El drama de la trata de mujeres en La Guayaba

El realizador Maximiliano González estrenó comercialmente «La guayaba», un filme rodado entre Iguazú y Buenos Aires y en el que trata el angustioso tema de la trata de mujeres con fines de prostitución. 

 

La película, que además de su estreno comercial en el país tiene pautada su participación en festivales internacionales como Manheim, La Habana, Suiza, Miami y Punta del Este, fue rodada en 2012 y cuenta con protagónico de Nadia Ayelén González y las actuaciones de Lorenzo Quinteros y Marilú Marini.

 

 

«Siempre tuve en claro que se trataba de una película necesaria, que quizás no es fácil de ver porque habla de una dura realidad de nuestro país y del mundo, que es la trata de mujeres con fines de explotación sexual», cuenta González en charla con Télam.

 

 

El realizador, nacido y criado en Puerto Iguazú, vuelve en el filme sobre los paisajes de su infancia y también de su opera prima, «La soledad».

 

 

«Es casi una continuidad, no temática, con `La soledad´, de 2008, donde tocaba el tema de las madres niñas en Misiones, tenía la idea de una segunda película que continuara con las mujeres adolescentes en la región y así surgió `La guayaba`», remarca  González, formado cinematográficamente en Rosario y la ciudad de Buenos Aires y uno de los participantes de la selección de cortometrajes Historias Breves 2.

 

 

«La trata de personas -cuenta el cineasta- está expandida en todo el mundo, son las nuevas esclavas de este siglo, lo que tiene de particular Misiones y Puerto Iguazú es que son zonas de frontera, donde una delicada situación social y económica puede hacer propicio el engaño a estas jóvenes que caen en la red de la trata».

 

 

El filme cuenta una historia tejida a partir de una serie de relatos, por cuanto, explica González, los modos como las chicas caen en la red de la trata no es muy diferente.

 

 

Se trata del caso de Florencia (Nadian Ayelén González), quien ante una difícil situación socioeconómica deja Puerto Iguazú con la promesa de un trabajo de empleada doméstica pero es conducida a un prostíbulo junto a una ruta.

 

 

«Me parece importante referirse a estas cuestiones porque siempre que el cine se ocupó de estos temas logró universalizarlos, además de que creo que las problemáticas tocadas en la ficción logran generar conciencia», cuenta González.

 

 

En este sentido, el realizador dice que buscó «una narración sencilla que tuviera la capacidad de generar debate sobre lo que está pasando pero sin olvidar nunca que se trata de una ficción y debe sostenerse por su propio peso y por su historia».

 

 

Sobre su idea de volver a Puerto Iguazú para filmar, González cuenta que esto tiene que ver con la decisión de «pintar la propia aldea».

 

 

«Mis primeras imágenes son de Puerto Iguazú, ahí pasé mi infancia y mi adolescencia, me interesaba volver a ese lugar con mis películas, sentía que debía volver a mi lugar», detalla el cineasta que en la actualidad vive en Buenos Aires.

 

 

«Pero lo central -aclara- pasa por las vivencias y por generar un registro de una época y un momento, no por un color local, la diversidad o la belleza del lugar».

 

Otro aspecto importante del filme es la mirada que realiza sobre los hombres que van al prostíbulo, donde traban relación con las chicas sometidas a la esclavitud de la trata.

 

 

«En general estamos acostumbrados a poner la lupa sólo en los que secuestran y obligan a prostituir a las chicas, que obviamente son delincuentes de máxima responsabilidad, pero además de esto en la película quisimos abrir el punto de vista y no dejar de lado a los que consumen este tipo de sexualidad, que también tienen una parte importante de la culpa porque sin ellos el fenómeno no existiría, es gente que convive con eso naturalmente, desentendiéndose de todo lo que hay atrás», concluye.

 

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas