Carta del Obispo Martínez: «Sagrada Familia»

Carta de Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas.- En el contexto del tiempo de Navidad la liturgia de este domingo nos invita a celebrar “la Sagrada Familia de Jesús, María y José”. La familia de Nazaret, la del “Emmanuel”  o “Dios con nosotros”, conoció el asombro del anuncio del nacimiento virginal, la pobreza del pesebre en Belén, la persecución en la huída a Egipto, la perplejidad de María y de José al encontrarlo a Jesús adolescente predicando en medio de los maestros en Jerusalén, quienes estaban “estupefactos por su inteligencia y sus respuestas”, como nos relata el texto de este domingo (Lc. 2, 41-52), o bien la cotidianidad de casi treinta años de silencio en el hogar de Nazaret… En este domingo es necesario que los cristianos oremos y reflexionemos sobre el modelo de familia que nos propone la Palabra de Dios.

SAGRADA FAMILIA

 
Carta de Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas  
Domingo de la Sagrada Familia – 30 de diciembre de 2012

 
En el contexto del tiempo de Navidad la liturgia de este domingo nos invita a celebrar “la Sagrada Familia de Jesús, María y José”. La familia de Nazaret, la del “Emmanuel”  o “Dios con nosotros”, conoció el asombro del anuncio del nacimiento virginal, la pobreza del pesebre en Belén, la persecución en la huída a Egipto, la perplejidad de María y de José al encontrarlo a Jesús adolescente predicando en medio de los maestros en Jerusalén, quienes estaban “estupefactos por su inteligencia y sus respuestas”, como nos relata el texto de este domingo (Lc. 2, 41-52), o bien la cotidianidad de casi treinta años de silencio en el hogar de Nazaret… En este domingo es necesario que los cristianos oremos y reflexionemos sobre el modelo de familia que nos propone la Palabra de Dios.

En el documento “Navega mar adentro”, que renueva “las líneas pastorales para la Nueva Evangelización”, se asume como uno de los desafíos de nuestro tiempo “la crisis del matrimonio y la familia”. Es importante subrayar uno de los textos que es elocuente de la realidad que padecemos en nuestra Patria y en nuestra tierra misionera. El mismo nos señala: “Ha ganado terreno también entre nosotros un modelo que quiere imponerse a través de ideologías que relativizan el concepto del matrimonio y de la familia, influyendo en vastos sectores de la sociedad. Entre otras realidades podemos mencionar: ciertas perspectivas de género, los nuevos modelos de relación entre los sexos y roles de varón o de mujer. El creciente número de uniones de hecho, las nuevas parejas de divorciados y otros tipos de convivencia, requieren nuevas formas nuevas de acogida y atención pastoral. Por otra parte, entre otros factores, el acentuado individualismo provoca en las familias falta de comunicación, superficialidad e intolerancia, cuando no agresión y violencia. Sin protección a la minoridad y a la intimidad familiar, los medios de comunicación entran irrespetuosamente en los hogares contagiando frivolidad y antivalores, que hieren de múltiples maneras a la institución familiar” (41).

A este relato vivido por los argentinos, tenemos que sumar el flagelo de la desocupación y la pobreza que se acentuó en la última década dañando gravemente “el núcleo familiar”. Algunos hechos han sido elocuentes de esta realidad: tantas familias han quedado desarmadas, porque el padre o los hijos han tenido que emigrar buscando alternativas para sobrevivir. Así como la multiplicación de los “comedores colectivos” donde participan niños o incluso grandes, sin poder sentarse junto a la mesa de su familia, con el gozo de comer el pan de cada día, como fruto del propio trabajo.

Lamentablemente en los últimos años, cuando se pensó el problema de la pobreza o bien la cuestión social, no se puso el centro “en la persona”, y menos en “la familia”. En general las soluciones abusaron de planes “asistencialistas”  y distribución de anticonceptivos para regular los nacimientos de los pobres, sin tener en cuenta suficientemente el trabajo y la producción, la cuestión social, la salud y la educación “desde la perspectiva del núcleo familiar”.

 

No dudo en afirmar que nuestra Patria se saneará moral, cultural e incluso económicamente si el tema de “la familia” se lo sitúa como una cuestión de estado. Este tema no es solo importante desde una perspectiva religiosa, sino desde lo antropológico, psicológico, sociológico y cultural, y del mismo dependen que se puedan generar valores esenciales como la vida, la solidaridad y la justicia. Colocar en el centro de los proyectos económicos, sociales, culturales, comunicacionales, de educación y salud, “la cuestión familiar”, erradicaría la profunda contradicción e incoherencia de tantas frases, organizaciones y secretarias, valorativas de la juventud y por otro la convivencia y promoción de “los malditos negocios” avalados por nuestra dirigencia que destruyen a nuestros jóvenes.

En este contexto navideño, la liturgia nos propone el modelo de la familia de Nazaret, de Jesús, de María y de José. Es una buena oportunidad para que consideremos la centralidad que tiene “la cuestión familiar” en el proyecto de país y provincia que queremos.

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!

 
Mons. Juan Rubén Martínez, obispo de Posadas

 

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