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Carta del Obispo Martínez: «La Trinidad y la Cultura del Encuentro»

 

 

 

En este domingo celebramos a la Santísima Trinidad. Si hay algo esencial de nuestra fe como cristianos es creer que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Creemos en la Trinidad por la revelación que Jesucristo, el Señor realizo y que leemos en los textos de la Palabra de Dios. El texto bíblico de este domingo (Jn. 3, 16-18) nos ayuda a ahondar en el misterio Trinitario revelado por Jesucristo, el Señor: “Porque tanto amo Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.”(16)…Es importante que comprendamos la significación que tiene para nuestra vida esta verdad que confesamos los cristianos. Dicha confesión trinitaria tiene consecuencias en nuestra espiritualidad, en la evangelización y hasta en la manera de vivir y concebir el mundo.

En el documento del episcopado argentino, “Navega mar adentro”, en relación a los contenidos de la evangelización hay algunos números que reflexionan sobre “la comunión de la Trinidad, fundamento de nuestra convivencia social”.

Este no es un tema menor y requiere de nuestra reflexión y evaluación en distintos niveles, tanto como argentinos, en nuestra realidad misionera, y el aporte que realizamos los cristianos desde nuestras comunidades y personalmente, a nuestra sociedad y cultura.

El mismo contexto cultural nos presenta un tiempo demasiado individualista y fragmentado, donde priman los intereses particulares y sectoriales sobre el bien común, y la responsabilidad del ejercicio del compromiso ciudadano.

El texto de “Navega mar adentro” nos dice: “El existir con otros y el vivir juntos, no es el fruto de una desgracia a la que haya que resignarse, ni un hecho accidental que se deba soportar, ni siquiera se trata de una mera estrategia para poder sobrevivir. Toda la vida en sociedad tiene para las personas un fundamento más hondo: Dios mismo.

La Santísima Trinidad es fuente, modelo y fin de toda forma de comunión humana. A partir de la comunión trinitaria hemos de recrear los vínculos de toda comunidad: a nivel familiar, vecinal, provincial, nacional e internacional. En el diálogo y en el intercambio libre de dones, animados por el amor, se construye el “nosotros” de la comunión solidaria”. (65).a

Resulta asombroso ver como por un lado crece positivamente la valoración de los derechos humanos, base de una justa y solidaria convivencia social y por otro se parcializa la comprensión de los mismos derechos y se cae en la omisión de tantísimas situaciones que atentan contra la dignidad y la misma “vida humana”.

Desde distintas propuestas de formación, en perspectiva del discipulado cristiano en la pastoral en general buscamos comprender y comprometernos con una valoración de la dignidad del hombre y la vida. En nuestra Diócesis vamos realizando una pastoral que nos permita tener una valoración de la vida en todos sus aspectos: la vida por nacer desde su concepción, los derechos del niño, su nutrición, educación, señalando la gravedad del flagelo del alcoholismo y la droga que va sumergiendo en la oscuridad el futuro de tantísimos jóvenes, la vida digna de las familias, adultos y ancianos. Esto será un aporte fundamental a una comprensión más integral de los derechos humanos. También podemos señalar que el trabajo evangelizador en favor “de la vida”, tiene necesarias consecuencias sociales que recrean nuevos y mejores vínculos de comunión social. Nuestra próxima Asamblea diocesana del viernes 20 de junio será un momento de encuentro que nos permitirá revisar y continuar nuestro camino pastoral.

Es cierto que para muchos esto puede parecerles idealista y ni hablar de considerar la convivencia desde “la dimensión trinitaria”, aún cuando casi todos los actores sociales se denominen cristianos. En realidad es importante advertir que lo utópico es creer que podremos mejorar y progresar fundamentados “solamente” en aspectos pragmáticos y eficientistas que omitan algunos valores y la cuestión ética.

Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo.

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

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