Carta del Obispo Martínez: “La alegría de la Pascua”

En su carta de este domingo monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas nos cuenta que el evangelio «nos vuelve a relatar otro encuentro del “Señor Resucitado” con sus discípulos, en este caso junto al mar de Tiberíades: “El discípulo que Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor!” (Jn. 21,7).(…)

“La alegria de la pascua”

Carta monseñor Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas 
para el 3º domingo de Pascua (14 de abril de 2013)

 

“El Evangelio de este domingo nos vuelve a relatar otro encuentro del “Señor Resucitado” con sus discípulos, en este caso junto al mar de Tiberíades: “El discípulo que Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor!” (Jn. 21,7).

Estos encuentros fueron indispensables para la tarea evangelizadora de la Iglesia. En definitiva la predicación de la Iglesia se fundamenta en este anuncio pascual: “El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir… Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que le obedecen” (Hch. 5,31-32). Esta certeza los llevó a no dudar en responder ante el Sanedrín que pretendía silenciar su predicación: “Pedro junto a los Apóstoles respondió: hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5,29). Aún cuando este anuncio los llevaba a padecer castigos o persecución. Sin embargo el texto bíblico señala el crecimiento de la Iglesia. El Señor había garantizado la presencia del Espíritu Santo hasta el fin de los tiempos. La certeza de nuestra esperanza se fundamenta en que Cristo resucitó y en el envío del Espíritu Santo a su Iglesia como principal agente de la evangelización.

En nuestra Diócesis venimos desde hace varios años acentuando un camino de conversión y de comunión en orden a la misión. La razón de ser de la Iglesia y de nuestra Diócesis es Evangelizar. Es importante recordarlo en este tiempo pascual donde el encuentro con el Cristo resucitado, debe animarnos en renovar nuestra condición de discípulos y misioneros.

Durante estos años buscamos asumir nuestro primer Sínodo Diocesano y su fruto que son “las Orientaciones pastorales”, impregnadas por el Documento de Aparecida que es un verdadero “don”  para toda la Iglesia, especialmente para América Latina  y nuestra Diócesis de Posadas. En estos días nos alegramos que durante estos años hayamos buscado caminos evangelizadores contando con el aporte de dicho documento. Nuestro Papa Francisco presidió la redacción del “Documento de Aparecida”, y en varios mensajes que recibimos desde que asumió su Pontificado percibimos la proximidad con dicho documento. Como Diócesis este año continuamos en la Búsqueda de profundizar las opciones y orientaciones de nuestro sínodo y las asambleas realizadas sobre todo en los aportes a los temas “Juventud, Laicos y Familia,” que nos hemos comprometidos a asumir en la tarea evangelizadoras en nuestras parroquias, y diversas comunidades como colegios y movimientos.

Creo conveniente en el contexto de este tiempo Pascual en el que queremos ser testigos alegres de la esperanza, recordar rasgos espirituales y pastorales, que debemos tener los cristianos tanto a nivel personal, como en nuestras comunidades: “La Historia de la humanidad, a la que Dios nunca abandona, transcurre bajo su mirada compasiva. Dios, ha amado tanto nuestro mundo que nos ha dado a su Hijo. Él anuncia la buena noticia del Reino a los pobres y a los pecadores. Por esto, nosotros, como discípulos de Jesús y misioneros, queremos y debemos proclamar el Evangelio, que es Cristo mismo. Anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente nuestra esperanza en medio de todas las pruebas. Los cristianos somos portadores de buenas noticias para la humanidad y no profetas de desventuras. La Iglesia debe cumplir su misión siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus actitudes (Mt. 9,35-36). Él, siendo el Señor, se hizo servidor y obediente hasta la muerte de cruz (Fil. 2,8); siendo rico, eligió ser pobre por nosotros (2Cor. 8,9), enseñándonos el itinerario de nuestra vocación de discípulos y misioneros. En el Evangelio aprendemos la sublime lección de ser pobres siguiendo a Jesús pobre (Lc. 6,20; 9,58), y la de anunciar el Evangelio de la paz sin bolsa ni alforja, sin poner nuestra confianza en el dinero ni en el poder de este mundo (Lc. 10, 4 sig.). En la generosidad de los misioneros se manifiesta la generosidad de Dios, en la gratuidad de los apóstoles aparece la gratuidad del Evangelio… En el rostro de Jesucristo, muerto y resucitado… podemos ver, con la mirada de la fe el rostro humillado de tantos hombres y mujeres de nuestro pueblo y, al mismo tiempo, su vocación a la libertad de los hijos de Dios, a la plena realización de su dignidad personal y a la fraternidad entre todos. La Iglesia está al servicio de todos los seres humanos, hijos e hijas de Dios” (DA 30, 31, 32).

Deseo profundamente que podamos como Diócesis y como cristianos ser testigos de la Pascua”.

 

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

Mons. Juan Rubén Martínez

 

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