Una investigación hace centro en el accionar militar en Malvinas

El objetivo estratégico de `ocupar para negociar´ las islas fue un absurdo», afirma Pablo Camogli, autor del libro «Batallas de Malvinas», que  ofrece una visión del conflicto centrada en el accionar de las Fuerzas Armadas.

 

 

El objetivo estratégico de `ocupar para negociar´ las islas fue un absurdo», afirma Pablo Camogli, autor del libro «Batallas de Malvinas», que  ofrece una visión del conflicto centrada en el accionar de las Fuerzas Armadas.

 

Desde el punto de vista militar, apunta Camogli desde Misiones, en diálogo con Télam, «los errores se multiplicaron, no hubo capacidad de modificar la estrategia inicial de ocupar para negociar y el plan general de hacer una guerra de trincheras -algo casi de la Primera Guerra Mundial- no podía funcionar».

 

La negación del conflicto de las Malvinas después de la derrota militar «impidió ver que era previo a la dictadura e incluso ha sobrevivido a ella; los genocidas están siendo juzgados y el tema de la recuperación de las islas sigue instalado en la sociedad», asegura el profesor de Historia de la Universidad de Cuyo.

 

«Y creo que hay que analizarlo desde esa óptica -sostiene-. La mirada macro debe ser el conflicto de Malvinas y allí sí meter lo contextual, que es la dictadura militar».

 

En la introducción del libro el autor relata la historia de las islas desde mediados del siglo XV, cuando Europa comenzó su expansión colonial y los factores geográficos determinantes «que permiten sostener la soberanía nacional sobre el archipiélago».

 

También las acciones diplomáticas realizadas por Argentina, que como bien subraya Camogli, fueron las que permitieron «que nunca prescribiera el conflicto».

 

El capítulo «La Operación Rosario» esclarece el escenario previo al 2 de abril y la reacción inglesa anterior a la fecha fijada para la ocupación. «Hacer una movilización de tropas requiere un trabajo hecho con antelación; me parecía importante ver esos meses previos a abril para entender que las piezas se estaban moviendo con anterioridad».

 

La explicación de la derrota, explica Camogli, «está dada en el cambio de preparación de las Fuerzas Armadas a partir de la década del 60 con la incorporación de la Doctrina de la Seguridad Nacional. El enemigo deja de ser el enemigo externo para ser un enemigo interno, y la preparación y la industria -como los aviones Pucará desarrollados con el objetivo de combatir la guerrilla en Tucuman- se adapta a la represión interna».

 

«Allí está el fracaso de las Fuerzas Armadas como institución y de la clase política cómplice de esa transformación, que en vez de defender la soberanía nacional, se convirtieron en represoras de la sociedad», asevera el ensayista.

En el plano político internacional, escribe, «la principal falla consistió en no haber legitimado previamente la utilización de la fuerza».

 

Antes de la ocupación, «los militares no buscaban apoyos externos, y cuando se produce, piden ayuda en países comunistas como Cuba o la Unión Soviética porque el mundo occidental los había dejado solos», recalca acerca de la «incongruencia ideológica» de los mandos militares que en un primer momento pensaron que Estados Unidos iba a mantener una actitud neutral.

 

Entre otros hechos emblemáticos del conflicto, el autor menciona la rendición de Alfredo Astiz y los «lagartos», «soldados con preparación especial que se rindieron sin tirar un tiro cuando  constituían las tropas mejor preparadas. Dijeron después que el objetivo no era resistir sino ocupar, esa fue la justificación».

 

«Es muy vergonzoso lo de Astiz, un hecho claro de traición a la patria que le podría haber valido el fusilamiento, pero luego se modificó el código militar», reseña el autor.

 

Otro de los hechos criticados por Camogli es la estrategia de defensa de Puerto Argentino: «Muy estática, y demostró la falta de capacidad de la conducción militar de readaptarse a los cambios que producía el enemigo».

 

También destacó en el libro -reeditado por Aguilar- que la actitud represiva contra la población argentina se contrapone con un cuidado extremo hacia los kelpers. «Sus casas las pudieron haber ocupado las tropas argentinas, para comer, bañarse, dormir cómodos y no tener que pasar tres meses a la intemperie», describe.

 

Los militares no estaban preparados para la guerra -resume-, casi a fin de mayo, se formó una especie de centro de operaciones conjuntas, antes cada fuerza operaba con independencia una de las otras».

 

En cambio desde el mismo 2 de abril «los ingleses tuvieron un gabinete de guerra, conducido por la primer ministro, Margaret Thatcher, donde se reunía todo el poder político y el militar».

 

«Hay una mirada de Malvinas desde el continente siempre y pocas veces aparece en el relato que lo trascendental ocurrió en las islas. Pero se ha empezado a cambiar esa imagen, hay un mayor reconocimiento de los veteranos de guerra en cuanto a la labor desarrollada y también en terminos económicos, lo que comprende pensiones, atención médica, beneficios sociales», analiza.

 

«Las conclusiones del libro, creo, son bastante lapidarias, en cuanto a la notable incapacidad de la conducción estratégica militar aunque se destacan -a nivel táctico- algunos hombres que cumplieron con su misión, registrados porque tampoco es cuestión de ocultar esa acción por el hecho de ser militares», opina.

 

La sociedad argentina se está abriendo al tema Malvinas, «que por mucho tiempo estuvo cerrado, no nos animábamos a profundizar, no habíamos problematizado los hechos de la guerra», plantea.

 

«Y creo que esto tiene que ver con el rol mucho más activo que ha tomado el Estado con el tema de Malvinas, entre otros, y la reactivación del reclamo por la soberanía de las islas», subraya.

 

«Se abren otras vías desde la integración regional, buscando apoyos en foros internacionales y cuando -además de los argentinos- hay un contexto internacional que dice que las Malvinas son argentinas y que ambos países deben sentarse en la mesa de negociaciones», señala Camogli.

 

El conocimiento es lo único que va a conducir, según el autor, «a resolver en algún momento la situación colonial, y al reconocimiento pleno de los miles de jóvenes conscriptos, de entre dieciocho y diecinueve años, que combatieron con valor en la guerra».

 

«En una parte del libro digo que hay que dejar de llamarlos los chicos de la guerra -una forma de menospreciarlos- y decir que fueron hombres de la guerra, jóvenes sin preparación militar que sin embargo lucharon contra un enemigo extremadamente superior».

 

«Del análisis se desprende que para Gran Bretaña y los estrategas ingleses, todo fue mucho más complicado que lo que preveían y eso  es mérito de esos jóvenes», pondera.

 

Camogli dice que hay «una necesidad como sociedad de adentrarnos en lo que ocurrió en el campo de batalla. Se puede seguir repudiando a los militares y sin embargo estudiar y conocer qué es lo que pasó en aquel invierno de 1982. Sino el riesgo que corremos es que el manto de neblinas -nombrado en una canción-  sea una forma de ocultar lo que pasó en la guerra.

 

 

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