Monseñor Aguer: «La Virgen santísima nunca tuvo nada que ver con el pecado»

Monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata se refirió al sentido auténtico de la Fiesta de la Inmaculada Concepción, que se celebra cada 8 de diciembre, explicando que significa “que desde el primer instante de su existencia personal, la Santísima Virgen no tuvo pecado original. Fue preservada en atención y en previsión de los méritos de Cristo Redentor de toda mancha de pecado original. Por eso Ella es la llena de gracia, desde el principio de su existencia”.

 

 
En su reflexión televisiva semanal, en el programa “Claves para un Mundo Mejor” (América TV), tras  comentar que esta Solemnidad de la Inmaculada Concepción “es una fecha tradicionalmente asociada a la Primera Comunión de los niños” pero que “tendríamos que fijarnos expresamente en el significado de ese título que le damos a nuestra Señora”, señaló que “cuando el Ángel Gabriel le anuncia que va a ser la Madre del Mesías la saluda llamándola llena de gracia” y este nombre “la designa en su identidad personal. La expresión bíblica llena de gracia  se explica dogmáticamente diciendo que la Virgen Santísima nunca tuvo nada que ver con el pecado, no estuvo bajo la sombra, bajo la impronta, de aquello con lo cual todos nacemos y que en la doctrina católica se llama el pecado original”.
 
Consideró necesario subrayar esto porque “una vieja herejía que se ha renovado en errores modernos, sobre todo a partir del siglo XVIII, sostiene que el hombre es naturalmente bueno, que su libertad está intacta. En todo caso, como decía Rousseau, el hombre nace bueno, es la sociedad la que lo corrompe. Pero ¿quién hace una sociedad corrompida sino el hombre, que primero se ha apartado de Dios por el pecado?”.
 
Mons. Héctor Aguer afirmó que “frecuentemente, para definir desde el punto de vista ético y espiritual las injusticias que reinan en la sociedad, se dice que existen en la sociedad estructuras de pecado. Pero esas estructuras de pecado: ¿de dónde proceden? Proceden de la malicia de los hombres que cometen injusticias, las cuales luego se convierten, en fenómenos culturales, en estructuras”.“¿Cómo se superan esas estructuras de pecado?: por la conversión de las voluntades torcidas de los hombres, que tienen que ajustarse a la voluntad de Dios, que quiere nuestro bien”, indicó.
 
En el final dijo que “el dogma de la Inmaculada Concepción de María nos recuerda que nosotros necesitamos de la gracia que nos convierte y nos purifica. Eso comienza a ocurrir en nuestro bautismo y a lo largo de toda nuestra vida tenemos la oportunidad de ir creciendo en la gracia bautismal, rechazando el pecado, haciéndonos más dóciles a la voluntad de Dios, creciendo en santidad”.“Ella, la Virgen María, es como el modelo al cual nosotros debemos llegar. Con Ella comenzó ya en la tierra a desarrollarse la redención de un modo concreto ante la venida de Cristo. Pero nosotros vamos a llegar a ese fin, a esa meta, y aspiramos a ella. La Virgen Inmaculada es entonces también el horizonte de nuestra esperanza y de nuestra alegría. Esto justifica que celebremos como corresponde la fiesta de la Inmaculada Concepción”.

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