Carta del Obispo de Posadas Monseñor Juan Rubén Martínez

“El lunes 21 de junio viviremos un acontecimiento singular en nuestra Diócesis. Celebraremos la Asamblea Diocesana en la Parroquia San Alberto de Posadas, donde estarán presentes nuestros sacerdotes, diáconos, consagrados, seminaristas y el laicado representando a las parroquias, escuelas, comisiones, asociaciones, movimientos… de las comunidades y sectores de toda la Diócesis.

La Asamblea Diocesana es un momento de “comunión y participación”, ligado al camino que venimos profundizando desde hace varios años sobre la eclesiología de comunión y la pastoral orgánica en nuestra Diócesis. No es algo novedoso, es sencillamente seguir buscando caminos para aplicar el Concilio Vaticano II, especialmente la eclesiología expresada en dos documentos del Concilio: Lumen Gentium y Gaudium et Spes, que han señalado orientaciones teológicas y pastorales que estamos tratando de asumir. Todos recordamos que en este camino fuimos trabajando y preparando nuestro Primer Sínodo Diocesano durante varios años. Para el mismo se buscó la temática con más de 3.000 consultas que realizó la comisión pre sinodal, y se realizó la elección de los cinco temas, que una vez elegidos fueron trabajados por 700 grupos pre sinodales, alrededor de 7.000 agentes de pastoral, aportando para la realización del Sínodo.

 

En el 2007 después de nuestras seis sesiones salió como fruto del Sínodo y de la incorporación del Documento de Aparecida, nuestras “Orientaciones pastorales”. Dicho texto es el que nos acompaña durante este tiempo. Posteriormente al Sínodo, en la Asamblea del 2008 hemos visto la necesidad de mejorar nuestra organicidad pastoral en las comunidades parroquiales o sectoriales, para recepcionar los temas sinodales. En esta Asamblea profundizaremos los aportes de las “Orientaciones pastorales”, sobre los temas de juventud, laicos y familia, para asumirlos como desafíos durante los próximos años.

 

La comunión es una clave de todo este proceso. El Señor nos enseña que no seremos creíbles si no buscamos amarnos los unos a los otros. La evangelización requiere de esta condición de la comunión. Es importante recordar que “Navega mar adentro”, el documento de la C.E.A. nos señalaba como desafío en este inicio del siglo XXI la necesidad de mayor comunión: “La consulta a las Iglesias particulares y comunidades cristianas nos advierte que, por momentos, se vive en el seno de nuestras comunidades una cierta incapacidad para trabajar unidos, que a veces se convierte en una verdadera disgregación. Por consiguiente, se pierden tiempo y esfuerzos en preocupaciones pequeñas que desgastan las relaciones entre los agentes pastorales y restan energías a la causa de la evangelización… En este sentido, necesitamos evaluar con sinceridad y transparencia nuestro modo de ser Iglesia. Es urgente reconocer y corregir todo lo que nos ha impedido y aún nos dificulta vivir el espíritu de comunión que propone el Evangelio, con sus notas de valoración recíproca, respeto de la diversidad, tolerancia, corrección fraterna, sinceridad y ayuda mutua” (N.M.A. 46).

 

Como Diócesis, vamos profundizando esta exigencia de la comunión, reclamada en cada Misa – eucaristía que celebramos. La pastoral orgánica desde una eclesiología de comunión es la primera orientación que tenemos a seguir en la acción evangelizadora que nos hemos propuesto. Sabemos que este objetivo es prácticamente imposible si previamente no se da un camino de conversión y una búsqueda de vivir la santidad.

 

Cada acontecimiento que vivimos como pueblo de Dios en nuestra Diócesis, como el Corpus celebrado hace pocos días y nuestra próxima Asamblea, son oportunidades para que nos dejemos interpelar por el texto del Evangelio de este domingo (Lc. 9,18-24). Como el Apóstol Pedro podemos renovar nuestra confesión de fe en Jesucristo: “Tu eres el Mesías de Dios”. Pero también las exigencias que tenemos si queremos ser realmente discípulos: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a si mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará” (Lc. 9,23-24). La propuesta de Jesucristo, el Señor, no elude al sufrimiento, se distancia del sensacionalismo mediático, de la religiosidad-show, de la superstición y el consumismo religioso. Para convertirnos a la comunión con Dios y con los hermanos, tendremos que morir a querer ser como dioses, para vivir el gozoso llamado a ser hijos e hijas de Dios. Este es el camino que queremos profundizar en nuestra Asamblea. Finalizo pidiendo por nuestra Patria en el día de la Bandera y por los papás en su día, por los que viven y por los que ya están con nuestro Padre Dios”.

 

¡Un saludo cercano y hasta el próximo domingo!                  Juan Rubén Martínez

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