El Mercosur cumple 20 años con logros y cuentas pendientes

Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay celebrarán el sábado el Tratado de Asunción sin resolver sus asimetrías ni el ingreso de Venezuela. Aunque no se discute el éxito comercial, su peso mundial podría ser mayor.

(Informe Infobae) El Tratado de Asunción fue suscrito el 26 de marzo de 1991 por los entonces presidentes Carlos Menem (Argentina), Fernando Collor de Melo (Brasil), Andrés Rodríguez (Paraguay) y Luis Alberto Lacalle (Uruguay). Cuatro perfiles de políticos con ideas muy distintas a las que reinan hoy en América Latina.

 

Se propusieron crear una «unión aduanera perfecta», lo que aún está pendiente. El modelo que estaba en la mente de sus impulsores era el de la Comunidad Económica Europea.

 

Las principales necesidades eran: competir con países de Europa del Este en la atracción de inversiones productivas y reunir masa crítica negociadora para encarar la decisión estadounidense de tener una fuerte presencia comercial en América del Sur. El entonces presidente de los Estados Unidos, George Bush padre, había anunciado su intención de impulsar una zona de libre comercio de Canadá a Tierra del Fuego.

 

Estos primeros 20 años del Mercosur no fueron fáciles en razón de las distintas inestabilidades políticas y económicas sufridas por los países miembros. Varios obstáculos se presentaron en el camino de la integración.

 

 

Años buenos y malos

 

Las relaciones comerciales dentro del Mercosur alcanzaron su auge en el período 1994-1998. Su principal característica consistía en políticas cambiarias que priorizaban la estabilización de precios a costa de una muy fuerte pérdida de competitividad con el resto de los países. Es la etapa de la ley de convertibilidad en la Argentina, el plan real de Brasil y el atraso cambiario de Uruguay.

 

Se multiplicaron los intercambios comerciales entre los países del Mercosur, a tal punto que más del 50% de las exportaciones de Uruguay en 1998 tenían ese destino. En enero de 1999, Brasil devaluó y desnudó las inadecuadas políticas cambiarias de la Argentina y Uruguay. Esto generó dificultades para el proceso de integración, por las ventajas que obtenía Brasil.

 

Luego vinieron las crisis de la Argentina en 2001 y de Uruguay en 2002, provocadas, entre otras causas, por las mismas políticas cambiarias. Lógicamente estos derrumbes también afectaron el proceso de integración del Mercosur, porque los Gobiernos se concentraron más en solucionar sus graves problemas internos.

 

En estos años, el bloque perdió su brillo. Las exportaciones intrarregionales cayeron al 9% desde un punto máximo, nunca recuperado, del 25% en 1998, según datos de la consultora argentina Abeceb.com.

 

Según los analistas, el más beneficiado desde el punto de vista comercial fue Brasil.

 

El año pasado, las exportaciones de este país hacia sus socios del Mercosur sumaron unos 2 mil millones de dólares, mientras que las importaciones llegaron a cerca de 15 mil millones, lo que en ambos casos supone que han aumentado unas veinte veces desde la fundación del bloque.

 

Para Alberto Couriel, senador uruguayo y economista, «se reitera una polémica sobre las ventajas y desventajas de este proceso de integración. Siguen los reclamos de Paraguay y Uruguay contra los socios mayoritarios, Brasil y Argentina, los que, a su vez, reviven sus diferencias y trabas comerciales».

 

No obstante, así como el comercio es el sector en el cual los beneficios son más palpables, también ha sido el área que más conflictos ha provocado a Brasil en la relación con sus vecinos.

 

Hoy, el gigante sudamericano discute con la Argentina una serie de barreras que ha impuesto el Gobierno de Cristina Kirchner, que afectan exportaciones brasileñas de electrodomésticos, textiles y calzados, entre otros productos.

 

Brasilia tiene otro frente abierto con Paraguay, desde que Fernando Lugo asumió la presidencia y ratificó sus reclamos en relación con el Tratado que rige la hidroeléctrica de Itaipú.

 

El Gobierno de Argentina hizo del Mercosur uno de los ejes de su política exterior. Busca mantener la iniciativa en el bloque junto con Brasil, su mayor socio comercial y comprador del 20% de sus exportaciones.

 

Otro tema pendiente desde 2006 es el ingreso de Venezuela como socio pleno. Ya fue ratificado por los congresos de Argentina, Brasil (con dos años de retraso y mucha polémica) y Uruguay.

 

El parlamento paraguayo, dominado por la oposición de centro derecha, se niega sistemáticamente a dar su consentimiento a ese ingreso a pesar de los beneficios energéticos que podría acarrear un comercio más fluido con el país que posee las mayores reservas petroleras del mundo, más allá de la imprevisibilidad política de Hugo Chávez.

 

El líder caribeño, que en su momento criticó lo que consideraba un «viejo» Mercosur, ha exhibido en repetidas ocasiones su apuesta por otras adhesiones regionales como la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), iniciativa que impulsa, o la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur).

 

El especialista argentino en temas comerciales, Félix Peña, es más optimista. «En el plano comercial, el Mercosur es exitoso. Los resultados no son pocos. Conviene ahora capitalizar experiencias y activos acumulados. El stock de preferencias comerciales y las redes de intereses cruzados no son un dato a subestimar. El sector automotor es sólo un ejemplo», afirmó. Justamente, en este rubro se acordó un régimen de comercio administrado y se limaron asperezas entre los dos grandes fabricantes de vehículos, Brasil y la Argentina. La escala industrial conseguida benefició a todos.

 

De los autos fabricados en la Argentina, el 60% es exportado, con Brasil como principal destino (90% de los envíos). Esto favoreció la instalación en las cercanías de Buenos Aires de plantas de empresas como General Motors y Toyota y más inversiones de las ya presentes Volkswagen, Renault, Peugeot y Fiat.

 

 

Otro mundo, otro Mercosur

 

En los últimos dos años, han aparecido diversos indicadores de un resurgimiento del Mercosur. Se lograron avances importantes, como la aprobación de un código aduanero común, y se resolvió el problema del doble arancel externo.

 

En 1990 las exportaciones intrarregionales en el bloque significaban el 9% del total de las de sus países integrantes, mientras que en 2008 alcanzaron el 15 por ciento. Pero más significativo resulta que las exportaciones de bienes industrializados, en el mismo período, pasaron del 20,1% al 39,8 por ciento. Y más importante aún es que dentro de esos bienes industrializados, los de media tecnología pasaron del 27,4% al 51,5%, y los de alta tecnología, de 25,8% al 41,8%.

 

Hacia el exterior, de a poco el Mercosur hizo valer su peso como bloque único. Se sellaron acuerdos de libre comercio, principalmente con sus vecinos andinos y, en tierras lejanas, con Israel y Egipto. Pero el gran desafío, la asociación política y comercial con la Unión Europea, sigue estando en la columna del «debe».

 

El acuerdo con Europa, el principal destino de las exportaciones de los sudamericanos, se negocia desde 1999, pero las conversaciones están estancadas desde hace un año por la insistencia de la UE por dar prioridad al logro de resultados en la Ronda de Doha de la Organización Mundial del Comercio.

 

El logro de un gran convenio comercial seguro ayudaría a revertir ese clima de hastío latente en los miembros menores y la sensación de estancamiento que se respira en los pasillos de cada cumbre regional.

 

La visión de los países más chicos del bloque es diferente. «La anomia es la principal característica del Mercosur de hoy, sustentado en la decisión de sus socios de preservar un vínculo a pesar de políticas cambiantes y seguir recorriendo un camino que se hace al andar», sentenció Sergio Abreu, senador y ex canciller de Uruguay entre 1993 y 1995 en una columna del diario El País de Montevideo.

 

Hoy el mundo es completamente distinto al de 1991. Todos los países tienen diversas opciones para insertarse en la competencia económica global. El foco de atención no está sólo en Washington o algunas capitales europeas. Hay un desplazamiento relativo del poder hacia naciones asiáticas en el comercio mundial y en las inversiones internacionales. Así se abre un escenario de fuertes oportunidades, pero también de desafíos para los países del Mercosur.

 

América del Sur vende alimentos y materias primas a China y la India especialmente. La soja -Argentina y Brasil juntos son el segundo exportador mundial y Paraguay, el cuarto- cambió el perfil exportador de la región. Tiene, además, recursos clave de sobra como agua, petróleo, gas y minerales, codiciados por esas dos potencias. De allí, que el comercio entre los países del Mercosur esté en una meseta del 15,7% contra el pico de 25% de 1998.

 

El gran desafío para el Mercosur es lograr la complementariedad productiva. Esta no se obtiene con el libre juego del mercado, en el cual predominan las grandes empresas transnacionales, con sus casas matrices en los países desarrollados. Brasil se está sumando a este pelotón con corporaciones locales que ganan cada vez más espacio en la escena corporativa internacional. Por ello, ahora es indispensable que en las negociaciones políticas tengan activa participación los empresarios nacionales de cada país.

 

Y, por último, para consolidarse como bloque, hace falta coordinar políticas macroeconómicas que terminan incidiendo sobre el comercio. «Es lo más difícil y lo más postergado. Cada Gobierno quiere hacer su política con incentivos y beneficios nacionales y estaduales, y que nadie incida en sus decisiones», afirmó Mauricio Claverí, experto en comercio exterior de Abeceb.com

 

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