo el día quemando pastizales, en busca de su paz, lejos de todo lo demás.

Sin guita, pero tocado por la varita en una infancia sin pelota, se “miraba la zapatilla rota” para poner más huevos, “sin envidiar jamás a los que tenían botines …nuevos”.

Y con apenas 9 años de edad, Comodoro Rivadavia le dió su primera oportunidad, como patovica del arco en el club barrial: “Desde ese día, estaba esperando un Mundial”. Ya ingresado a La Academia de su pasión, el Pato Fillol lo subió a Primera División, para que también lo elevaran todos los demás: “Hace 10 años que atajo en la Selección y quiero hacerlo 10 años más”.
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Uno indiscutido, portero de planta, juega un nuevo partido con La Garganta, en medio del vendaval y la tempestad: “A nivel mundial, no se hace fácil encontrar jugadores con humildad”. Pero como la pelota no se pincha, ni se mancha, de pronto se vuelve un hincha sobre el paravalacha: “Adentro o afuera de la cancha, mis 22 compañeros son los primeros en mantener esa sencillez, porque ninguno se piensa lo que no es”.

Sin respuestas diplomáticas, ni escenas dramáticas de tiempos mundialistas, Sergio acepta que “es difícil el ambiente de los futbolistas”, puesto que la popular no siempre razona y muchos de los que salen a criticar “no entienden que el jugador es una persona”.

Alejado de barullos mezquinos y obsesionado con la misma ilusión que los demás argentinos, suma buena onda y resta presión: “Todos nos estamos matando para darles una satisfacción”. A ustedes, a nosotros, a todos los que gritamos todavía cuando esos fueguitos queman los pastizales de la alegría: “El fútbol es capaz de generar lo que millones de pesos jamás podrían lograr”.

Por eso, en la ansiedad infernal de esta lotería que se juega en cada Mundial, nos pareció importante escuchar a este Chiquito gigante, que nos volverá a defender mañana: “Lo más grande que tenemos está en la calidad humana”.

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