Las asimetrías internas

Escribe Juan Carlos Argüello, Jefe de Redacción de Misiones On Line.

Una de las principales deudas desde la recuperación de la democracia es no haber fortalecido el federalismo que rige en los papeles, pero demasiado lejos está de ser una realidad. Las decisiones siempre se tomaron en beneficio del centralismo del puerto de Buenos Aires, eje político desde antes de la Independencia y el interior quedó relegado, con mayor o menor suerte, de acuerdo a su potencial agrícola, ganadera, minera o petrolera.

 

Las provincias que carecen de estas riquezas, quedaron relegadas y con carencias estructurales por nefastas políticas estratégicas que alimentaban potenciales conflictos fronterizos. Ese escenario todavía es palpable en muchos lugares del país y aunque la política ha evolucionado, persiste el pensamiento centralista en la toma de decisiones, incluso en aquellos funcionarios que provienen del interior.

 

Esa lógica se repite en los medios de comunicación, que presentan a las provincias como cacicazgos poco responsables, eternamente endeudados y necesitados de asistencia nacional. Pero en realidad, son las provincias las que alimentan a la Nación y toda decisión que ésta tome, impacta en las economías y en sus políticas. Por ejemplo, Misiones aporta a la caja nacional de recaudación, varios miles de millones de pesos más de lo que recibe por coparticipación, diferencia apenas compensada con obras de infraestructura, largamente demoradas.

 

El mismo reparto se repite con otras provincias, aunque sean más beneficiadas por la coparticipación federal, que debería ser revisada según la reforma constitucional de 1994.

 

Pero las decisiones se toman pensando en la Capital Federal y el conurbano bonaerense. El último acuerdo de precios presentado por el Gobierno nacional es una simple muestra. Al margen de que no soluciona de fondo el problema de la inflación, el pacto con supermercadistas y proveedores se concentra “en una primera etapa” en beneficio del consumidor porteño y bonaerense y recién en los próximos meses llegará al interior con precios diferentes y más altos entre distintas regiones en función de los costos logísticos.

 

Es decir, el interior, que abona el terreno donde se produce buena parte de los alimentos de la Argentina, pagará más caro por estar “lejos”. En las góndolas porteñas, por ejemplo, se consigue yerba más barata que en Misiones. El precio bajo en las góndolas, impacta en toda la cadena productiva, eternizando la inequidad en la distribución de la riqueza entre cada eslabón y una recaudación mayor para la Provincia.

 

Lo mismo sucede con los combustibles, que volvieron a aumentar. En Buenos Aires se paga dos pesos menos que en la provincia, donde superó la barrera de los diez pesos el litro.

 

El país padeció en los últimos días de diciembre una intensa ola de calor, pero todas las miradas se concentraron en Buenos Aires, donde hubo cortes de energía eléctrica por mucho más días de los que se puede soportar.

 

Las excusas de las distribuidoras son inadmisibles, como la mirada pasiva del Estado hasta que no fue demasiado tarde. Pero la entendible furia de los damnificados no debe esconder que los subsidios nacionales hacen que las tarifas eléctricas en Buenos Aires sean de las más bajas del país. Los misioneros pagan mucho más y no tienen otra alternativa, como el gas natural, para abastecer a industrias o consumos domiciliarios.  

 

Esas asimetrías internas no hacen más que extender las desigualdades entre argentinos, que no fueron superadas pese a una década de crecimiento económico, que se mantuvo a pesar de las peores crisis financieras globales. Si la recaudación que crece se queda únicamente en las arcas nacionales, las provincias deben rogar la generosidad de la Nación para refinanciar deudas y ayudas “federales” para incrementar salarios. Es claro que el Gobierno nacional puede admitir negociaciones paritarias elevadas, porque su recaudación crece al mismo ritmo, pero en las provincias, con políticas impositivas rozando lo insoportable, no hay muchas opciones para aumentar los recursos y deben aguantar reclamos salariales que van en la misma línea que los acuerdos que se alcanzan con la Nación. El conflicto policial iniciado en Córdoba desató una ola de reclamos similares en todo el país y acuerdos salariales que difícilmente las provincias pueden afrontar. Chaco y Entre Ríos ya dieron marcha atrás con lo acordado con el argumento de una presión extorsiva por parte de los uniformados, en medio de los saqueos.

En Misiones no los hubo, pero los mismos policías se ufanan ahora de haber conseguido una suba sustancial con la amenaza de un levantamiento. Más grave aún, dicen por lo bajo, haber aprendido que tienen el poder de presión del que carece cualquier otro gremio.

 

Pagarles el 35 por ciento de aumento a los policías y porcentajes similares a los otros gremios, es un compromiso duro para el Gobierno. Por eso se decidió modificar la política impositiva, con un aumento de 0,5 puntos para todas las categorías de Ingresos Brutos y crecimientos porcentuales mucho más sustanciales para las actividades financieras, telefónicas y de juegos de azar, que pagarán entre seis y 13 por ciento de sus ganancias.

 

Está claro que aumentar los impuestos no es una decisión que sea placentera, pero a las provincias pocas opciones les quedan para seguir el ritmo cuando la economía afloja. Por eso mismo, el gobernador Maurice Closs decidió suspender la aplicación de una tasa yerbatera, que generó revuelo en todo el sector, porque iban a ser los productores primarios los más perjudicados, como eslabones más débiles de la cadena productiva. Eran 0,99 pesos por kilo de canchada que tendrían que tributar los yerbateros encareciendo toda la producción.

 

Ante el planteo agrario, Closs convocó a todos los sectores y decidió el viernes suspender la tasa. Habrá un nuevo encuentro en el que los mismos productores acercarán opciones para aportar a la recaudación provincial sin afectar la competitividad yerbatera, afectada por la tasa en detrimento de Corrientes, que no paga los mismos impuestos. La alternativa más viable es que convencer a la Nación de incluir un peso en el precio final en góndola, que tendría el destino específico de un fondo provincial.

 

De esta manera, sería el consumidor el que, con apenas un peso, estaría aportando a aliviar la caja. En realidad, esta idea fue propuesta por el Gobernador hace ya bastante tiempo, pero siempre chocó con la tozudez de Guillermo Moreno. Como se explica más arriba, en definitiva, el consumidor porteño paga menos por la yerba que lo que cuesta en Misiones, pero es ésta provincia la que subsidia al sector, paga a los tareferos cuando no hay cosecha y ayuda a las cooperativas. La riqueza, en cambio, se queda en buena parte en los intermediarios y supermercados, muchos de los cuáles ni siquiera tributan en Misiones.

 

Los productores, sectores intermedios y los industriales, valoraron el gesto de Closs de convocar al diálogo y escuchar los planteos. El ministro del Agro, Néstor Ortega, quien ofició de vocero del encuentro, sostuvo que la suspensión de la tasa fue decidida por Closs en función de sostener la paz social en la provincia, ya que había amenazas de protestas y en virtud de que no se pretende hacer algo que dañe la economía de una de las principales actividades, a la que el Gobierno aporta una ingente cantidad de dinero.

 

Quedan poco menos de dos años de mandato para la presidenta Cristina Fernández. El kirchnerismo aportó mucho para que ésta sea una década ganada en comparación con las anteriores, especialmente si se ponen en la balanza los efectos de las políticas de los 90. Pero queda mucho por resolver para que algunos indicadores positivos se sostengan en el tiempo y se terminen de resolver otros. Apuntalar un real federalismo es una de las cuestiones pendientes. De otro modo, serán triunfos efímeros y las desigualdades se mantendrán en el tiempo.

 

La virtud del kirchnerismo en estos años ha sido recuperarse en los peores momentos, aún cuando la oposición tuvo mayor respaldo electoral. El recambio de ministros y la llegada de Jorge Capitanich a la jefatura del Gabinete trajeron aire fresco a la administración. Con Axel Kicillof en Economía, tienen la posibilidad de recuperar la iniciativa con soluciones de fondo. Hasta ahora no aparecieron medidas de fondo que puedan modificar algunos problemas estructurales. Empieza otro año, la oportunidad está abierta. Pensar en el todo y no únicamente en el centro, es la clave para no dejarla pasar. 

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