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La historia del misionero que defiende el arco de la selección

Sergio Romero, la figura contra Irán, tiene una historia curiosa vinculada con el país que organiza la Copa del Mundo. Nacido en Bernardo de Irigoyen, Misiones, a pasos de la frontera, pasó su infancia a medias entre Argentina y Brasil. Se crió muy cerca del país carioca y sueña con ganar el mundial allí pero con la albiceleste.

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La tierra colorada engalana parte del paisaje de ese pueblo donde los pobladores te guían para seguir camino al límite con Brasil: “Tenés una bajada, después hay una subida y te vas a encontrar con la barrera y ahí pasas”.

Este pueblo es el punto más oriental de Argentina en el mapa, y fue testigo de los primeros pasos de ese niño travieso que molestaba a sus tres hermanos más grandes en busca de jugar con la pelota, aunque le gustaba prender fuego los pastizales secos.

El canal braileño O Globo era el compañero para esas épocas en la cuales no existían las multicámaras de señales satelitales pero sí los Zico, Sócrates, Tonino Cerezo o Telé Santana que estaban “de aquel lado de la frontera” y entretenían a chicos y grandes, y hasta donde algunos los copiaban, aunque “de este lado” la AM acompañaba tardes y noches de fútbol y automovilismo.

Cruzando la frontera los esperaba Dionisio Cerqueira, estado de Santa Catarina, pegadito a Barracao (Barranca Grande) en Paraná, ambos divididos por postes de luz para realizar las compras y pasear, ya que a principios de los 90 el cambio favorecía a los argentinos.

Bernardo de Irigoyen fue testigo de la infancia de un niño que luego se calzaría el buzo con el “uno” en su espalda, no sólo en Sudáfrica 2010 sino, paradójicamente, en Brasil 2014, el terrunio al que él cruzaba por la barrera.
romero2Sergio Romero comenzó a tomarle el gusto al arco cuando su hermano Diego, en las soleadas siestas misioneras, le pateaba a quemarropa, fuerte y sin que se quejara. Era  “el benjamín” que seguía los pasos de su tercer hermano, el que le seguía en edad, que terminó defendiendo los colores de la selección argentina de básquet.

Un día un amiguito de jardín le pidió que ataje en su equipo. El «gurí», era desgarbado y bajito de estatura,  decidió que su buzo de portero era para “Checho”, pero cuando el morochito y con peinado con jopo se lo puso le quedaba corto por donde se lo viera.

Su hermano Diego “el brazuca” como le decían puertas adentro por nacer el 7 de septiembre, día de la Independencia brasileña  luego terminó defendiendo los colores de la selección argentina de básquet

Marcos y Oscar, más grandes, jugaban en los playones de Gendarmería Nacional mientras compartían destrezas como si Bernard, Bernardinho o William, jugadores de la época dorada del voley carioca, jugaran con ellos aunque el toque brasileño se los daba la bebida de Guaraná que tomaban cuando descansaban ya en la casa.

Había mucha gente que cruzaba a Brasil y se quedaba a vivir en busca de un porvenir, eso pudo haber sucedido con el joven que desde su Bernardo de Irigoyen natal partió a la Patagonia, llegó a Racing, descubrió Europa y hoy disputa su segundo mundial como futbolista profesional, misionero y argentino.

Durante todo el mundial, como en Sudáfrica 2010, los irigoyenses apoyaron no sólo a su selección, sino a su hijo pródigo festejando con fervor el gol de Messi y cada atajada con la uno albiceleste.

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