Misioneros haciendo patria a varios grados bajo cero

Base Esperanza

Base Esperanza

Fernando Fretes tiene 34 años y desde su Puerto Esperanza natal decidió un día estudiar odontología en la UNNE de Corrientes, luego en 2007 se radicó en Buenos Aires, donde ingresó al ejército argentino como profesional. Allí formándose en el hospital militar de Campo de Mayo como cirujano máxilo facial, fue que recibió el ofrecimiento de instalarse un año en la Base Esperanza de la Antártida. La respuesta inmediata ante semejante oportunidad fue que si. Su historia se suma a la de Roberto Mayerhofer de Eldorado, que permanecerá hasta septiembre en la base Marambio.  

Fernando Fretes en su consultorio en la base

Fernando Fretes en su consultorio en la base

El teniente Fretes llegó entonces a Esperanza en diciembre de 2013, como parte de la dotación que permanecerá allí hasta el último mes de este año. Con él arribaron también varias familias, ya que esta base que depende del Ejército Argentino, es la única donde además del personal científico y militar, hay mujeres y chicos que acompañan a sus padres en la tarea que les fue encomendada, de acuerdo a su función. Por eso también en el lugar hay una escuela y hasta una radio que depende de Radio Nacional.

 

La base se encuentra a 93 km de Marambio, y allí conviven tres tipos de personal. Están los científicos, el grupo de trabajo integrado por militares que se encargan del mantenimiento y solo están durante tres meses al año, y la dotación, que son los que se quedan un año completo. En la actualidad residen allí unas 45 personas.

 

Mientras conversaba con Misiones On Line, Fernando contó que estaban con una sensación térmica de -20º C, pero que era un “día tranquilo”, porque hay veces en que los registros alcanzan los -27 º C con vientos de hasta 120 km por hora.

 

“Mi destino es el Hospital Militar de Campo de Mayo, allí me ofrecieron venir a la Antártida, y yo dije que si. Entonces me pasaron al comando Antártico y luego vine. Pasa que acá están queriendo mejorar la atención a la gente, y para eso es necesario tener un odontólogo. Cuando vine, el consultorio o encontré en buen estado y con todos los materiales para trabajar, pero mirando los registros encontré que el último odontólogo que estuvo un año entero, fue en 1981. Después han venido pero solo por tres meses, y el problema era que cuando se iban de la base, el médico era el que debía atender esas cuestiones”.

 

Sobre la experiencia que está viviendo, el misionero lo describió así: “la vida en cierto punto es como una aventura. Dios me fue poniendo diferentes cosas en el camino. A fin de año me ofrecieron venir acá y me dije, no me puedo perder esto. Porque siempre uno tiene esa cosa de pensar como será la Antártida y la verdad es que  es impagable levantarse por las mañanas, mirar por la ventana y ver el glaciar o la bahía. A veces ves pasar las ballenas, y también los pingüinos o lobos marinos”.

 

 

Mucho frío, muchas comodidades en la base

 

Fernando aseguró que antes de llegar a Esperanza pensaba que iba a vivir un año en in igloo, sin embargo se encontró con que en la base se tiene todo lo que se necesita. “No nos falta nada acá, tenemos celulares, acceso a internet, Wi Fi en toda la base y  televisión satelital. Hasta hay un proyector donde se puede armar un mini cine en el hall central del casino. Uno siente la lejanía de la familia, pero comodidades no nos faltan”. 

 

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