Carta del Obispo de Posadas, Monseñor Juan Rubén Martínez para este domingo

Los textos bíblicos de este tercer domingo de Adviento nos llaman a animarnos y a no perder la esperanza. La figura de San Juan Bautista, desde su austeridad profética, nos exhorta a convertirnos. Él es el profeta de “la verdad”, no dudó en denunciar a Herodes y en dar la vida por lo que creía. 

Solo “volviendo a Dios” podremos celebrar bien la navidad, cuando nos disponemos a construir desde “roca” y no desde arena, o desde las mentiras. Cuando con humildad somos capaces de revisarnos y evaluar como estamos construyendo, nos encaminamos a realizar “un examen de conciencia” y nos introducimos en el camino de reconciliación que nos permite como el hijo pródigo volver a la casa del Padre.

Desde la verdad cada uno debe realizar un examen de conciencia, una mirada sobre la propia realidad: “La verdad nos lleva a encontrarnos con nuestros límites y pecados”. Pero esta evaluación debe ser personal y comunitaria, por eso “Navega mar adentro” nos dice: “Una conversión es incompleta si falta la conciencia de las exigencias de la vida cotidiana y no se pone esfuerzo de llevarlas a cabo. Esto implica una formación permanente de los cristianos en virtud de su propia vocación, para que puedan adherir a este estilo de vida y emprender intensamente sus compromisos en el mundo, desarrollando las actitudes propias de ciudadanos responsables” (96).

En una carta al Pueblo de Dios escrita por los Obispos argentinos sobre “La Doctrina Social de la Iglesia, una luz para reconstruir la Nación”, del mes de noviembre del año 2005, reflexionábamos sobre la verdad como un principio fundamental y decíamos: “La verdad es un valor fundamental que desde siempre la humanidad busca ansiosa. Tiene una dimensión objetiva que fundamenta la actividad del hombre, posibilita el diálogo, fundamenta la sociedad e ilumina sobre la moralidad de los comportamientos de los ciudadanos y de los grupos sociales: verdad de la naturaleza del hombre, de la vida, de la familia, de la sociedad. Verdad, también de los hechos acaecidos… La verdad es en consecuencia, también un valor fundamental en la Doctrina Social de la Iglesia. Al respecto ella nos dice: “Los hombres tienen una especial obligación de tender hacia la verdad, respetarla y atestiguarla responsablemente. Nuestro tiempo requiere una intensa actividad educativa y un compromiso correspondiente por parte de todos para que la búsqueda de la verdad sea promovida en todos los ámbitos y prevalezca por encima de cualquier intento de relativizar sus exigencias o de ofenderla” (27-28).

Sabemos que nuestro tiempo no se presenta fácil. “La Verdad” no es habitualmente un principio constitutivo en las diversas construcciones sociales, políticas y económicas en nuestra cultura. La crisis de la civilización y de valores está en gran parte causada por haber construido muchas veces desde la corrupción y la mentira. Lamentablemente estas formas de construcción social no solo se dan en la dirigencia social que desde ya tiene mayor responsabilidad, sino se han popularizado llegando a veces a considerar como normal un fin bueno para justificar el uso de cualquier medio para alcanzarlo. Es bastante habitual que a la hora de pesar opciones, personas o actitudes no se considere suficientemente algunos principios como la justicia y la verdad en nuestras decisiones y juicios.

También en dicha carta advertíamos que la verdad no debe llevar a fundamentalismos: “Si el cristiano prescindiese de la comprensión de la Verdad que le da la Palabra de Dios, podría caer en múltiples errores, e incluso adoptar actitudes fundamentalistas. Así aconteció en tiempos pasados cuando difundió la máxima “el error no da derecho”, olvidando que los derechos son de las personas, incluso de los que están en el error. El Evangelio manda morir por la verdad, no matar por ella… Sin embargo, la tentación del fundamentalismo siempre asecha y no sólo al hombre religioso. La historia civil de los pueblos, incluso europeos, está plagada de ejemplos de intransigencia a muerte entre sectores opuestos…” (29). Los sistemas autoritarios y las dictaduras habitualmente son fundamentalistas.

Como todo profeta San Juan Bautista está ligado íntimamente a la verdad. No hay un auténtico “volver a Dios”, para celebrar bien la Navidad, si nuestro examen de conciencia no es veraz.

¡Les envío un saludo cercano y hasta el próximo domingo! Mons. Juan Rubén Martínez

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