«Algunos candidatos que publican ululantes desafíos a debates, no han sido vistos recorriendo las rutas misioneras»

Lo dijo el subsecretario de Prensa del Gobierno provincial, Jorge Varela. ¿Sirve a los misioneros un debate con candidatos que raras veces se aventuran más allá del arroyo Zaimán? O le es más útil a los ciudadanos ver personalmente a los candidatos llegar a sus pueblos, conocer cómo viven, qué tienen y qué les falta, para recién luego decir lo que harán? De qué pueden debatir quienes no llegan a contactarse con la inmensa mayoría de misioneros?, se preguntó. 

En los días recientes, florecieron como hongos los desafíos de algunos candidatos a debates en los medios, como un tardío intento de obtener rédito mediático a partir de pretender transmitir en directo una discusión entre candidatos.

Nadie puede dudar de la importancia que tienen los medios de comunicación en la política contemporánea. La comunicación política tiene, en los medios, un canal para llegar con un mensaje a una buena cantidad de ciudadanos, aunque lo decisivo de su influencia es una materia en la que aún debaten sociólogos y politólogos.

Pero si hay algo que, al menos en política, los medios no podrán reemplazar es –precisamente- el contacto directo con la gente, el poder hablar y escuchar, sin intermediaciones, a los vecinos, a los ciudadanos, a la gente común que vive en las grandes ciudades y en los pueblos más alejados. Estrechar la mano franca de miles de misioneros es un deber ineludible de quien pretenda recibir el voto de la mayoría de los ciudadanos. Eso implica que los medios no alcanzan. Hace falta militancia directa, contacto vivo del candidato con el pueblo.

Vivimos una campaña atípica, en la que «algunos candidatos que publican ululantes desafíos a debates, no han sido vistos recorriendo las rutas misioneras, visitando grandes ciudades y pequeños pueblos, apretando manos, contando sus ideas y sus sueños directamente al pueblo. Son, por el contrario, aspirantes ausentes, que sólo confían en la repercusión mediática de sus altisonantes desafíos. Quieren ser candidatos mediáticos.

Los datos mensurables lo demuestran. Algunos no recorrieron ni un tercio del territorio provincial, y no superan el 20 por ciento de conocimiento en la opinión pública. Confiando exageradamente en sus actitudes mediáticas, deliberadamente quieren evitarse el ABC de la política, que es la militancia cara a cara. Se quieren colgar de un debate que les evite el fatigoso trabajo de contarles sus propuestas a los vecinos, por ejemplo, de San Antonio, de Caá-Yarí, de Colonia Polana, o de Santa María. Quieren que una tapa o una nota por teléfono reemplacen la vivencia del conocimiento directo y personal de la realidad de los pueblos que forman parte de Misiones.

¿Sirve a los misioneros un debate con candidatos que raras veces se aventuran más allá del arroyo Zaimán? O le es más útil a los ciudadanos ver personalmente a los candidatos llegar a sus pueblos, conocer cómo viven, qué tienen y qué les falta, para recién luego decir lo que harán? De qué pueden debatir quienes no llegan a contactarse con la inmensa mayoría de misioneros? Seguramente de consignas prefabricadas, de prejuicios, de teorizaciones, de recetas dictadas por el desconocimiento de la realidad.

Estaría bueno que, con la misma pompa con la que llaman a pretenciosos debates, esos candidatos intensifiquen sus visitas a los pueblos y ciudades, se animen a salir del microcentro de Posadas y no teman dialogar con el pueblo, porque el misionero es respetuoso, y de ese contacto sincero, sabiendo lo que se hizo y se hace, y lo que aún falta por hacer, recién podrán tener un conocimiento válido y fundado para elaborar diagnósticos y propuestas.

En mis tiempos, eso se llamaba militancia y, aunque soy periodista, estoy convencido de que los medios no podrán reemplazarla. También deberían entenderlo los candidatos que buscan la comodidad de un titular, antes que recorrer la tierra que aspiran a gobernar.

 

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