Los Nuñez y un concierto para guardar en los recuerdos

Aparecieron en escena y ya fueron ovacionados. La gente pidió «otra» cuando promediaba. Un recital que quedará registrado en el imaginario de los que fueron, para siempre.

 

“Ahora vamos a interpretar una obra culmine del chamamé” dijo Marcos Nuñez y su brazo se extendió hacia su derecha y señaló a su hermano Juan, que estiró el fuelle del acordeón para que comenzaran a sonar los acordes de La Calandria. “Como iba a faltar esta obra del Taita, del patriarca don Isaco” expresó el tremendo guitarrista del dúo, anoche cuarteto, Los Nuñez. No fue  el inicio del inolvidable recital que brindaron, como ya era esperado, en el Teatro Lírico del Centro del Conocimiento, pero si fue la primera ejecución que arrancó sapucais bien tupidos.

Ya había pasado mucho tiempo hasta esa obra del hombre nacido en Alvear. La cosa había comenzado con la gente mostrando avidez, y atestando el hall de recepción, para conseguir una de las 550 butacas (hay que decirlo, mucha gente llega hasta 40 minutos del inicio de los espectáculos y se enoja porque no tiene entrada y no se le permite el ingreso, es una norma que hay que cumplir a rajatabla, por respeto a los artistas y al público que ya ingresó y llegó puntual). Enseguida, poco después de las 21, un video filmado “muy caseramente” mostró el sentimiento chamamesero/tanqguero de Pico Nuñez junto al bandoneonista de Bajofondo Tango Club, Javier Casalla, tocando una composición de Pico, Primera Cebada y, luego junto al último gran gigante viviente del chamamé, el maestro Raúl Barboza, para Pindoví; además con la intervención del tremendo contrabajista Juan Pablo Navarro.

Tras quedar la pantalla en blanco, vino la presentación de Luis Stivala, y los músicos aparecieron en escena. Ahí ya fueron ovacionados. Así que, lo que iba a venir después, en cuanto a efusividades, iba a ir en un in crescendo notable. Llevaría, por ejemplo, a que se pida otra promediando un recital. Fue cuando intentó abandonar el escenario el padre de las criaturas: don Ramón Moncho Núñez, que apurado -ya que debía regresar a controlar el asado que ya había iniciado- se tocó un par de kolomeikas y chamamés, con su verdulera, El Toro y Petizo Maceta arrancaron el delirio de la platea, en simultáneo la pareja de bailarines Lorenzo Wybert y Lourdes Acosta inundaba de danza el Lírico.

Cómo sonaron, cómo tocaron, qué deleite que el chamamé, género popular si los hay en la región, se apodere de un lugar solemne y haga cohabitar a las notas que salen de los conciertos de música de cámara y clásica, con aquellas que surgieron de caminos polvorientos de las colonias y campos, como así también de los pueblos y ciudades de esta zona argentina.

Pico Nuñez ha sintetizado un sentimiento que lleva a su modo de sentir el chamamé, bajando el río hasta Buenos Aires y contaminándolo de anticuerpos tangueros. Ese bandoneón, que es la batuta además, transcurre en un diálogo kafkiano con la guitarra de Marcos y todo se matamorfosea del chamamé al tango, pero también a la polca, la guarania, anoche también kolomeikas. Como bien dijo Marcos al inicio, “venimos a entregar la rica paleta musical del Noreste argentino”. Y dónde sino, convive ese cromatismo musical que a ellos les cae como un traje a medida. En Argentina esta zona es la más vasta rítmicamente y eso hace a Los Nuñez un grupo único, porque los mezclan, los tocan por separado y además con una actitud rocker.

Una cuestión encantadora es que la gente les fue a demostrar fidelidad con sus aplausos y ovaciones. Ya se nota que han cultivado, caldeado y granjeado un numerosísimo elenco de fanáticos. El público de su tierra que agradece sentirse reflejado en la música que es identidad en la aldea.

 

El tramo final fue habitado por Julio Cáceres que entonó «Nuestros sueños y la distancia», obra propia compuesta por su grupo Los de Imaguaré, hubo tiempo para un homenaje a Salvador Miqueri, otro gigante del chamamé que partiera a la inmortalidad, con Retorno. Hasta el hijo de Julio, Nicolás, subió a demostrar estirpe y Misionero y guaraní, de Alcibiades Alarcón, junto a un amigo de la banda, Fabian Meza, coronó una noche mucho más que especial y contundente.

 

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