Seguridad – Primera Parte

El nuevo siglo ha comenzado llevando a cuestas dos grandes problemas, agravados en las últimas décadas: la pérdida del principio de solidaridad y el quiebre del marco de seguridad. Sus efectos, padecidos en constante aumento, son la disgregación social, el maltrato, la agresión y la delincuencia.

Por MARIO ALFARO

Analista en Seguridad Marítima

Politólogo

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Es decir: la desorganización de la comunidad bajo el peso combinado de la corrupción y la violencia.

Hay muchos ejemplos continentales y mundiales de este fenómeno perverso, pero nos basta con la percepción generalizada en nuestro país del riesgo que corremos, como nación constituida, si no encaramos su solución con urgencia.

La seguridad es parte esencial de la conformación comunitaria, en cuya presencia se genera y evoluciona. Su ausencia, por el contrario, es causa y efecto del retraso social, y sus secuelas traumáticas para el sentido de la vida en conjunto.

En una situación positiva, cuando la seguridad existe y se perfecciona, integrando equilibradamente el desenvolvimiento legítimo de la sociedad, que va construyendo los elementos de su orden jurídico, la comunidad se eleva a nivel de “polis”, o ciudad gobernada por la política de bien común, más allá del interés particular y sectorial.

La seguridad deviene de un principio de derecho natural: la defensa de la vida. Luego, el derecho positivo la enmarca con su normativa. Y finalmente las instituciones la preservan con su acción.

Esto caracteriza o debería caracterizar, el funcionamiento del estado y su responsabilidad para ejercer el poder y conducir a las organizaciones encargadas de velar por la comunidad.

La seguridad representa una función indelegable del estado, que desaparece de hecho allí donde éste no lo garantiza. Lo que a su vez, exige la participación de todos los ciudadanos para reconstruir la seguridad efectiva y la sensación de seguridad, o clima de tranquilidad imprescindible para el bienestar y la realización de la existencia.

Sin seguridad, la vida, en vez de proyectarse hacia sus fines más elevados en el orden de la creación, se vuelve contra sí misma: por la desconfianza, el egoísmo y la lucha contra el semejante. 

 

“La civilización política es la Libertad….La libertad no es otra cosa que la Seguridad, la seguridad de la vida, de la persona, de la fortuna y la propiedad personal. Ser libre y ser parte de una verdadera civilización política es estar seguro de nos ser atacado en su persona, en su vida y en sus bienes por ninguna circunstancia….la primera y última palabra de la civilización es la seguridad individual”

 

                                                                                  JUAN BAUTISTA ALBERDI

 

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