Ascendencia social

Escribe Juan Carlos Argüello, jefe de Redacción de Misiones On Line 

La clase media se duplicó en la Argentina en los últimos años. Abarcaba el 24 por ciento de la población en 2003 y pasó a 46 en 2009: de 9,3 millones de habitantes a 18,6 millones.

 

El proceso fue similar en toda Latinoamérica, pero es en Argentina donde el crecimiento fue más dramático. «Mientras la mayor parte de los países de la región han dado grandes pasos en reducir la pobreza, también se encuentran encaminados a convertirse en sociedades de clase media, lo cual representa un cambio estructural histórico», señaló el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, en la presentación del informe.

 

Ese aumento de más de 9,3 millones de personas que entró a la clase media representa un 25 por ciento de la población total de Argentina, el mayor porcentaje de crecimiento de la clase media en toda la región durante la última década. 

 

En segundo lugar dentro de la mejora porcentual se ubicó Brasil, con el 22 por ciento; seguido por Uruguay, con el 20 y Colombia, con el 16.  América Latina sigue siendo una de las regiones más desiguales del mundo, pero es «una de las pocas o la única donde la desigualdad está cayendo», dijo el economista jefe para América latina del Banco Mundial, Augusto de la Torre.

 

El progreso de la clase media fue impulsado tanto por el aumento de los ingresos (el PBI per cápita de la región creció a una tasa anual de 2,2% en la década de 2000, en tiempos de auge económico), aunque también tuvo un papel clave una mejor distribución de esos ingresos.

 

Y, para evitar suspicacias sobre el valor de las estadísticas locales, el Banco calculó el poder adquisitivo de los ingresos teniendo en cuenta una misma canasta en los distintos países.

 

«Este proceso de mejoramiento de los indicadores sociales no hubiera sido posible sin la aplicación de las políticas redistributivas. Los resultados sociales no se hubieran conseguido únicamente con crecimiento económico», reflexiona el BM en el documento.

 

Es raro, pero es en esta clase media donde radica el mayor inconformismo con el rumbo político y económico del país. Se ven desacomodados, empujados por quienes no estaban e ingresaron y con la aspiración de ser más para alcanzar al escalón más alto del reparto social. Es difícil, porque apenas mil familias poseen el 2,49 por ciento del ingreso nacional, equivalente a unos 12.500 millones de dólares, con lo cual esas familias ganan por año un promedio de u$s 12,5 millones.

 

“De lo que se trata, ayer como hoy, es, fundamentalmente, de sostener sus privilegios sin darse cuenta, muchos de los que golpean con entusiasmo las cacerolas, que de triunfar las corporaciones ellos, los virtuosos, sufrirán también, como en los ’90, las consecuencias. A algunos ni siquiera los esperará el taxi para ganarse unos mangos y a sus hijos tampoco el sueño europeo que se ha convertido en una pesadilla para sus propios habitantes”, reflexionó el filósofo Ricardo Forster.

 

Pero la furia del 8N no se detiene en esos análisis. La clase media y media alta está disgustada con el rumbo económico y en un mismo combo, mezcla reclamos como inflación, la obligatoriedad de demostrar sus ingresos para poder viajar y la distribución de “sus impuestos”.

 

De quienes participaron en la manifestación cacerolera, según un sondeo de la consultora Equis, el 96,1 por ciento no había votado nunca a la presidenta Cristina Fernández, lo que revela la profunda diferencia que hay en la sociedad.

 

El 54 por ciento decidió sostener estas políticas, mientras que el resto se repartió entre pequeños porcentajes que apostaban a otro rumbo. Aunque ya fue dicho, vale la pena insistir. No es un 54 contra un 46, sino que el 46 está conformado por la suma de voluntades que por si mismo no superaron el diez por ciento.

 

Está claro que el crecimiento de la clase media se debe al rol del Estado como rector de la economía y mecanismo de distribución de la riqueza, dos ejes cuestionados severamente en el 8N. El informe del Banco Mundial contrasta los datos actuales con la década de los 90, en la Argentina y otros países de la región, cuando reinaba el neoliberalismo y la pobreza se extendía por todo el mapa. Bien vale compararlos con la realidad de los países europeos, que eran tomados como “espejo” en el que mirarse, que hoy padecen una crisis de la que no parecen poder salir con las mismas recetas que aquí se aplicaron: ajuste y más ajuste.

 

El propio presidente español Mariano Rajoy pidió auxilio a Latinoamérica y aseguró que “Europa es una oportunidad” para las inversiones de estos lares. “Actualmente América Latina posee una posición de partida más ventajosa que Europa para sortear la crisis”, reconoció el ajustador español. Ninguna similitud con la expoliación iniciada hace poco más de 500 años. No, nada que ver.

 

“En la región, algunas políticas públicas ayudaron mucho, como el aumento de la inversión en Educación que bajó la desigualdad en el mercado laboral” y “las políticas sociales ayudaron mucho a los pobres y vulnerables, quienes son generalmente los destinatarios de dichas medidas”, afirmó Jamele Rigolini del departamento América Latina del Banco Mundial.

 

En la Argentina, el incremento de la inversión en educación supera el 6 por ciento del PBI. De un PBI mucho más alto incluso que en años anteriores, cuando no alcanzaba ni a la mitad.

 

En Misiones, por caso, la educación se lleva la mayor tajada de la torta presupuestaria y el gobernador Maurice Closs ha decidido la construcción de escuelas en todo el territorio, con al menos una secundaria por pueblo, lo que redunda en una mayor raigambre social y evita el éxodo a otras ciudades. A la postre, los jóvenes estarán más capacitados para acceder al mercado laboral o seguir estudios superiores.

 

Si la educación permite un ascenso social, la contracara es la conservación del status quo. Llamativamente, hay sectores que cuestionan hasta la inversión educativa y el rol del Estado.

 

La consultora Idesa, ligada al establishment presentó esta semana un informe que apuntó a un 8N educativo que “denota frustración y desencanto frente a la mala administración de los fondos públicos”. El informe “nacional” fue construido con estadísticas basadas en tres o cuatro provincias y especialmente de la Ciudad de Buenos Aires, donde la matrícula en las escuelas estatales cayó 52 por ciento con una contrapartida de aumento de la matrícula privada del 152 por ciento. El “promedio” da un aumento nacional de la matrícula privada del 83 por ciento. Sin entrar en detalles, la política educativa de Mauricio Macri desinvierte en la escuela pública y aumenta los subsidios a las privadas.

 

El documento de Idesa, plagado de lugares comunes e inexactitudes, cae por su propio peso al comparar los datos de otras provincias. Sin contrastar ni chequear, fue publicado alegremente por varios medios, pero el propio jefe de investigaciones de la consultora Jorge Colina tuvo que admitir a este diario que  el problema de migración más importante se produce en las cinco provincias grandes que representan dos tercios de la matricula total.

 

Misiones, que es la novena provincia más poblada, tiene una situación diametralmente opuesta. Desde 2004, el 83 por ciento de los alumnos eligieron las escuelas públicas, que además amplió su posibilidad de acceso.  En 2004 había 331.888 alumnos, de los cuales 270.479 correspondían a escuelas públicas y 61.409 alumnos a las escuelas privadas. En el año 2010 la evolución presentó un total de 369.147 alumnos distribuidos de la siguiente manera; en escuelas públicas 301.470 alumnos y en privadas 67.677. El incremento de la matricula de alumnos que asisten a las escuelas públicas ascendió al 83 por ciento del total y el porcentaje de alumnos en escuelas privadas llega al 17 por ciento, contando los datos del 2011.

 

Para Misiones, la educación es una política de Estado iniciada en 2003 y sería bueno que se sostenga en el tiempo. La tierra colorada cobija a la pirámide poblacional más joven del país.

 

La cercanía del 2013 apura los tiempos políticos y son varios los partidos que pusieron su estructura en movimiento para recuperar protagonismo en la provincia. El PRO desembarcó con su presidente, el misionero Humberto Schiavonni y un par de diputadas macristas para lanzar un nuevo espacio en Posadas y con el objetivo firme de recuperar espacio en la Legislatura provincial, además de retener la banca en la capital.

 

En el PJ sorprendió el enredo de intrigas y traiciones que precedió a la presentación de las listas de candidatos para presidir el partido. El senador Juan Manuel Irrazábal rompió relaciones con la diputada nacional Julia Perié -ambos kirchneristas- después de “caminar” juntos los últimos tiempos. Es que ambos pretendían sacar a Luis Viana de la conducción y poner al partido bajo el ala presidencial, pero a la hora de la verdad, Irrazábal consensuó lista con Viana y Perié se quedó sola. La tercera lista en discordia es la que integran el  ex diputado Marcos Rodríguez, el ex intendente obereño Rolo Dalmau, el sindicalista Benigno Gómez y el locutor Oscar Gaona.

 

Es llamativo que aún con fuerzas diezmadas, todavía persista el espíritu de librar batallas descomunales para alzarse con un sello. Sus militantes ya le dieron la espalda y la sociedad los viene rechazando desde hace tiempo. Mientras sigan haciendo política únicamente en la crítica de la Renovación, difícilmente logren otro resultado. Sería bueno dejar de buscar enemigos y pensar en el fin último de la política, que es el bien de la sociedad.  

 

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