Obama y Romney: agónico final entre el empate y la polarización

A pocas horas de las elecciones presidenciales, Barack Obama, y el republicano Mitt Romney, continúan sus maratónicas visitas alrededor del país ante el empate virtual de las encuestas.

Sin embargo, lo primero que dicen los votantes es “Obama va a ganar” o “Romney va a ganar”, sin mediar peros, dudas o cuestionamientos ni siquiera ante el empate virtual que comparten varias de las últimas encuestas sobre el resultado de las elecciones el próximo martes.

 Esquivando los desastres de la tormenta Sandy que llegó a su ciudad, Nueva Jersey, con lluvias y vientos fuertes, Tom Hartel viajó a Ohio -Estado en el que, como puede corroborar esta enviada a cada paso, se respira la importancia electoral que tiene- hace una semana para  hacer campaña por Obama.

 Golpeando puertas y asegurándose en persona que el hombre que “sólo se preocupa por una parte pequeña del país y no por el bienestar del resto de la gente”, no llegue a la Casa Blanca.

 

“Romney dice una cosa hoy y después dice otra”, dijo a Télam señalando que los republicanos que lo siguen es “porque quieren ser millonarios como él”, aunque no se dan cuenta “que eso no va a pasar”.

 Hartel, por supuesto, es uno de los demócratas confiados de que Obama ganará. “Una cosa es lo que dicen las encuestas y otra lo que pasa con el Colegio Electoral”, advirtió el hombre que junto a un amigo tomaron días libres de sus empleos para movilizarse por lo que afirman es lo mejor para su país.

 En Estados Unidos, más allá de lo que reflejen los sondeos respecto al voto popular, el candidato que llegue a la Casa Blanca será aquel que logre alcanzar 270 votos electorales de los 538 en disputa.

 En ese sentido, un estudio publicado a media noche por el Washington Post y ABC News, reveló que tanto Obama como Romney están empatados con el 48 por ciento del voto popular.

 Sin embargo, el demócrata estaría manteniendo una “estrecha ventaja” en los votos del Colegio Electoral, necesitando captar 27 de los 89 restantes en juego, mientras que el republicano debería lograr 64, según las estimaciones realizadas entre los estados claves.

 Otro escenario posible ante la marcada paridad, es que Obama consiga su reelección con los votos del Colegio Electoral pero que Romney sea quien se lleve el apoyo mayoritario del voto popular, lo que significaría más problemas que soluciones para el líder de la Casa Blanca ante un bloque republicano que estaría deseoso de dificultarle el camino.

 Los seguidores de Romney, incluidos los máximos estrategas del partido, descuentan que el ex gobernador será quien cante victoria y devuelva a la nación un estado menos expansivo, más controlado y con menos gastos y quien a su vez encaminará al país hacia la tranquilidad económica tras la crisis generada a finales de 2007.

 “Mitt Romney será declarado presidente número 45 de los Estados Unidos. Digamos que será 51% contra 48%, llevándose por lo menos 279 votos electorales o probablemente más”, pronosticó uno de los máximos estrategas republicanos, Karl Rove, en una editorial publicada en el Wall Street Journal.

 El ex gobernador de Massachusetts logró su ventaja más significativa en el primer debate presidencial, donde repuntó en las encuestas y logró mostrar una imagen más relajada y moderada, frente a un Obama que, tal como él mismo describió, se tomó “una siesta”.

 Peleando codo a codo cada voto posible entre aquellos pocos que aún no están decididos y, principalmente, incentivando a que la gente no deje de ir a las urnas, el día de la elección Obama habrá recorrido en los últimos tres días una maratónica carrera por ocho estados claves, mientras que Romney habrá visitado otros seis.

 Es que estas elecciones dejaron de ser nacionales para estar únicamente dedicadas a los nueve estados conocidos como “swing states” (estados cambiantes o indecisos) que por tener una composición dividida respecto de sus apoyos a los partidos, serán los que definan al nuevo presidente.

 Carolina del Norte, Colorado, Florida, Iowa, Nevada, New Hampshire, Virginia, Wisconsin, son este año los territorios en la mira, con Ohio como el estado estrella que los candidatos están disputando centímetro a centímetro a fin de ganar los valiosos 18 votos electorales que otorga.

 Hasta ahora, las encuestas indican que Obama mantiene el liderazgo en Ohio por una pequeña ventaja de entre 2 y 3 puntos, resultado que sin embargo no implicaría la derrota directa de Romney quien podría seguir en carrera e incluso ganar si obtiene otros estados claves y pierde algunos otros el demócrata.

 Además del presidente y vice presidente, el 6 de noviembre los ciudadanos estadounidenses elegirán la nueva composición del Congreso con 33 asientos de los 100 que componen la cámara Alta, la totalidad de los 435 representantes (diputados), gobernadores y a otros oficiales a niveles estaduales.

 Las proyecciones, estiman que los demócratas no lograrían los números necesarios para recuperar la Cámara baja, manteniéndose ésta en manos de los republicanos, mientras que sí podrían retener el Senado bajo su poder.

 La economía fue desde un inicio el factor determinante a la hora de votar para la mayoría de los estadounidenses que padecen las consecuencias de la crisis desatada a finales de 2007, pero las diferencias entre los ideales de país y lo que esperan los ciudadanos de su líder cobraron protagonismo generando un ambiente de polarización marcada.

 

Obama apuesta a los latinos de Florida para ganar la elección

El tradicional bastión republicano, dominado por cubano-estadounidenses, está cambiando su composición. Esta transformación podría definir la elección en favor de los demócratas. 

Permítame presentarle a Vivian Román, la mujer que puede definir la próxima elección presidencial en Estados Unidos.

 

Vivian tiene 35 años y atiende un comercio aquí en Kissimmee, en el centro de Florida, es portorriqueña y demócrata: un cóctel potencialmente decisivo en la próxima contienda entre Barack Obama y Mitt Romney.

 

Usted sabe, no todos los estados tienen la misma importancia en las elecciones presidenciales estadounidenses. Algunos son clave para el triunfo, y entre ellos el más grande y valioso de los «swing-state» (estado cambiante) es éste de Florida.

 

Y aquí, ciertamente, latinos como Vivian podrían determinar quién ganará en el estado y, por ende, quién será el próximo presidente.

 

Y si bien para los republicanos ganar este voto hispano de Florida solía ser tan fácil como robarle el dulce a un niño, las cosas cambiaron, y mucho, para desgracia de Romney y otros candidatos del partido que lo antecedieron y lo sucederán.

 

En el medio de Florida, y con Orlando como epicentro, se incuba hace años una transformación demográfica que promete un reajuste político en un estado donde la relación de fuerza todavía es tan pareja, que cualquier mudanza, aunque pequeña, puede romper el equilibrio.

 

No pocos, de hecho, predicen un día, quizás no muy lejano, que Florida podría dejar de ser territorio en disputa y convertirse en un bastión demócrata al estilo de California.

 

«La población de Florida cambió mucho en los últimos años y los latinos son protagonistas del cambio. En 2000, eran el 17%, hoy son el 23%«, dijo a Télam el profesor Casey Klofstad, especialista en todos los matices de la realidad latina en el estado.

 

«Básicamente, hay más latinos en total y más latinos que se están afiliando (políticamente), y esto último podría tener enorme importancia en esta elección y las futuras«, agregó Klofstad, del Departamento de Ciencias Políticas en la Universidad de Miami.

 

Hasta no hace mucho, el voto latino de Florida era sinónimo del voto cubano-estadounidense, casi absolutamente republicano, mayoritario entre los hispanos y concentrado en el sur del estado, sobre todo en Miami.

 

Los Reagan, los Bush y los Romney no tenían más que venir aquí de visita y partir con las arcas llenas de esta porción atípica del voto latino. Atípica porque a nivel nacional, fuera de Florida, los hispanos suelen votar por los demócratas en una proporción de 7 a 3.

 

Pero ahora, los candidatos enfrentan en el estado un electorado más diverso y entre los hispanos, una polarización diametral entre los cubano-estadounidenses, por un lado, yportorriqueño-estadounidense demócrata de reciente llegada y de más rápido crecimiento que cualquier otro grupo de latinos floridanos.

 

«Esta afluencia de portorriqueños es el otro gran cambio. Y ellos viven mayoritariamente en el centro del estado, en el corredor central I-4, justo la zona que un candidato necesita ganar para ganar Florida» y donde residen 400.000 de los 900.000 boricuas del estado, incluyendo 300.000 votantes afiliados, dijo Klofstad.

 

Vivian es un ejemplo claro de esta fuerte inclinación boricua hacia el partido del presidente Obama, pese a la renqueante marcha de la economía y a varias promesas incumplidas por el mandatario.

 

«Obama se merece una segunda oportunidad. El ha hecho mucho, y si no ha logrado todo lo que se propuso es porque el Congreso es del partido contrario y es el que se resiste» a adoptar sus planes, dijo Vivian parada detrás del mostrador de su kiosco en una esquina de la avenida Broadway, arteria central de la pequeña y prolija Kissimmee.

 

«No lo culpo por lo que prometió y no cumplió. Nosotros estamos acá y desde acá opinamos y decimos. Pero `nadie sabe lo que hay en la olla, solamente el que la menea`. La Casa Blanca viene con problemas desde atrás que él heredó y con Romney sería volver al cero desde el cual llegamos a estos problemas», agregó, muy segura.

 

Los republicanos conocen la importancia de la transformación. Tammy Celeste, subjefa de la oficina de campaña de Romney en Kissimmee, unos 40 kilómetros al sur de Orlando, dijo que su equipo está muy focalizado en los hispanos.

 

«Tenemos un gran esfuerzo en marcha (para captar el voto latino), decenas de voluntarios yendo de puerta en puerta, haciendo llamadas, mandando e-mails y convocando a charlas», dijo Celeste a Télam, al tiempo que calificó de «excelente la recepción» de los hispanos.

 

Algo similar dice Art Otero, vicealcalde de Kissimmee y candidato a la Legislatura estatal de Florida por el Partido Republicano, quien reconoce la importancia del voto latino y cree que no todo está perdido para Romney respecto de los hispanos.

 

«Creo que el mensaje de Romney a los hispanos es positivo. Los hispanos fueron muy afectados por la crisis y él nos va a ayudar a salir de este problema financiero, va a ayudar a la clase media y tiene un buen plan», agregó.

 

Las cuentas, sin embargo, por ahora no cierran.

 

De los 11,2 millones de personas con derecho a voto en Florida, el 41% está registrado como demócrata y el 36% como republicano, según cifras oficiales de la División Elecciones del Departamento de Estado de Florida.

 

La brecha se achicó un 1,5% desde 2008, pero los republicanos están perdiendo, y mal, la carrera entre los hispanos, que es justo el bloque demográfico de mayor crecimiento.

 

Desde 2008 hasta agosto pasado, último mes del que se cuenta con datos, el partido de Romney afilió a unos 18.000 latinos, mientras que los demócratas sumaron casi 78.000, siete veces más.

 

El cambió se reveló ya de manera explosiva en las últimas presidenciales de 2008, sobre todo en el condado de Osceola, donde quedan Kissimmee y Orlando y donde la población creció en 436.000 personas de 2000 a 2010, más de la mitad de las cuales son de origen hispano o afroamericano, dos bloques fuertemente demócratas.

 

En cada elección presidencial desde 1996 en adelante, el condado se definió por una diferencia nunca mayor a 6.000 votos.

 

En 2008, sin embargo, Obama derrotó a John McCain en Osceola por una pasmosa diferencia de 85.000 votos.

 

Nadie tiene la bola de cristal que le permita saber quién ganará Florida en las elecciones del próximo martes 6 en Estados Unidos. Pero, con estos números de crecimiento de la población y de la afiliación de los hispanos al Partido Demócrata, no son pocos los que piensan que Florida no será un «swing-state» (estado cambiante) para siempre.

 

«Si los latinos continúan convirtiéndose en una porción cada vez mayor del electorado de Florida, eso dará una ventaja a los demócratas cada vez más difícil, quizás imposible, de revertir», dijo el profesor Klofstad.

Chicago, su cuna política, aguarda con ansiedad a Obama

 

Chicago, la cuna política de Barack Obama, aguarda con ansiedad las elecciones de mañana  y la llegada del mandatario demócrata, que esperará allí los resultados y dará su discurso poselectoral desde un centro de convenciones en el que seguramente no cabrá ni un alfiler.

En un día mayormente soleado pero frío, los comicios son el tema de conversación obligado en cada bar, donde las pantallas de televisión emiten incesantemente los actos finales de campaña de Obama y su rival republicano, Mitt Romney, quienes queman los últimos cartuchos de una carrera que sigue pareja hasta el final.

 La ansiedad se palpa en la voz de Paul W. McCormick, un jubilado que, al igual que Obama, fue también trabajador comunitario aquí en Chicago, aunque en barrios de población puertorriqueña, y que hace una pausa en una esquina para descansar, apoyado en un bastón, y se ofrece amablemente a contestar preguntas.

 Está peleado, lo sé. Pero estoy seguro que ganará Obama. Tiene que ganar. Romney será otro Bush. No podemos soportar esa vuelta al pasado. El único futuro es Obama», dijo McCormick a Télam en un español más que respetable, aprendido en sus días de juventud como asistente social.

 Fuera de los bares, restaurantes y otros lugares de reunión, las calles de la imponente ciudad del viento no muestran los grandes carteles de publicidad política con los rostros de los candidatos que se acostumbran ver en Buenos Aires y otras localidades argentinas en épocas electorales.

Pero la TV no da respiro.

 Mark Best, un ex asesor de finanzas ya retirado, observa la pantalla de la cadena CNN con el último sondeo a nivel nacional: 47% para Obama y 47% para Romney.

 «No confío en Romney. Años atrás, yo era republicano y creía en muchas de las posiciones de los republicanos. Pero desde la última recesión que sufrimos, cuando vi el estallido de esa burbuja inmobiliaria, me di cuenta de los perjuicios de la noción de la desregulación y el libre mercado a cualquier precio», dijo Best.

 «Creo que esa situación puede repetirse mucho más fácilmente con otra administración republicana que con una demócrata. Romney para mí es un típico ejemplo de alguien que cuadra en ese modelo de alto riesgo, alta ganancia, y no lo veo como alguien que vaya a crear empleos, sino todo lo contrario, agregó.

 Sin embargo, incluso acá, en su ciudad, Obama sabe que no sólo el país sino el mundo se encuentra dividido sobre su legado, con una gestión  revolucionaria en función de las circunstancias y resistencias que afrontó, pero quizá mediocre respecto de las ilusiones que generó.

 Lejos, los principales éxitos de Obama fueron puertas adentro, tanto en el plano económico, donde tuvo que lidiar con la peor recesión nacional desde 1929 y el mayor descalabro financiero global desde la Segunda Guerra Mundial, como en el plano social, donde se plasmaron sus medidas más extraordinarias.

 En la escena internacional, el progresismo cedió al pragmatismo, y sus planes de mejorar la imagen de su país y los lazos con el islam, cerrar Guantánamo, terminar con el unilateralismo de George W. Bush, acabar con la guerra de Irak, encauzar la de Afganistán y evitar escaladas militares no tuvieron los mejores resultados.

 

Obama llegó al Salón Oval cuatro meses después de la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, que desató un tsunami en los mercados financieros internacionales y una recesión que, para su asunción, en enero de 2009, ya había dejado un tendal de 4,4 millones de empleos perdidos en Estados Unidos.

 

Otros 4,3 millones de trabajo se esfumaron en su primer año de gobierno, y la catástrofe obligó a Obama a adoptar audaces medidas sin las cuales la situación sería hoy mucho peor.

 

Pese a la furibunda oposición republicana, el mandatario lanzó un millonario plan de estímulo que creó 5,5 millones de empleos hasta la fecha, y luego reforzó las regulaciones financieras para evitar los excesos de codicia, de crédito desenfrenado e inversiones de alto riesgo que habían sido la génesis misma de la debacle.

 

Junto al salvataje estatal de una industria automotriz al borde de la quiebra, el paquete de inversión pública y rebaja de impuestos terminó con la recesión, y hoy el país crece al 2% anual, el desempleo cayó del 10% en 2009 al 7,9% en la actualidad y el comercio exterior evoluciona al unísono con esta coyuntura.

 

Pero es en materia de políticas sociales donde la figura de Obama se agiganta y adquiere un aura de reformador sin precedentes.

 

Enfrentado otra vez al automático obstruccionismo republicano, Obama extendió la cobertura médica a todos los estadounidenses,  devolviendo a más de 30 millones de personas sin seguro médico su derecho más que básico a enfermar y sanar sin tener que empeñar todo su dinero y posesiones para costear tratamientos impagables.

 

La promoción de dos mujeres a la Corte Suprema, entre ellas la primera hispana en llegar al máximo tribunal, la eliminación de las trabas para los homosexuales en el Ejército, el aval para una mayor financiación estatal a la investigación con células madre y su apoyo al matrimonio igualitario también hablan por sí solos.

 

Las desavenencias en el Congreso le impidieron cumplir su promesa de una reforma migratoria para regularizar a los indocumentados, pero les garantizó el derecho a la educación, dio cobertura médica a nueve millones de hispanos y frenó las deportaciones de sin papeles de entre 16 y 30 años llegados de niños al país.

 

Su lema de campaña también cambió: ya no es el «cambio», sino «adelante», en alusión al probable retroceso a la era de George W. Bush que podría significar la elección de Romney.

 

 

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