Preocupante: crecen las denuncias de violencia de género en Misiones

Las últimas estadísticas revelan que se registraron 6.600 denuncias por violencia familiar y la perspectiva es que seguirán en aumento. Hubo 115 casos de femicidio

Spaciuk consideró que el femicidio debe ser tipificado en el Código Civil.

Spaciuk consideró que el femicidio debe ser tipificado en el Código Civil.

La violencia de género y el femicidio son dos flagelos que generan preocupación por su virulenta dispersión en la sociedad. No distingue clases sociales ni educación. Hay tanto temor que se pretende declarar la emergencia nacional por la violencia doméstica y buscan incorporar al Código Penal la figura de femicidio, con penas concretas que sean severas.

 

 

Misiones es una de las provincias con mayor cantidad de casos y en femicidio ocupa el triste quinto lugar en el país. En los últimos años, según los datos del Observatorio de Derechos Humanos y el programa de Promoción de la Equidad de Género Flora Tristán, los casos denunciados fueron en aumento. 

 

 

Gisela Spaciuk, vicedecana de la facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones e integrante del observatorio, indicó que “en Misiones las denuncias por situaciones de violencia han crecido significativamente, año tras año, en los últimos cinco años”.

 

 

“Uno puede pensar que esto en realidad es un buen indicador porque no es que hayan aumentado los casos sino que todo el silenciamiento que había sobre estas situaciones empieza a hacerse público y las víctimas encuentran la posibilidad de canalizar a través de una institución, esta posibilidad de decir lo que está pasando”, consideró.

 

 

Los casos denunciados en comisarías, que constan en el Observatorio son alarmantes. En 2008 se registraron cerca de 2.600 casos de violencia familiar. En el 2009 ascendió a 4.300, en el 2010 a 6.600. Los datos  de 2011 todavía no están terminados

En cuanto al femicidio, el año pasado hubo 115 casos, que podrían ser muchos más, ya que hay muertes que se registran de otro modo y ocultan la violencia previa.  “De hecho el femicidio, si bien está siendo instalado por los medios, todavía no existe tipificado como tal en el código civil. Quienes estamos peleando por estas cuestiones y militando en este movimiento esperamos que en la próxima reforma al Código Civil argentino se pueda incorporar”, precisa Spaciuk.

 

“Todavía en nuestro modelo de justicia, en nuestras legislaciones es un atenuante la emoción violenta para un asesinato. Estamos peleando para que se pueda tipificar para que también las penas se endurezcan. De todos modos, más allá de que endurezcamos las penas, de que vayamos modificando las legislaciones, nuestro país y nuestra provincia han avanzado como nunca en instalar legislaciones realmente progresistas desde la mirada de los derechos humanos en estas cosas. Pero el problema no se agota con eso, porque más allá de las legislaciones e inclusive de la inversión en presupuestos públicos, de la creación de espacios institucionales, en atender estas cosas, va a ser siempre inversamente proporcional si no empezamos a mirar qué nos pasa en nuestros modos de vivir, de relacionarnos”, analizó la especialista.

 

 

¿Cuál es el problema en Misiones que hay tanta violencia y tantos casos de muerte?

 

Nuestra provincia tiene una historia de mestizaje étnico y varias culturas como la alemana, ucraniana, polaca y otras que vienen de tener modelos de familia, de entender la relación varón-mujer, muy arraigados con la mirada tradicional que fundamenta que las mujeres tenemos que estar en la casa y que los varones están para el espacio público. Esto en principio no está ni bien ni mal si uno lo mira así, esto fue un modelo social, una idea de la cultura que todos aprendimos pero que en algún momento se empezó a ver que esto iba en contra de las posibilidades de las mujeres y de las propias familias, y de la sociedad, de tener principios más democráticos, que todos puedan proyectarse hacia el futuro, más allá de estas tareas de la crianza. Eso está muy arraigado en Misiones, de entender que el otro tiene que hacer determinadas cosas y si no hace eso, no encaja. Tiene que ver con el poder, por como se entiende la autoridad y el poder, mal entendido, porque pareciera que a costa de todo uno tiene que hacer que el otro haga y diga lo que yo quiero.

 

 

¿Una cultura machista?

 

Es la cultura que se conoce como patriarcal o machista y si bien hemos avanzado mucho gracias a los movimientos de mujeres y otros de derechos humanos, de empezar a pelear la inserción de la mujer en otros ámbitos, todavía hay una gran deuda con el ejercicio concreto y real estos derechos, sobre todo para los sectores populares o más pobres.

 

¿Cuánto influyen los medios de comunicación?

 

Los medios de comunicación tienen un lugar muy importante, porque son constructores de opinión pública, de la naturalización del orden o de la posibilidad de que podamos empezar a pensar que la cosas pueden ser de otra manera. En eso, los medios, pero también las instituciones educativas, también la universidad, contribuimos a reproducir estos viejos esquemas en donde hay una escala de valores que no tiene al sujeto como centro, sino que pone al dinero, a la compra de cosas, va vaciando de un sentido más humano, como la cosificación de la mujer.

Basta con mirar el programa de Marcelo Tinelli para darse cuenta cuál es el papel que le toca a las mujeres, el modelo estético tanto para mujeres como hombres, son cuestiones que los niños desde muy pequeños van mamando y eso se traduce después en modos particulares de pensar, de decir, de prácticas sociales, de relación.

Es llamativo, cómo la violencia aparece en el noviazgo, desde muy pequeños, igual que el temprano inicio de las relaciones sexuales sin la responsabilidad que ellos requieren.

 

 

¿Cómo se revierte esto?

 

El eje está puesto como nunca antes en los procesos educativos. Cuando pensamos en ello no estamos pensando solo en la escuela, sino también en cómo acompañamos a esa instancia tan importante que son las propias familias, que tenemos que poder -como adultos- entender lo que sucede, quizás sin juzgar a nuestros jóvenes.

Entender que ellos están mamando estas cosas y que somos nosotros responsables de poder compartir con ellos otros diálogos para que vean qué es lo que está sucediendo. Y en esto también es responsabilidad del Estado acompañar a las familias de los distintos sectores sociales y de algunos en particular para que el crecimiento  de sus hijos sea cargado de valores.

En esto es importante lo que está pasando en Argentina pero también en nuestra provincia, que justamente estamos en pleno momento donde el ministerio de Educación, a través de un equipo en el que yo también estoy participando como parte de la universidad, estamos discutiendo la instrumentación de la ley de abordaje de la educación sexual en las escuelas.

 

Que no es solamente enseñar cómo tener relaciones sexuales…

 

Exactamente. La ley está pensada de modo mucho más  profundo, porque justamente lo que intenta es reinstalar en el debate, en la reflexión, en los contenidos, en las prácticas educativas, que nuestros niños y nuestro jóvenes vuelvan a formarse con valores de respeto a la persona humana, con valores de pareja.

Que se vuelva a revalorizar la familia, contemplando las nuevas configuraciones familiares desde el respeto, desde la decisión libre y responsable del armado de familia, de tener hijos y eso es lo que busca la ley de abordaje de la educación sexual. No solo pensar en los aspectos reproductivos o a cuidarse para no embarazarse o contraer una enfermedad de transmisión sexual, sino cómo trabajamos todos para que los jóvenes vuelvan a tomar decisiones responsables respecto de la conformación de pareja, del respeto, de la tolerancia. En definitiva, de la posibilidad de mayor democratización de las familias.

 

¿Las inversiones del Estado no alcanzan si no se cambian estos conceptos…?

 

Si no se cambian estos conceptos es difícil. Creo que como nunca, el Estado argentino y nuestra provincia que ha adherido a las leyes nacionales, están haciendo esfuerzos desde el espacio público para problematizar estos temas como cuestión de agenda. Pero cada uno de nosotros como integrantes de una sociedad tenemos que poder entender que somos responsables y que algo tenemos que ver con el tema.

Cuando una mujer denuncia todavía cuesta creerle, todavía está ese imaginario colectivo inclusive en las propias mujeres que “algo habrá hecho”, “se lo merece”, o “hay que aguantar porque la familia es lo primero, porque están los hijos”. Entonces lo primero es poder escuchar y creerle a la persona que se anima a denunciar. Y cuando decimos denuncia no solo nos referimos a la que se realiza en los estrados judiciales sino cuando las mujeres se animan a romper el silencio. En eso, todos tenemos que poder acompañar y hacer de red de contención para el resto del proceso que es judicial y de exclusión de hogar. No abandonar a esa mujer y a esos niños que están requiriendo que todos nos involucremos.

 

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