El viajero en su laberinto

Los hay elegantes, conmemorativos, enormes, pequeños, antiguos o recién inaugurados. Los laberintos, que acompañan al hombre desde tiempos mitológicos y que tuvieron su época dorada con los absolutismos modernos, siguen siendo un atractivo turístico convocante. No solo por el placer de desentrañar sus circuitos imposibles, sino porque, en muchos casos, se corresponden con un entorno de gran belleza.

Y en ese crecimiento aparece como novedad el Laberinto Patagonia, inaugurado el último verano en la localidad de El Hoyo, en Chubut, una pequeña comunidad cordillerana ubicada a mitad de camino entre Esquel y Bariloche, famosa por sus chacras de frutas finas. De hecho, aquí se concentra el mayor volumen de producción de estos cultivos en el país. Desde el casco urbano de El Hoyo parte el camino llamado del Desemboque. Bordeando el río Epuyén a lo largo de seis kilómetros, se llega entonces a este nuevo laberinto. Nuevo para el público, porque los más de 2.100 cipreses que lo componen se plantaron a mediados de los ’90, y los miembros de la familia Levi, encargados del lugar, son quienes hoy lo comparten con el público. Casi 20 años después, aquellas plantas lograron conformar un cerco vivo de 1,8 metros de altura y 80 centímetros de espesor. En su interior, los pasillos tienen 1,2 metros de ancho, y conforman una intrincada red que, con un área de 76 por 112 metros, es el mayor laberinto en Sudamérica.

Pero además, por la ubicación especial del prolijo parque de cinco hectáreas que lo alberga, es de los sitios más bellos que pudiera pensarse para una propuesta como esta. La confitería con productos frescos y orgánicos de la propia chacra completa un combo irresistible. De hecho, a solo dos kilómetros se encuentra Patagonian Wines, la bodega más austral del mundo, cuyos viñedos embellecen las postales del cerro Pirque. Si se continúa por el camino que viene de la ruta 40, se arriba al Desemboque, es decir, el sitio en donde el río Epuyén desagua en el Lago Puelo. Es un sitio de una belleza inusitada, normalmente mucho menos concurrido que el sector del Lago Puelo más cercano a esa localidad.

Además del laberinto Patagonia, hay otros dos exponentes similares en el país. Uno es el famoso laberinto El Descanso de los Cocos, en Córdoba, un clásico rodeado de un museo apícola muy interesante de conocer.El restante es el menos conocido y se ubica en el Parque Vortisch, en Montecarlo, Misiones. Se trata de un laberinto vegetal de 3.100 m2 compuesto por casi 1,8 kilómetros de ligustrinas y con un puente elevado que permite a quien ya logró sortear sus callejones, observar a quienes siguen dentro de él e imaginarse nuevos recorridos.

El rostro de Lincoln

Enormes como parecen, estos laberintos son pequeños comparados con algunos de los más llamativos que hay en el mundo, como por ejemplo elLaberinto Verizon, en Nebraska, Estados Unidos, que ocupa nada menos que 21 mil hectáreas. Ni hablar del Laberinto Lincoln, que se creó en 2009 como homenaje al antiguo presidente norteamericano en Illinois. Desde el aire se podía ver el rostro de Lincoln en un típico laberinto de maíz pero de unos colosales 28 km2.

Claro que con plantas que crecen velozmente, no es necesaria la paciencia que requirió crear el Laberinto Patagonia, y cuyo premio se recibe dos décadas después.

 

/ 3D Cronista Comercial

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