El juez ordenó la exhumación del cadáver de “Taty” Piñeiro y de Céspedes

La Justicia ordenó exhumar el cuerpo de la estudiante Lieni Itatí Piñeiro, violada y degollada en julio pasado en Puerto Esperanza. A pedido de la familia, se realizará una nueva autopsia en la que participarían peritos de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Lo mismo se hará con el cadáver del único acusado que tenía el caso, Hernán Céspedes, quien apareció muerto en un calabozo apenas unas horas antes de ser indagado.

El juez de Instrucción, Juan Pablo Fernández Rizzi, confirmó a Clarín que resta la designación de los forenses de parte para concretar el procedimiento. Detrás de la medida, flota el fantasma de un crimen atroz poblado de sospechas que involucra a lo que en el pueblo llaman “los hijos del poder”.

 

El miedo y la desconfianza aparecen a la vuelta de la esquina en Puerto Esperanza, una localidad de 25.000 habitantes. Conmocionados por el asesinato, los vecinos comentan por lo bajo que nunca se sabrá toda la verdad, ni que todos los culpables serán encarcelados.

 

Lieni tenía 18 años. Era callada pero de carácter fuerte. Vivía con su madre y cinco hermanos, cursaba la secundaria de noche y soñaba con ser médica. Le decían “Tati”.

 

La noche del 11 de julio no volvió a dormir a su casa. A la mañana, su mamá, Rosa González, vio la cama vacía y llamó por teléfono a uno de sus hijos para saber si se había quedado a dormir allí, como ocurría algunas veces, pero “Tati” tampoco estaba.

 

A esa hora, la Policía ya había cercado el lugar del crimen. Rosa salió de su casa y al ver el operativo policial presintió lo peor: unos minutos después, los agentes le confirmaron que la víctima era su hija. El homicidio sacudió a toda la ciudad y decenas de policías se volcaron a la investigación.

 

Unos días después, las sospechas se centraron en Hernán Céspedes (18). En su moto se hallaron vestigios de sangre y en un segundo allanamiento apareció el celular de la víctima en su casa. Tras ser detenido, el joven fue llevado a Puerto Iguazú y alojado solo en una celda, donde horas después fue hallado ahorcado, pendiendo de un cordón. El día anterior le había jurado a su madre que nada tenía que ver con el homicidio y que la Policía lo había molido a palos para que se hiciera cargo del crimen.

 

Tras su muerte, los exámenes de ADN, las manchas de sangre que había en la moto y algunos cabellos recogidos en la escena del crimen lo vinculaban al asesinato. El juez de la causa afirmó que no se halló otro patrón genético en el cuerpo, pese a que había un cabello rubio, semilargo, en una de las manos de la chica. Céspedes era morocho y tenía el pelo corto.

Fuente: Clarín

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