Carta del Obispo Martínez: Sobre la Fe del Pueblo

En su carta de este domingo, Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas, nos indica: «leemos el texto de la pecadora perdonada (Lc. 7,36-8,3), el Señor va a cenar a la casa del fariseo y en ese contexto una pecadora pública llevó perfume y con sus lágrimas mojó los pies de Jesús, los besó y ungió con perfume. El fariseo condenó al Señor por dejarse hacer esto por una pecadora. El texto nos señala que Jesús perdonó sus pecados…termina diciendo Jesús a la pecadora:”tu fe te ha salvado, vete en paz”…

SOBRE LA FE DEL PUEBLO 

 

Homilía monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas  
para el 11º domingo durante el año 
(16 de junio de 2013) 

 

En este domingo leemos el texto de la pecadora perdonada (Lc. 7,36-8,3), el Señor va a cenar a la casa del fariseo y en ese contexto una pecadora pública llevó perfume y con sus lágrimas mojó los pies de Jesús, los besó y ungió con perfume. El fariseo condenó al Señor por dejarse hacer esto por una pecadora. El texto nos señala que Jesús perdonó sus pecados…termina diciendo Jesús a la pecadora:”tu fe te ha salvado, vete en paz”

Providencialmente el texto del Evangelio de este domingo de la pecadora perdonada nos permite seguir profundizando el tema del domingo pasado sobre la cercanía de Jesucristo, el Señor y la Iglesia, a los “publicanos y pecadores”, de ayer y de hoy, o bien la dimensión misionera hacia los que están alejados de Dios. No como los perfectos que salvan a los impuros, sino como los pobres que experimentan el amor de Dios y dan testimonio de Él a sus hermanos, a todos y especialmente a los más necesitados.

El domingo anterior reflexionábamos sobre el catolicismo popular expresado  en diversos acontecimientos vividos en distintas peregrinaciones y encuentros de la Diócesis. Creo conveniente seguir profundizando sobre el valor que la Iglesia le da a la religiosidad popular tan arraigada en nuestra América Latina y que deberemos asumir, para ahondar este camino de la misión discipular emprendido en el continente y por lo tanto en nuestra Diócesis.

El documento de Aparecida señala sobre el tema de la piedad popular: “La piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser misionero, donde se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda. Es parte de una “originalidad histórica cultural” de los pobres de este continente, y fruto de “una síntesis entre las culturas y la fe cristiana”. En el ambiente de secularización que viven nuestros pueblos, sigue siendo una poderosa confesión del Dios vivo que actúa en la historia y un canal de transmisión de la fe. El caminar juntos hacia los santuarios y el participar en otras manifestaciones de la piedad popular, también llevando a los hijos o invitando a otros, es en sí mismo un gesto evangelizador por el cual el pueblo cristiano se evangeliza a sí mismo y cumple la vocación misionera de la Iglesia.

Nuestros pueblos se identifican particularmente con el Cristo sufriente, lo miran, lo besan o tocan sus pies lastimados como diciendo: este es el “que me amó y se entregó por mí” (Gal. 2,20). Muchos de ellos golpeados, ignorados, despojados, no bajan los brazos. Con su religiosidad característica se aferran al inmenso amor que Dios les tiene y que les recuerda permanentemente su propia dignidad. También encuentran la ternura y el amor de Dios en el rostro de María. En ella ven reflejado el mensaje esencial del Evangelio. Nuestra Madre querida, desde (los Santuarios), hace sentir a sus hijos más pequeños que ellos están en el hueco de su manto. Ahora, desde Aparecida, los invita a echar las redes en el mundo, para sacar del anonimato a los que están sumergidos en el olvido y acercarlos a la luz de la fe. Ella, reuniendo a los hijos, integra a nuestros pueblos en torno a Jesucristo”. (264-265).

En realidad en Aparecida hemos vivido el acontecimiento, la oración, la reflexión junto a miles de peregrinos que compartían cada día la vida del Santuario y sobre todo la liturgia con quienes éramos miembros de la Conferencia. Desde ya que no fue difícil al estar inmersos en un santuario mariano describir la significación y valor de la piedad popular. A la luz de esta realidad contundente de la religiosidad de la gente cualquier proyecto cultural, político, educativo… que no asuma o valorice esta dimensión religiosa y los contenidos profundos que posee, violentaría lo más hondo de la dignidad humana cuyo fundamento último es ser imagen y semejanza de Dios.

En los desafíos pastorales que asumimos en este inicio del Siglo XXI, debemos tener en claro la importancia de la “piedad popular”  y la fe que tiene nuestro pueblo. Evangelizar y humanizar la cultura exige de nosotros acompañar estos aspectos que forman parte de la matriz cultural de nuestra gente.

 

Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo

Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

 

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