Brasil: energía a cambio de días de libertad

Un innovador programa en una cárcel del estado de Minas Gerais les ofrece a los reclusos días de reducción de sus penas a cambio de que generen electricidad en bicicletas estáticas. 

La idea del juez brasileño José Henrique Mallmann nació cuando buscaba en internet formas de generar energía limpia y vio que un gimnasio de Estados Unidos funciona con el ejercicio de sus propios socios. Eso, pensó, podría cambiar la cárcel de Minas Gerais bajo su jurisdicción.

El proyecto de Mallmann se implementó hace tres meses en el presidio de Santa Rita do Sapucaí: seis reclusos fueron elegidos para pedalear de día dos bicicletas fijas que cargan baterías, para iluminar una plaza de noche.

Así, hombres condenados por delitos como tráfico de drogas, hurto o tentativa de homicidio pueden reducir sus penas de prisión un día cada 16 horas pedaleadas a cambio de un beneficio para la sociedad, según el juez.

El proyecto pronto sumará ocho bicicletas y abarcará a 30 presos en una cárcel de 130, elegidos por su conducta, aptitud física y voluntad de participar.

Ideas como esa y otra que reduce las penas de presos por leer libros buscan responder de modo innovador en Brasil al reto de tener una de las mayores poblaciones carcelarias del mundo, que además va en aumento.

«Se precisa repensar el sistema penitenciario, porque sabemos que el nivel de reincidencia es muy grande», dijo Mallmann a BBC Mundo. «El modo como la pena se cumple hoy en Brasil no da la respuesta necesaria».

En las cárceles brasileñas hay 514.582 reclusos, unos 200.000 más que la capacidad máxima, según el Centro Internacional para Estudios de Prisión (ICPS por sus siglas en inglés).

La cifra ha crecido sin parar desde 1992 (cuando los presos de Brasil eran 114.377), lo que de acuerdo a ICPS ha convertido al país en el cuarto con más reclusos, detrás de Estados Unidos, China y Rusia.

Las penitenciarías brasileñas han sido criticadas por las Naciones Unidas debido a sus condiciones actuales y diversos especialistas advierten que hoy son más escuelas de criminalidad que centros de rehabilitación.

Aunque una ley en Brasil permite a los presos acortar sus sentencias a cambio de realizar estudios o trabajos, Mallmann dijo que menos de 20% de la población carcelaria del país tiene efectivamente esa posibilidad.

Sin embargo, las autoridades parecen ensayar alternativas novedosas al tiempo ocioso de los reclusos.

El gobierno brasileño publicó el 22 de junio una medida conjunta con la justicia federal que institucionaliza la rebaja de penas por lectura de libros en las cuatro cárceles federales del país, con reclusos de alta peligrosidad.

«La lectura, así como el estudio o el trabajo, es una forma de rehabilitación», afirmó Arcelino Vieira Damasceno, director del Departamento Penitenciario Nacional (Depen) brasileño a BBC Mundo.

Pero esta iniciativa también tiene sus críticos.

 

El proyecto de «remisión por la lectura» establece que los presos podrán descontar hasta 48 días de sus sentencias cada año por la lectura de un máximo de 12 obras literarias, filosóficas, clásicas o científicas.

Luego de leer un libro en un plazo máximo de 30 días, el recluso debe realizar una reseña del mismo que será evaluada por un juez que podrá descontarle cuatro días por cada volumen.

Las bibliotecas de las prisiones federales de Brasil tienen una variedad de libros donados o adquiridos, títulos como «El guardián entre el centeno» de J.D. Salinger, «El arte de la felicidad» del Dalai Lama o «Harry Potter y el prisionero de Azkaban» de J.K Rowling.

En la experiencia ya participaron este año 216 presos de las penitenciarías de máxima seguridad de Catanduvas (estado de Paraná) y Campo Grande (Mato Grosso del Sur).

El proyecto surgió en 2009 en Catanduvas, también por iniciativa de un juez que decidía qué reclusos podían participar.

Pero la medida adoptada en junio habilitó teóricamente a sumarse al programa a los cerca de 400 presos en las cárceles federales brasileñas, que guardan a los criminales más conocidos del país.

 

Damasceno sostuvo que la iniciativa podría extenderse a las prisiones de Brasil administradas por los gobiernos estatales.

«Con el éxito del proyecto tengo la impresión de que muchos van a querer implementar esto también», dijo.

El funcionario respondió a posibles críticas por el hecho de que los presos más peligrosos reduzcan sus penas tan sólo por leer un libro y señaló que sus sentencias a veces son superiores a 100 años.

«Difícilmente van a conseguir anularla sólo con la lectura», dijo.

Pero la medida ha sido criticada por abogados que advierten que la nueva forma de remisión de penas debería haberse consagrado por ley.

«¿Por qué la lectura en sí puede remitir la pena? No me parece un criterio adecuado», afirmó Pedro Abramovay, exsecretario nacional de Justicia del gobierno federal, en diálogo con BBC Mundo.

Abramovay dijo que el acceso a libros es un derecho de cualquier preso, pero es diferente al estudio que realizan mediante una «lectura calificada» con criterios del ministerio de Educación, como contempla la ley.

«Tenemos una superpoblación carcelaria que de hecho no tiene actividades que permitan la resocialización y después se reclama que las cárceles son una formación de criminales», sostuvo.

«Hay que tener una visión diferente», agregó. «En algunos casos se puede remitir la pena con el estudio o el trabajo y en otros tiene que verse como un derecho del preso la lectura, la cultura o el placer».

 

 

 

 

LA REGION

NACIONALES

INTERNACIONALES

ULTIMAS NOTICIAS

Newsletter

Columnas