El estrés, el peor enemigo al volver de vacaciones

Las vacaciones no alcanzan y aterrizar en la rutina no es tarea sencilla. La necesidad de conectarse en forma inmediata con tareas pendientes en la casa o la oficina pueden generar situaciones de estrés en el regreso.

Ocurre que, cada vez con más frecuencia, las obligaciones laborales o la falta de presupuesto obligan a acortar los tiempos de descanso de los turistas. Expresiones del estilo «Acabo de volver y ya me siento agotado» inundan los pasillos de la oficina, las charlas de ascensor, las mesas de café y las sesiones de terapia.

La clave, según sugieren psicólogos  es respetar el tiempo de adaptación que transcurre entre la etapa de relax -asociada a las vacaciones- y las tareas cotidianas que empiezan a pelear un lugar en la agenda apenas se guardan las valijas.

«Lo ideal es retomar las actividades lenta y progresivamente. Tomarse el tiempo para organizarse, conciliar nuevos intereses, proyectos y propuestas (dieta, gimnasia, cursos) y tratar de no sobrecargarse demasiado», indicó a este medio Laura Orsi, psicoanalista y miembro titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

La sensación de que resulta difícil adaptarse al ritmo y a los horarios habituales no es ajena al proceso. «Suele haber irritabilidad, ansiedad, desgano, tristeza, trastornos del sueño y somatizaciones de todo tipo», señaló. Justamente por eso, añadió la especialista, es fundamental «no enchufarse y querer todo ya» a las pocas horas de haber regresado.

Para Liliana Novaro, médica psicoanalista y psiquiatra, el estrés posvacacional aparece cuando la persona no logra articular el mecanismo que le permite pasar de un momento a otro. «La adaptación natural implica tomarse el tiempo necesario para hacer el pasaje entre las vacaciones y la rutina cotidiana, es decir, estar satisfecho por lo vivido durante el descanso, poder darlo por terminado hasta las próximas vacaciones y sentir entusiasmo por los proyectos a desarrollar».

«Si las personas no se dan ese tiempo y llenan la agenda muestran esa dificultad de vivir paso a paso cada una de las cosas de la vida. Podríamos preguntarnos qué se esconde detrás de ese apresuramiento», reflexionó.

El psiconalista Harry Campos Cervera advirtió, además, que tampoco faltan los casos de personas que experimentan sentimientos de culpa o temor de que se descubra que son prescindibles en sus trabajos por el sólo hecho de no estar por unas semanas: «Esto no sólo convierte en conflictivo al retorno, sino que además alimenta la necesidad de desarrollar una hiperactividad para reparar su ausencia».

 Ocio creativo. Lejos de los efectos negativos asociados al regreso, la vuelta de la playa o las montañas, el desembarco en la oficina puede representar, si se lo sabe aprovechar, un buen momento para generar cambios de hábitos y costumbres.

«Ese tiempo puede servir para renovarse, disfrutar y lograr cambiar de hábitos y actitudes. En este ocio creativo suelen aparecer intereses nuevos que no se deben perder, así como la capacidad de juego y de cultivar una relación más distendida con los afectos y la sexualidad. Hay que evitar entrar en la vorágine propia del año desde el comienzo», recomendó Orsi.

En este sentido, Novaro insistió en utilizar estos momentos para reflexionar sobre la calidad de los vínculos que se mantienen a diario y considerarlos como fuente de energía positiva.

Cada persona debe encontrar su ritmo y modalidad de desconexión y conexión con las actividades.

Algunos saldrán del trabajo para comenzar las vacaciones y regresarán de ellas inmediatamente a las actividades habituales, mientras que otros requerirán de un intervalo mayor que medie entre ambas actividades.

Consejos para no estresarse

 

  • Respetar los tiempos de adaptación
  • Fortalecer el estado de relax o de «slowdown»
  • Apelar por una relación más distendida con la pareja, los hijos y los amigos
  • Fomentar cambios de hábitos y costumbres
  • Trazar las metas del año en forma progresiva
  • No ocupar con demasiadas actividades la agenda
  • Evitar regresar la noche anterior a retomar las obligaciones laborales

 

 

El ABC del estrés

Jorge López Rosetti, médico cardiólogo y presidente de la Sociedad de Medicina del Estrés (Sames), indicó a lanacion.com que la persona cae en el estrés cuando las cargas o presiones a las que está sometida normalmente superan su capacidad de resistencia, algo que se traduce en «una activación mental y física que genera alteraciones neurológicas y hormonales en el organismo».

Si bien la sintomatología resulta extensamente variada, porque depende de cada individuo en particular, existen indicios que deben ser intepretados como señales de alarma que el cuerpo envía para informar que algo no funciona correctamente.

El nerviosismo, la ansiedad, las alteraciones del sueño, el cansancio, las alteraciones digestivas, las palpitaciones, los cambios en la piel, la caída de cabello, la elevación de colesterol y la hipertensión arterial, forman parte de los rasgos más comunes de este problema.

El estrés por sí mismo representa un condicionante desencadenante de enfermedades, que puede curarse si media el tratamiento adecuado. Principalmente, es necesario saber que algo sucede, en lugar de considerar los síntomas como algo habitual, y determinar cuál es la circunstancia que lleva a padecer el estrés. Una vez identificado el problema, el abanico de opciones es amplio.

Lo importante será adaptarse a esa circunstancia que genera estrés, ya sea modificándola o enfrentándola para lograr el equilibrio buscado. (La Nación)

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