“Soy un soldado de la diplomacia”

Jorge Roballo, es misionero y estrena su cargo de embajador en Corea del Sur. Nació en Campo Ramón y siempre tuvo fascinación por los mapas y las distintas culturas del mundo. Construyó una sólida carrera diplomática que le permitió ser testigo de algunos cambios políticos trascendentales

Se define como un trotamundos. Hace 61 años nació en Campo Ramón y la sencillez provinciana cercana a la naturaleza y el aire libre lo han marcado a fuego. Desde siempre tuvo pasión por conocer el mundo y se puede decir que está cumpliendo con ese sueño. Jorge Roballo acaba de asumir como embajador en la República de Corea y dejó atrás una misión en el convulsionado Egipto, pero antes conoció varios países del mundo y estuvo en Alemania que se reconstruía después de la caída del muro de Berlín.

 

 

«La experiencia en El Cairo ha sido por demás provechosa, tanto en lo personal como en lo profesional.  Ser testigo de un cambio tan fuerte en la sociedad egipcia no se da en cualquier momento. Lamento mucho que la situación se haya salido de límites y se hayan producido tantas muertes y tantos heridos. Cuando la religión se mete en el medio, suceden estos fanatismos.  Por suerte, parece que la situación se está normalizando. Ha sido una fuerte reacción del pueblo egipcio que, con mucha frustración y desasosiego, no soportaba más la inoperancia de la administración islamista y se propuso cambiarlo. En este momento hay un gobierno de transición y muy pronto se llamaran a elecciones generales», relata sobre su anterior destino, antes de mudarse a Corea, donde llegó el jueves.

 

 

Pese a los kilómetros recorridos, el flamante embajador en Corea recuerda su infancia con nostalgia. «Nací en el kilómetro 12 de la ruta 14, en la casa que tenían mis padres en Campo Ramón. Mis primeros dos años de escuela primaria los hice en la escuela del kilómetro 11 (de la ruta 14) y recuerdo con mucho cariño a mis primeras dos grandes maestras: «Chiyu» Wall en «infantil» y Pilar Jensen en «superior». Tampoco quisiera dejar de reconocer muy profundamente las enseñanzas de mi querida hermana Lía, quien me enseñó a leer y escribir antes de llegar a la escuela y me facilitó el aprendizaje y el conocimiento. Mi infancia ha sido maravillosa, descalzo, con mucha sencillez provinciana y muy cercana a la naturaleza y el aire libre. Luego nos mudamos a Oberá y entonces ingresé al Colegio Mariano, donde hice el resto de la escuela primaria. Los estudios secundarios los hice en la Escuela Superior de Comercio 1 de Oberá, de donde egrese como Perito Mercantil.  Mis estudios universitarios los hice en Buenos Aires, en la UADE (Universidad Argentina de la Empresa), donde obtuve los títulos de Licenciado en Administración, en Finanzas y Contador Público.

 

 

¿Cómo y cuando nació la vocación por el servicio diplomático?

 

Estando en la Universidad, a los 19 o 20 años, decidí acercarme al Instituto del Servicio Exterior de la Nación para averiguar sobre la carrera. Era algo que me atraía, que tenía escondido en mi alma. Cuando me informaron los requisitos para el ingreso, me di cuenta que era muy joven, que me faltaba mucha preparación. Me faltaba no solo un título universitario sino también idiomas, conocimientos generales, historia, economía, política, etc. Decidí entonces continuar con mis estudios en la Universidad y prepararme -con mucha dedicación- para un algún día volver a intentarlo nuevamente.

 

 

De niño he sido muy amante de la geografía, los mapas y la música. Quizás, por influencia de mis antepasados inmigrantes y las historias sobre el mundo que escuchaba y me leían, fue que decidí embarcarme en esta carrera que me permite hoy defender y hacer conocer nuestro país en todos los rincones de la tierra.

 

 

Es el máximo honor que puede tener un argentino: representar oficialmente a su país en el exterior y promoverlo, defenderlo y tenerlo en las espaldas las 24 horas del día, todo el año.

 

 

¿Cómo ven en su familia la carrera de trotamundos…?

 

La carrera es fascinante, maravillosa, pero también tiene cosas que a veces propone dificultades en cuanto al desarrollo familiar (desarraigo, educación de los hijos, etc).  No es fácil encontrar una persona que pueda acompañar a uno en tan cambiantes situaciones, países, idiomas, costumbres, etc. Creo que siempre estuve muy enamorado de mi carrera y por eso, muy pronto me casé con ella.   

 

 

Mi familia se adaptó rápidamente a mi espíritu movedizo y viajero y siempre me ha acompañado, a veces a regañadientes, en todos mis proyectos y mis intenciones. Lamentablemente mis padres no han podido observar mis avances en la carrera ni mis supuestos «éxitos profesionales». Todo lo que logré lo hice a costas de un enorme esfuerzo de mis padres quienes de niño me inculcaron la idea del respeto hacia las personas, la dedicación y el trabajo como legítimo sostén de todo éxito en la vida.   Y me di cuenta que, parafraseando a un poeta, para lograr algo «…hay que querer suficientemente».

 

 

Con el tiempo, uno termina con dos familias:   una, la natural y otra, la de las amistades que uno va construyendo en el tiempo.  Ambas son importantes y siempre están, siempre perduran en el tiempo.

 

 

¿Qué países recorrió?  ¿Qué experiencias rescata?

Antes de ingresar al Servicio Exterior recorrí Brasil, Chile, México, luego Europa y más tarde el sudeste asiático. A fines de 1985 recibí mi primer puesto diplomático en la embajada argentina en Tokyo, Japón. Allí permanecí durante cinco años. La segunda salida en puesto diplomático fue a Berlín, como cónsul general adjunto.  Luego de tres años, en los que fui testigo del intenso período de reconstrucción de la ciudad luego de la caída del Muro, regresé a Tokyo, ya como el segundo de la Embajada. Volví a Buenos Aires en 1999.  Fui subdirector nacional de Ceremonial hasta la asunción de Fernando de la Rúa. En enero de 2002 regresé a la Cancillería como subdirector nacional de Ceremonial y en mayo de 2003 presenté mis Cartas Credenciales ante el presidente Hipólito Mejia como embajador ante la Republica Dominicana. Pasé allí seis años muy fructíferos, de mucho aprendizaje, en un país que me recibió muy fraternalmente y donde deje un invalorable grupo de buenos amigos.

 

 

En 2012 tuve el honor de efectuar la apertura de la Embajada Argentina en Baku, República de Azerbaiyan, donde estuve acreditado como Encargado de Negocios, otra experiencia inigualable.

 

 

Estuvo en Egipto en un momento de cambios políticos profundos. 

 

He llegado a El Cairo en marzo de 2013 en una misión de solo cuatro meses para hacerme cargo de la Embajada hasta tanto fuera designado un nuevo Embajador. La Misión queda ahora a cargo del Embajador Sergio Baur, actual embajador en Tunez.   Regresé a Buenos Aires hace algunas semana, con el tiempo justo para preparar mi próxima Embajada en Seul, Corea del Sur.

 

 

Cómo recibió la noticia de su designación en Corea, un país que está hoy en el centro de todas las miradas por un posible conflicto.

 

 

Recibí la noticia con enorme alegría. Es una región del mundo que me atrae y a la que, durante mis estadías en el Japón, tuve la oportunidad de conocer. Que mi designación surja justo cuando las noticias internacionales presagian un eventual conflicto entre ambas Coreas es una mera coincidencia.  La carrera diplomática tiene sus tiempos. Y me siento muy reconocido por el honor que me ha conferido la señora Presidenta de la Nación. En primer lugar, debemos velar, cuidar, proteger a los connacionales residentes. Al mismo tiempo, promovemos el intercambio comercial, cultural, la cooperación, la inserción de nuestro país en el contexto internacional, etc. 

 

 

Tenemos comunidades argentinas en casi todo el mundo. Ellas también nos ayudan a representar y son nuestro primer objetivo en caso de alguna situación especial. Toda misión diplomática debe elaborar un «plan de contingencias» o de evacuación para el caso que surgiera algún conflicto, sea guerra, terremoto, «tsunamis», cuestiones ambientales y a veces también políticas. Nos ha pasado en Japón (terremotos, tsunamis); en el Medio Oriente (guerras y guerrillas); en el norte de África (primavera árabe en Túnez y Libia), etc.  La Embajada o Consulado es la gran sombrilla que cobija a todos los connacionales y los resguarda de todos estos avatares.

 

 

Una vez en Corea, qué posibilidades hay de intercambio con Argentina y especialmente con Misiones.

 

 

El intercambio comercial existente es significativo. Las mas grandes empresas coreanas en nuestro país han realizado inversiones importantes. Uno de los pilares de mi próxima misión será lograr un incremento de las exportaciones argentinas, sea de carne, alimentos, vinos, yerba mate, madera, y, muy particularmente, muchos aspectos de nuestra cultura. Las actividades culturales permiten un mayor conocimiento de nuestro país, de nuestra gente y, con el tiempo, ese es un gran motor para fomentar los intercambios económicos.

 

Después de Corea, ¿cómo seguiría su carrera..?

Soy un soldado de la diplomacia dispuesto a servir a mi país en el lugar que crean mas conveniente.

 

 

A pesar de las buenas intenciones, siempre se llega a una barrera infranqueable que -en algún momento- no me permitirá continuar: la edad. «La vida es larga y el mundo es un juguete», decía Antonio Machado.  Y es así.  El mundo es hoy muy pequeño y la vida es maravillosa, siempre y cuando uno se de cuenta de lo que acontece a su alrededor.

 

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