Se amplía en Misiones el mercado de la moringa, una planta a la que le adjudican múltiples propiedades

Dicen que sirve para la nutrición, calmar el dolor y hasta para purificar al agua. Uno de los pioneros en la producción local de la especie es Carlos Brizuela (60). Él contó cómo llegó la semilla al Paraguay y después su desembarco en Misiones.

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Dicen que en la llegada de las plantas de moringa en el Sur del Paraguay y su posterior ingreso en la Argentina tuvo mucho que ver con una decisión del actual vicepresidente Juan Afara. En un viaje que hizo a la India preguntó qué cualidades tenía esa especie, a la que vio en grandes sembradíos, y cuando le dijeron para qué servía, no lo dudó. De inmediato pensó en traerlo a su país. Ya en la Gobernación de Itapúa, impulsó que la especie se sembrara en distritos como María Auxiliadora y otros puntos de las Colonias Unidas. De ahí su llegada a Misiones fue apenas un paso.
Sin embargo, en la Tierra Colorada le costó imponerse. Uno de los principales productores, el pionero y un confiado en las virtudes de la llamada “planta de la vida”, es Carlos Simón Brizuela (60), vecino del barrio Los Kiris de Posadas. Él conoce bien la historia y la cuenta sin reservas.
“Hace unos seis años, yo trabaja en el área de Recuperación de Suelos del Gobierno de Itapúa. En ese entonces, había una fuerte política de entrega de semillas de moringa a la población y tenía que ver con un plan integral de salud. La idea era que la gente consumiera esta especie, que es un implacable antiparasitario. Una vez atacados los parásitos, seguía como segunda etapa la aplicación de un programa alimentario. Así entré en contacto con la planta”, recuerda el emprendedor.
Añadió que trajo a Posadas las semillas y las plantó. “Empecé a mostrar las plantas, semillas y hojas, en las ferias francas, pero en un primer momento el interés era escaso. Recuerdo que apenas dos japoneses me compraron. Después, la difusión del trabajo que se había hecho en Paraguay cambió el escenario. Ese país hizo convenio con Europa para su aprovechamiento y por todos lados se supo qué usos se le podía dar: nutricional, antiflamatorio, de complementación para la alimentación animal, para purificar el agua, como biocombustible”, indicó.

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El Señor de la Moringa
Brizuela pasó a ser conocido en las ferias como “El Señor de la Moringa”. Y empezaron a comprarle de todos lados. Tanto que ahora dice que no da abasto, teniendo en cuenta que su producción no es a gran escala. “Lo venden en el Mercado Concentrador de Posadas, en Eldorado, en Buenos Aires y también en Córdoba. Y cada vez le encontramos más cualidades. Sin ir más lejos, hace poco tuve un problema en la rodilla izquierda y usé hojas de la planta con alcohol para friccionar la zona que me dolía. Hoy puedo decirle que estoy recuperado”, cuenta el productor.
Enumera las distintas presentaciones que conoce de la moringa: sobres de hoja seca (rico en vitaminas), hojas con palitos, en cápsulas (moringa en polvo) y macerado con vodka o ron, que se vende como un poderoso digestivo. “Sé incluso que en Colonias Unidas, Paraguay, ya comercializan como aditivo de la yerba mate. También está la variedad con alcohol en gel”, apuntó.
“Las semillas se plantan en agosto. A los 8 o 15 días, germina. Hay que esperar otros 15 días para pasarlo a la tierra o a la maceta. 40 días después, se puede llevar adelante la primera cosecha. No se usa químicos, porque la única plaga que la afecta es la hormiga cortadora. Lleva muchísima fertilización orgánica, exposición al sol (es una especie con gran cantidad de clorofila) y riego”, explicó.
La planta tiene un período de vida de 20 años y cada ejemplar puede producir 25 mil semillas. Puede crecer entre 3 y 5 metros en su primer año y hasta 10 en su adultez.
Brizuela dice que la gente que lo contacta luego planta la especie. Él, de su lado, hasta sembró en la plaza del barrio Los Kiris. “Estuve en contacto con un productor lechero que quiere suplementar el alimento de sus animales con moringa. Lo mismo un criadero de cerdos que pretende utilizarlo para el engorde”. Se entusiasma el emprendedor y resume: “Las hojas pueden ser clave para los humanos y el resto totalmente aprovechable para la alimentación animal”.
Pero el productor sabe que es algo que puede llevar tiempo. Afirma que apuntar a una producción nueva, siempre es un desafío que no todos quieren encarar, por eso se recuestan generalmente en los cultivos tradicionales. De todos modos, confía en que el tiempo le dará la razón, como lo hizo con Afara en Paraguay.

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