Bernardo Neumann: «La pintura de Zygmunt Kowalski se puede definir como testimonial e impresionista»

Neumann observó creaciones de Kowalski basadas en el paisaje misionero.

Neumann observó creaciones de Kowalski basadas en el paisaje misionero.

El artista plástico Bernardo Neumann ofrece su mirada experta sobre la prolífica obra de Kowalski. Escrito  presentado en el marco del ciclo homenajes a Zygmunt Kowalski realizado por el Centro del Conocimiento en el año 2009.

 

 

A

l observar sus creaciones basadas en la realidad de la inmensidad del paisaje misionero, que ya no existe como antaño, Don Zygmunt, con una precisión, como pocos, nos hace sentir esa atmósfera húmeda de lo que parecía un inconmensurable e indestructible bosque nativo. Así se instalaba acompañado de su caballete y materiales imprescindibles, conviviendo con la naturaleza durante fructíferas jornadas que quedaron plasmadas en cuadros de singular belleza.

Detenernos frente a un cuadro del maestro es sumergirnos en la verde y húmeda oscuridad de la selva misionera, donde la luz juega con el follaje tiñendo de mil tonos todo lo que habita en ella. Atentos aguardamos a cada instante la aparición de algún animal salvaje, tal es la sensación que nos transmite. O la placentera quietud frente a un manso arroyo que entre piedras ronronea, mientras unos metros más adelante la bruma pone un toque especial, que nos indica la hora sin que las manecillas de un reloj lo señalen; tanto es capaz de mostrar sobre una superficie plana cubierta de colores armoniosos y limpios, esparcidos con trazos rápidos y seguros con el pincel empastado y, a veces, ayudado por la espátula para poder captar la luz de un determinado momento del día.

 

En un trabajo de 40 minutos este artista es capaz de ofrecernos un boceto terminado y se sucederán otros y otros, y unos tantos más, porque Zygmunt es incansable, es un observador de la naturaleza y respetuoso de ella, considera a cada árbol “un personaje”, así también lo trata, dibuja con el pincel con una maestría admirable.

 

 

Memorables son también sus cuadros luminosos, donde las flores de Tung con su singular belleza poblaban los frondosos árboles despoblados de hojas; debajo de ellos, las típicas viviendas de los colonos se levantaban y el piso tapizado de blancos con matices rosados de flores que no se transformarán jamás en la oleosa fruta.

 

Pero este artista no solamente es capaz de transportarnos en el tiempo dentro del paisaje misionero, sus pinceles y su entrenada vista fueron capaces de captar y transmitirnos las sensaciones que sentimos cuando visitamos los dorados paisajes de la precordillera en otoño, o la belleza de las tierras donde descansa eternamente Gaugin (Tahití).

 

En repetidas ocasiones las visitó Don Zygmunt, y nos trajo sus coloridos cuadros, con personajes típicos representados muy acertadamente: un bagaje de experiencias que relata con sencillez y seguridad fundada, lo vivido. Del mismo modo compartió con los amantes del arte sus obras captadas en su Polonia natal. Pero nunca vimos una obra suya donde retrate los horrores de la guerra porque de niño y durante su estancia en Alemania  también soportó el bombardeo de los aliados y que él lo describe como “pictórico”.

 

Compone con facilidad y precisión, casi intuitivamente, porque su formación académica es escasa, pero mucha la práctica y el don que le regaló Dios para poder reflejar en sus obras la belleza tan particular de cuanto paisaje lo tuvo como huésped.

 

 

 

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