Reflexión dominical de Monseñor Marcelo Raúl Martorell, Obispo de Puerto Iguazú

Jesús durante su vida da pruebas de todas las señales mesiánicas contenidas en el Antiguo Testamento, especialmente en el libro de los Profetas. Los ciegos verán, los sordos oirán, los lisiados caminarán, y entonces el rengo saltará como la gacela y la lengua del mudo lanzará gritos de jubilo (ls.35, 5-6). 

El mismo Jesús manda a decir al Bautista como testimonio de su Mesianidad «los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son curados, los muertos resucitan» (Lc.7, 22). Hay una gran diferencia entre Jesús y los Profetas, que curan en nombre de Dios, ellos invocan al Señor que descienda su gracia sobre alguien. Sobre el hijo de la viuda de Sarepta, Elías, el gran Profeta del Antiguo Testamento, tipo de Jesús, eleva una súplica al Señor, luego se tendió tres veces sobre el cadáver del niño diciendo «Señor y Dios mío que vuelva por favor el alma de este niño a él» (1 Re. 17,21).

Jesús no necesita súplicas porque «él se sabe Dios» sino que con la autoridad de quien obra por virtud propia da una orden sencilla «¡levántate!» Recordemos el milagro que señalábamos al principio; la resurrección del hijo único de la viuda de Naín. Al ver Jesús la comitiva del entierro y a la pobre viuda que llora Jesús se enternece y le dice «Mujer no llores más» y dice «Muchacho, a ti te hablo, “¡levante ya»! y el Joven se levantó (14).

Fijémonos algo, solamente quien tiene potestad sobre la vida y la muerte puede obrar con esa autoridad, no lo hacen los Profetas, ni lo harán los discípulos, sólo lo hace el Señor y quien con fe y amor lo invoque, con profunda fe en Dios y amor puro por el hombre.

Pero la «resurrección a la vida» no se trata sólo de la muerte física, sino también de la muerte «moral»…Jesús cambió la vida de tantos …Fijémonos en lo que dice San Pablo a los Gálatas «Habéis oído hablar de mi conducta pasada….con cuánta saña perseguí a la Iglesia, hasta que caí del caballo, Dios me derribó..». El cambió de ruta y se consagró enteramente al Evangelio y a Jesucristo. Pablo estaba muerto y volvió a la vida…. Hoy vemos tantas personas que están muertas y no quieren volver a la vida, tantos que se creen dueños de la vida y de la muerte, de la pobreza y la riqueza. ¡Hay tantos que están muertos, el pecado los ciega y no les deja ver la realidad como es, aunque sean conscientes de que esa actitud de ceguera produce la muerte física de muchos.

El Demonio no es ajeno a esta realidad, más bien la provoca, pues él es el padre de la mentira y del engaño, los que quieren hacernos creer que el aborto es bueno y que la madre es la dueña de la vida….¡Si vieran cuántas mujeres ya entradas en edad siguen sufriendo por haber matado a un niño en su vientre! Sufrimiento que no tiene consuelo. Los jóvenes engañados por los mercaderes de la droga…que se encuentran después, cuando casi no hay remedio, en un solo lamento, los niños vendidos por madres confundidas por la labia de los mercaderes y la desesperación de la pobreza.

La Iglesia Católica mantiene desde Roma 123.000 centros de asistencia, drogadicción, enfermedades venéreas, lepra, centros de atención a los enfermos de sida, tuberculosis, sin contar los centros diocesanos en todos los continentes y la mayoría de ellos frutos de la vida misma o de los mercaderes de la muerte que están sobreabundando en el mundo. Pero Ella, la Iglesia, para algunos gobernantes no tiene autoridad para hablar de estas cosas…¡quizás debiéramos ostentar el título de legislador o gobernante! Dios nos ha dado autoridad -para quienes la tenemos- para cuidar de la vida y procurar el bien común entre los habitantes de un Pueblo y no para obrar como si fuésemos dueños de la verdad.

Jesucristo mismo dice «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» No nos creamos dueños de la vid y aún menos hacer creer a los demás que somos el camino verdadero y que lo que decimos no admite contradicción….¡cuidado! 

Que la Virgen nos ampare de la mentira y el engaño, y nos conduzca por los caminos del bien y de la vida.

 

Marcelo Raúl Martorell                                     Obispo de Puerto Iguazú

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