Ensalzan la figura del doctor Ramón Madariaga, a 100 años de su paso a la eternidad

Escena del sepelio del doctor Madariaga, el 18 de abril de 1911en el Cementerio La Piedad.

Escena del sepelio del doctor Madariaga, el 18 de abril de 1911en el Cementerio La Piedad.

Ayer 17 de abril se celebró el centésimo aniversario del paso a la eternidad del doctor Juan Ramón Madariaga. La logia Roque Pérez, de la cual fue miembro realizó una breve semblanza de quien en vida fuera, a más de un insigne ciudadano y filántropo de la sociedad posadeña, un destacado miembro también de ese grupo social en Posadas.

El doctor Juan Ramón Madariaga, ciudadano ilustre, hombre de pensamiento libre, honrado, filántropo, médico notable por su competencia profesional y dedicación al servicio de la gente, especialmente de los más débiles.


Nació en la ciudad de Plenpzia, provincia de Vizcaya, España, el 27 de diciembre de 1857. Estudió medicina en la Universidad San Carlos de Madrid, de la que egresó como médico cirujano en el año 1882. Arribó a la Argentina entre esta fecha y 1887. En esos tiempos gobernaban el país los hombres de la generación del 80, quienes se hallaban empeñados en consolidar la república, poblando y organizando el país en su extenso territorio. La prioridad eran la educación y la salud, por lo que maestros y
médicos eran bienvenidos.


Juan Ramón Madariaga llegó a Misiones como médico de la Gobernación del territorio nacional. Participó activamente en la creación del Hospital de Caridad, lo que se logró mediante un aporte del gobierno gestionado por doña Leonor Paunero de Lanusse,
esposa del entonces gobernador. Como director del Hospital desarrolló su actividad sin  descanso, luchando con la falta de recursos, precariedad de medios y carencias propias de la época. Era una lucha desigual superada solamente por la dedicación, el sacrificio y
la capacidad profesional. Los anales también registran que además se desempeñó como director del Sanatorio Alto Paraná.


Sus inquietudes culturales iban más allá de sus obligaciones profesionales como médico. Se daba tiempo para ello, por lo que se incorporó a la hoy también centenaria Logia Roque Pérez, en la que tuvo una proficua y rica actuación, pues en los postulados
de la Institución convergían plenamente sus ideales y principios.

 

Así, se destacó como un masón activo, partidario de la enseñanza laica, del libre pensamiento, de la democracia y la república, llegando a presidir la Logia Roque Pérez como Venerable Maestro en el año 1901. Su vida personal se caracterizaba por la participación  permanente como verdadero filántropo.

No poseía bienes materiales más que los necesarios para vivir austera y dignamente. Falleció pocos meses antes de cumplir 54 años dejando la rica herencia de su vida ejemplar, el perfume de las buenas obras, que fue sentidamente valorada por el
pueblo de Posadas que lo acompañó en masa a su última morada, y hoy, a cien años de  su muerte lo sigue recordando con afecto y respeto.


En los archivos históricos de la Logia Roque Pérez, compartido en su consulta por la Facultad de Humanidades y Cs. Sociales de la UNaM, se atesoran los vestigios y documentos de la época que fundan esta breve semblanza. Vívidos aún, están allí entre
otros recuerdos recetas de su puño y letra de medicamentos que fueron comprados de su peculio y el de los miembros de la Logia y destinados a indigentes que no podían hacerlo.

 

Se destaca también el original del edicto de remate de sus bienes vendidos a pocos días de su muerte, entre otros, su casa que había adquirido en cuotas y hasta el carruaje junto al manso tordillo que lo tiraba, además de los escasos muebles, libros de medicina y algún instrumental médico.

 

También la institución es fiel depositaria de la que fue su biblioteca de madera y vidrio y la colección enciclopédica en la cual su preclara mente tantas veces se solazara.


Hombres como el doctor Juan Ramón Madariaga son los que han construido nuestro país y enriquecido su Historia. La trayectoria terrena de seres excepcionales como él son en el espejo donde nuestra moderna sociedad debiera reflejarse, para formar mejores ciudadanos, siguiendo esos caracteres que alumbraron su vida: la virtud, el honor y la caridad.

 

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