Carta del Obispo Martínez: La oración en nuestro tiempo

El Evangelio de este domingo nos presenta el encuentro de Jesús con Marta y María (Lc. 10,38-42). El texto valoriza la actitud de María “que sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra… María eligió la mejor parte, que no le será quitada”. Marta por el contrario se inquietaba y agitaba por muchas cosas. El Señor le va a decir: “Una sola cosa es necesaria”. En María, la hermana de Marta, los cristianos encontramos un modelo que nos ayuda a valorizar la escucha de la Palabra del Señor y la necesidad de la oración.

 

Este tema adquiere especial significación en nuestra época. La vida moderna nos lleva a estar inquietos y agitados por muchas cosas. Podemos hablar de una tendencia al activismo. El activismo es un hacer cosas, pero sin ligarnos al ser. O bien, es un obrar superficial, sin profundidad y sin compromiso. En este contexto donde tenemos más en cuenta lo urgente que lo importante, se nota en muchos, una búsqueda de espiritualidad y de oración. El Papa Juan Pablo II en la carta para el milenio nos dice: “¿No es acaso “un signo de los tiempos” el que hoy, a pesar de los vastos procesos de secularización, se detecte una difusa exigencia de espiritualidad, que en gran parte se manifiesta precisamente en una necesidad de orar?” (N.M.I. 33).

 Los cristianos necesitamos revisar el lugar que le damos a la oración en nuestra vida. “Es preciso aprender a orar, como aprendiendo de nuevo este arte de los labios mismos del Divino Maestro, como los primeros discípulos: “Señor, enséñanos a orar” (Lc. 11,1). En la plegaria se desarrolla ese diálogo con Cristo que nos convierte en sus íntimos: “Permaneced en mí, como yo en vosotros” (Jn. 15,4)” (N.M.I. 32). La oración es un diálogo de amor entre Dios y el hombre. En ella realizamos una experiencia viva de la persona de Jesús: “El que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él” (Jn. 14,21). El camino de oración implica la perseverancia y que siempre nos situemos como aprendices. La perseverancia de la oración diaria, constante y la humildad de sabernos necesitados de Dios, son claves para ser hombres y mujeres de oración.

Es bueno que no nos olvidemos de una regla invariable: tener un rato para acentuar lo importante o sea para orar, nos permitirá resolver con mayor eficacia tantas cosas que nos inquietan y que son urgentes.

Debemos señalar la revalorización de la oración eucarística en nuestras comunidades y la participación en los momentos comunitarios de oración, en las Misas y en las celebraciones. Esto es alentador, porque la acción evangelizadora y sus nuevos desafíos necesitan que las comunidades cristianas sean “escuelas de oración.

Es bueno también aclarar que si oramos bien, lejos de alejarnos de la realidad, nos podremos comprometer profunda y establemente con nuestro ambiente y con nuestros hermanos: “Una oración intensa, pues, que sin embargo no aparta del compromiso en la historia: abriendo el corazón al amor de Dios, lo abre también al amor de los hermanos, y nos hace capaces de construir la historia según el designio de Dios” (N.M.I. 33).

Es cierto que el pragmatismo nos lleva a medir todo por la utilidad y nos puede hacer ver en la oración una pérdida de tiempo. En este domingo el Señor nos deja una enseñanza, que nos permite captar la necesidad de la oración y puede ayudarnos a no estar tan inquietos y agitados por tantas cosas.

 

Esta semana nos preparamos para vivir un acontecimiento muy importante: “el encuentro mundial de la juventud”,  entre los días 23 y 28 de julio en Río de Janeiro. Será un momento fuerte donde los jóvenes de todo el mundo podrán compartir la fe en la oración, reflexión y la celebración. En dicha jornada también estará nuestro Papa Francisco, quién nos acompañará con su presencia y cercanía. Les pedimos a todos oración para que seamos animados en la fe y podamos fortalecernos como instrumentos para nuestro tiempo y poder evangelizar a nuestros jóvenes, sobre todo a los más necesitados y desprotegidos.

 

 

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