Masacre en Panambí: el trabajo de los peritos consolidó la pista que condujo a la llamada Banda de San Javier

Criminalística de la Unidad Regional II respetó a rajatabla dos premisas: la celosa preservación del escenario del hecho y la búsqueda minuciosa en el laboratorio. Ahora la cúpula de la fuerza quiere trasladar el protocolo a todas las jurisdicciones.

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Por lo general su trabajo es silencioso. No están en primera plana. Ni siquiera se difunden sus nombres. Pero en casos como la Masacre de Panambí su tarea resulta determinante. Se trata de los expertos en Criminalística de la Policía de Misiones. En el caso del cuádruple crimen, son los de la Unidad Regional Dos de Oberá, que invirtieron muchas horas de su vida en el laboratorio para encontrar indicios reveladores. Fueron ellos los que encontraron la huella en una caja de zapatos que quedó tirada en la escena del atroz asalto y que resultó ser de uno de los sospechosos detenidos. También los que detectaron que coincidían los restos vegetales hallados en una prenda abandonada por los delincuentes con los que estaban adheridos a ropa incautada. Además, los que concluyeron que unas marcas de pisadas que aparecieron en la casa de la familia Knack tienen coincidencia con un par de alpargatas también secuestradas en la redada en la que cayó la presunta banda desmantelada.
La forma en la que trabajó la Policía Científica obereña es que la que fuerza de seguridad quiere replicar en todas las jurisdicciones. De ahí que se intensificaron los cursos de capacitación para los expertos de cada Unidad Regional. El eje gira en torno de dos premisas: la preservación del lugar del hecho y la búsqueda minuciosa en el laboratorio.
En cuanto a la primera premisa, especialistas que trabajaron en el caso de la Masacre de Panambí detallaron que en la casa de los Knack, el cuidado del escenario del hecho fue celosísimo. Se cuidó al mínimo detalle de que ningún uniformado o persona extraña al grupo de trabajo tocara o levantara nada. Se inspeccionó centímetro a centímetro cada rincón de la casa. Y el relevamiento fue todavía más minucioso en tres habitaciones en las que los ladrones dejaron sus rastros: en uno no había huellas porque era el cuarto que incendiaron para matar a la familia; en otro apenas voltearon unos alhajeros; y en el tercero revolvieron toda la ropa buscando el dinero que sabían los Knack guardaban en alguna parte. Sin embargo, y pese a que los asesinos se cuidador de no tocar muchas cosas, los peritos dieron con una huella en la caja de zapatos en la que la familia de madereros guardaba su plata. Esas impresiones digitales, después se supo, correspondían al ex prefecturiano Pablo Julio Paz (51), detenido, al igual que el resto de los sospechosos, en la localidad de San Javier.
Una vez levantado todo indicio que pudiera servir, el centro de operaciones se mudó al laboratorio. Allí, microscopios mediante, los peritos dieron con los pequeños fragmentos de hojas adheridos al pasamontañas abandonado por los ladrones en la vivienda. Restos similares detectaron en la ropa que le incautaron al mismo Paz, según confiaron fuentes del caso. Ese indicio más tarde fue reforzado por el relato de Cristian Knack, el joven que murió el lunes pasado tras 36 días de internación y que confirmó que el pasamontaña en cuestión era de Paz y que lo perdió cuando su padre (Carlos Knack) se enfrentó a los ladrones.
Los mismos especialistas concluyeron que había marcas de pisadas en la casa que se corresponden con la impronta que deja el par de alpargatas que también le incautaron al ex prefecturiano.
Además, el mismo grupo de expertos asegura que hay coincidencia entre el roce detectado en el auto que le secuestraron a otro de los sospechosos, Juan Ramón Godoy (44) y una impronta que apareció en un tronco colocado en las afueras de Panambí para señalizar una alcantarilla. El dato cobró relevancia porque horas antes de la masacre el coche de los asesinos, de similares características al de Godoy, dio contra ese tronco. Y un indicio más: restos de tierra detectados en el VW Bora gris de Godoy tienen semejanza con la tierra que hay en los alrededores de la vivienda de las víctimas del asesinato múltiple.
El trabajo de los peritos conjugó ambas premisas: preservación del escenario del hecho e impecable búsqueda en el laboratorio. También le tocó al mismo grupo revisar todas las armas y municiones secuestradas en el taller del sospechoso Marcial Alegre, otro de los imputados que tiene el expediente. Esa tarea le permitió establecer que todo el armamento presentaba la numeración alterada y descartar que alguna de las piezas haya sido utilizada en otros hechos delictivos recientes que se hallan impunes.
La idea de la cúpula de la fuerza de seguridad provincial es que se cumpla el mismo protocolo de tareas en todas las jurisdicciones. En ese sentido, empezó a mover sus fichas.

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