Política farandulera

Escribe Juan Carlos Argüello, jefe de Redacción de Misiones On Line 

La posible candidatura de la vedette Rocío Marengo, lanzada por el exradical Juan Pablo Baylac, vocero del presidente que se fue en helicóptero, plantea el debate. ¿Cualquiera puede ser candidato? ¿Cuál es el atributo que hace falta para representar? En el tiempo de la política virtual, en la que muchas convicciones se mueven detrás de las tendencias del Twitter, la blonda duró como candidata apenas un par de horas, pero generó el interrogante.

 

 

Marengo, recordada por ser la creadora del “baile del koala” o por su frase “o la matás de chiquita o la discriminás después”, puede caerle bien a algún sector o hasta encajar en el perfil de joven PRO. Es decir, puede ser candidata de un sector. Pero llama la atención el modo en el que el partido de Macri recluta candidatos. “Nosotros hacemos un estudio sobre si (un famoso) es una referencia para la sociedad y a partir de allí hacemos el contacto, pero nunca lo hicimos con Rocío Marengo”, explicó el ministro de Gobierno porteño, Emilio Monzó, uno de los jefes de la campaña PRO.

 

 

Esa reducción de la política a una estrategia marketinera, en la que es más importante ser conocido que lo que se tenga para ofrecer a la sociedad, esconde demasiadas cosas. Hace parecer que no  importa la ideología. La fama y el sentido común, alcanzan, sobran y son más relevantes, según este pensamiento. Se desvirtúa el sentido de la política.  Está claro que cualquiera puede ofrecerse para un cargo público. Pero manejar un club, una sociedad de fomento o ser panelista de un programa con mucho rating no es igual a estar capacitado para ejercerlo.

 

 

Candidatos famosos los hubo siempre y también testimoniales, de políticos que se sabía, no iban a ejercer los cargos para los que se postulaban. El bonaerense Daniel Scioli es un ejemplo en el que la permanencia no tiene demasiada relación con sus convicciones. Empezó menemista y hoy navega en el filo de una lealtad hasta ahora a prueba de balas con el kirchnerismo. Pero hubo otros que pasaron con más pena que gloria, como Carlos Reutemann o Palito Ortega. Se parecen en esencia a los deportistas y famosos que ofrece como menú electoral el intendente porteño.

 

 

Esa farandulización de la política, influida por programas como el de Marcelo Tinelli, que ahora convoca a un “Bailando de Políticos” al que se anotó Francisco De Narváez, esconde una no política, un no debate. Mostrarse es mejor que mostrar. Bailar es mejor que exponer.

 

 

Y vale recordar que cuando la política se dejó de lado, creció el neoliberalismo en América Latina, enfermedad que llevó a la agonía al Estado. Las consecuencias fueron las privatizaciones, millones de excluidos, pobreza y desempleo. Argentina explotó a finales de la última década del siglo pasado y entró a este hundida en el caos. Lo mismo padecen hoy españoles y ciudadanos de otros países asfixiados por los dictados de tecnócratas cuya receta es poner siempre a la economía -y sus ganancias- por encima de la política y el Estado fuerte como rector y distribuidor de riquezas. Cada vez que el Estado desapareció, los ganadores fueron los grandes grupos económicos.  

 

 

Los defensores de la tinellización advierten que no hace falta haber militado veinte años, ni existe un manual sobre cómo elaborar buenos proyectos: “Sí es fundamental el interés por el prójimo y el deseo profundo de transformar la realidad”. Y no, no alcanza. Eso puede alcanzar para un barrio o una pequeña ciudad. Pero no para manejar el destino de un país complejo en un mundo complejo.  Pero incluso en un barrio, primero se deben expresar intenciones y pensamientos. Después postularse. La economía familiar no es la misma que la de un país y, por ejemplo la deuda pública, no puede compararse con la deuda de una familia. Repartir dinero entre los hijos en partes iguales no es lo mismo que buscar la igualdad y el bienestar social de una sociedad disímil. Si se diera lo mismo al que tiene más que al que tiene menos -o se quitara- nunca habría equilibrio. La distribución de la riqueza necesariamente pone en cuestionamiento al poder, que no es otro que el económico.

 

 

La táctica PRO adolece entonces de falta de contenido. E incluso la búsqueda de famosos tiene sus limitaciones. “Nos sobran figuras, pero son todas de la Capital Federal. No tienen las condiciones legales para ser candidatos en Córdoba, Santa Fe o Entre Ríos. El partido con más proyección es el PRO, pero está limitado a la Capital Federal. Nos falta trascender la General Paz”, reconoció Monzó, uno de los estrategas, junto al misionero Humberto Schiavonni. Mucho menos en el interior más profundo, donde casualmente residen las necesidades más acuciantes del país.

 

 

Está claro que el macrismo se siente más cómodo en un escenario en el que el Estado no tenga tanta fortaleza. Es la principal crítica que le hace al Gobierno. Que el Estado haya recuperado protagonismo y se haya animado a desobedecer las prácticas políticamente correctas, acostumbradas a la sumisión a organismos financieros, recetas tradicionales y países del denominado Primer Mundo.

 

 

Y los vínculos con esos sectores, van más allá de la  forma de pensar. El especulador financiero Paul Singer, jefe del fondo buitre NML que trabó el embargo contra la fragata “Libertad” en Ghana, es uno de los principales financistas de una fundación internacional que hace cuatro años desembarcó en la Argentina de la mano de dirigentes de PRO, como Laura Alonso, ex presidenta de Poder Ciudadano y ahora diputada. Y fue el PRO uno de los que propuso juntar dinero para pagarle al fondo buitre y “liberar” a la fragata. O sea, pagarle a sus financistas.

 

 

El poder económico prefiere una política sumisa, que no imponga condiciones. Un Estado que apenas cumpla un papel secundario.

 

 

Por eso sus recetas son siempre las mismas. Ajustes fiscales, bajar el gasto público y atender a los mercados financieros. En ese combo, buena parte de la sociedad queda de lado. Por eso no sorprende el “consejo” de Domingo Cavallo, responsable de buena parte de los descalabros financieros desde antes del retorno de la democracia. “El mejor consejo que puedo darle (a Cristina) es que convoque a los economistas profesionales, con experiencia de las décadas del 70, 80 y 90”, dice sin ruborizarse. Economistas profesionales que multiplicaron la deuda, achicaron salarios y no evitaron ni la inflación ni la hiperinflación y cuando lo hicieron, los costos sociales fueron cuantiosos: menos empleo, menos consumo y recesión.

 

 

La estrategia económica y electoral del Gobierno va a contramano de esos consejos. El Estado fuerte es uno de los ejes de la política económica en la Nación y en Misiones. Hay una coincidencia que va más allá de los años en los que hay que ir a las urnas. Se trata de una sintonía fina que se sostiene en el tiempo, sin especulaciones. 

 

 

La presencia de un Estado fuerte es clave para la inclusión y, por ejemplo, en Misiones, para mejorar precios de productos, movilizar la economía y hasta crear demandas para industrias como el turismo. Por ejemplo, con inversiones propias, el Gobierno logró que los Saltos del Moconá dejen de ser una aventura para pocos, que tenían el tiempo y los recursos para adentrarse en una aventura 4×4 por el monte misionero. Con la llegada del asfalto y los servicios que se fueron agregando al parque, hoy los saltos son una alternativa ineludible para quienes hacen turismo en la tierra roja. Pronto se habilitará el aeropuerto en El Soberbio, una de las ciudades donde florecen hoteles, lodges y restaurantes, nacidos después de la extensión de la ruta. Sin el Estado, probablemente esa zona seguiría siendo una de las más olvidadas, sin nuevos puestos de trabajo y posibilidades para sus habitantes.

 

 

Cristina y el gobernador Maurice Closs coincidieron además esta semana en un nuevo acto en el que se anunció un nuevo paquete de obras públicas para las provincias, entre ellas Misiones. La Presidenta anunció el inicio de obras para la construcción de 16.698 soluciones habitacionales en 14 provincias, financiadas por el Gobierno Nacional a través de una inversión de 2.600 millones. “Cristina firmó junto a la Uocra, la Cámara Argentina de la Construcción y 14 Provincias, un convenio para construir viviendas y monitorear empleo”, explicó Closs. 

 

 

“Es muy bueno el efecto multiplicador en la economía. Me parece muy bien el convenio firmado para mejorar e ir vigilando y controlando el trabajo. Algo que se va a convertir en un aspecto central en la política. Los pronósticos en el mundo en trabajo no son nada buenos, aterricemos, es imprescindible acordar”, dijo la Jefa de Estado y comparó a la Argentina con España, “donde cada vez gritan más pero ya tienen un 26% de desocupación”.

 

 

Una mirada similar tuvo Closs en la inauguración de viviendas construidas con madera. “Este gobierno está para cubrir las necesidades de los pequeños pueblos del interior”. Con un Estado débil, con la economía por encima de la política, nada de esto sería posible.  

 

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