Un martirio de 50 días

Finalmente, la Mesa Directiva de la Convención Provincial del radicalismo convalidó la sentencia de muerte del Pacto de Iporá, que en realidad fue decidida por Ramón Puerta, cansado de las contradicciones de sus deseados socios. El yerbatero hará la suya, y buscará directamente su elección como senador por la minoría en octubre, blanqueando su desinterés por la Gobernación de Misiones.

El mayor costo de este “pactus interruptus” lo pagará, previsiblemente, la UCR. Luego de 50 días, en los que sus referentes escondieron la boina blanca, arriaron la bandera, sacrificaron el sello y acallaron la marcha, hoy se encuentran con el guiso de liebre, sin liebre. La caldeada reunión de su conducción partidaria así lo demostró, lo mismo que las opiniones que rápidamente comenzaron a circular por las redes sociales. “Y ahora, Pastori de qué se disfraza?”, fue la pregunta inicial.

El altísimo costo que significó para Pastori su declaración de que “con Puerta nos une la transparencia y la lucha contra la corrupción”, lo empezó a pagar en el mismo momento en que se cayó esta construcción tan artificial, como inconducente a los fines de juntar votos. Voces airadas, opuestas desde el comienzo al “Pacto de Iporá”, reclamaron la renuncia del presidente del partido, Germán Bordón, por inepto para conducir el proceso electoral, y haber generado el terrible desgaste que fue para la UCR la búsqueda del maridaje con el puertismo residual de los `90.

Igual cuestionamiento recibió el candidato a Gobernador, Luis Pastori, a quien se le recriminó haber entregado, lisa y llanamente, las posibilidades de un buen desempeño electoral de la UCR, al someterse a la voracidad del puertismo para aumentar su caudal electoral. Pastori no ignora que, al igual que el reactor de Fukushima, la sola proximidad con Puerta genera irritación en quienes permanecieron en ese partido tras el éxodo renovador, o efectos políticos letales. Los más críticos, en estas horas, reclaman la renuncia también de Pastori a la candidatura a Gobernador, y destacan la conducta del candidato a Vicegobernador, Rodrigo de Paula, cuya legitimidad fue desconocida olímpicamente por su compañero de fórmula, dispuesto a sacrificar a su Vice para cerrar de cualquier modo con el yerbatero apostoleño. En esta hora de prueba, dicen, lo único que puede recuperar la alicaída moral del radicalismo es una candidatura que no sea cuestionada, y que haya permanecido leal al partido cuando el resto de los dirigentes ofrecían complacientes el escudo y la boina blanca, en bandeja de plata, al festín del puertismo. La figura de Rodrigo de Paula, víctima silenciosa del “Pacto de Iporá”, se yergue entonces como una figura expectante ante la debacle interna por el frente nonato.

Qué sucederá, finalmente, puertas adentro de la Casa Radical, es una incógnita. Lo cierto es que pasaron 50 días en los que el radicalismo sufrió un martirio innecesario, un desgaste perfectamente evitable, y un papelón mediático irreversible, cuando su candidato beatificó en las aguas de la transparencia al ex gobernador Puerta, como “prueba de amor” para armar el frente.

Perón, en uno de sus dichos memorables, sostenía que “se vuelve de cualquier cosa, menos del ridículo”. Esas palabras deben sonar en estas horas, como una letanía, en los oídos del devaluado presidente de la UCR, Bordón; y del despreciado (por Puerta) candidato a Gobernador, Pastori. De nada sirvió pagar el costo político de reivindicarlo en los medios, porque en Iporá, el amor no paga.

 

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