«Nunca se sabrá cuantas personas fueron asesinadas en Misiones»

El senador Eduardo Enrique Torres, luego de cinco años de investigación sobre lo ocurrido en la dictadura, manifestó que en 1976 «trataron de cambiar el país, pero fue una decepción total». Hoy se escuchará a más testigos en la causa. Una herida que aún sigue abierta y un dolor que exige justicia, se transformaron en lágrimas al recordar a sus seres queridos brutalmente asesinados durante la dictadura militar.

Personas que aun no entienden el motivo ni la forma en que fueron asesinados familiares, dieron los testimonios más conmovedores de la segunda jornada de juicio oral y público por los delitos de lesa humanidad que se le imputan a los ex coroneles Carlos Humberto Caggiano Tedesco y Juan Antonio Beltrametti. Además del testimonio del senador Eduardo Enrique Torres, quien luego de cinco años de investigación publicó el libro «Cosecha de Injusticias». El ingeniero agrónomo manifestó que «en Misiones nunca se va a saber cuantas personas fueron asesinadas, porque muchas vinieron a ocultarse en la provincia y lo hacían con pseudónimos».

Torres publicó un libro sobre las luchas agrarias que se vivieron en Misiones basándose en el vida de Pedro Peczak. Para ello analizó las actas de los destacamentos policiales donde estuvo detenido el dirigente del Movimiento Agrario Misionero, además de múltiples testimonios.

«Son asombrosos los testimonios, con la frialdad con que manifestaban los ex integrantes del Ejército», dijo el senador.

Luego explicó que el «área 232 tenía un plan sistemático de represión sin tener en cuenta ningún tipo de leyes, ni límites para detener, torturar o matar a un inocente para lograr lo que ellos llamaban una cultura. El comportamiento de los militares en esa época era incomprensible», reflexionó Torres.

Desde el dolor

«Vengo a avisarle que la liquidaron», es la frase que nunca olvidará Irene Graciela Ferreira, de 55 años, hermana de una de las víctimas fatales de la dictadura. Fue la manera en que un hombre llegó a su casa el 17 de diciembre de 1976 alrededor de las 23 y le comunicó el fallecimiento de Susana Ferreyra.

La docente que llegó de Buenos Aires para declarar en el juicio que se le sigue a Beltrametti y Tedesco, recordó los engorrosos trámites que tuvo que realizar para retirar el cuerpo de su hermana. «Nos dejaron un papel para que los retiremos en Posadas», pero al llegar al lugar indicado aguardaron varias horas, durante las cuales «un hombre se nos acercó y comenzó a hacer preguntas de forma socarrona, me dijo su hermana anda con Peczak por el monte».

Luego fue llevada al fondo del edificio, «pensé que ahí estaba el cuerpo de Susana, que por fin lo iba a ver, que iba a reconocer el cuerpo de mi hermana y me lo iban a entregar. Pero había un grupo de hombres alrededor de una mesa que se miraban, como que no tenían decidido que hacer conmigo. Estaba asustada porque no me daba el cuerpo y no me dejaban ir».

Antes de retirar el cuerpo la joven sólo vio su cuello inflamado y que el cuerpo estaba desnudo, y presentaba mútiples quemaduras «como premeditadas, por el espacio que había entre ellas». «Era el cuerpo de una persona que fue terriblemente torturado», aseguró Ferreyra.

Así también con la voz quebrada, Ana María Peczak, hermana de Pedro quien murió por las torturas, recordó que luego de la detención «las personas nos empezaron a tener miedo, porque decían que eramos terroristas, todos nos rechazaban, no teníamos de qué vivir. Hasta la directora de la escuela rechazó a mis hijos porque tenía miedo que el hijo de Sobol lleve una granada».

Así también varios ex integrantes de las fuerzas, rompieron el silencio en la tercera jornada de debate. En primer lugar Faustino Araujo, ex policía, recordó el día que detuvieron a Pedro Peczak y cuando su jefe de apellido Molina le pidió lo fusilara.

Por su parte, el ex conscripto de Prefectura Naval, Carlos De Araujo, quien desempeñaba funciones en Santa Ana recordó que en ese lugar las personas eran torturadas y que tenían prohíbido acercarse al lugar donde estaban los detenidos.

Así también, Miriam Elizabeth Benítez, hija de un prefecturiano, recordó que su padre le contó las torturas a las que eran sometidos los detenidos en Santa Ana.

Ramón Del Valle Silvera coincidió con los dichos de los demás prefecturianos, de lo vivido en la casita de Santa Ana.

Por último, Tiburcio Agüero, quien era el operador de radio telecomunicaciones en la dependencia de Santa Ana, recordó que en ese lugar los detenidos estaban atados de pies y manos con esposas a las camas.

Explicó que varias noches «había visitas al cementerio» que se ubicada detrás del destacamento de Prefectura Naval en Santa Ana.

Así también explicó que él era el responsable de recibir los mensajes que llegaban de Buenos Aires en códigos. «Los días que a la tarde llegaban mensaje, a la noche teníamos visitas», recordó.

«Una madrugada escuché unos tiros, luego unos movimientos y ahí terminó el gemido que se escuchaba de la casita. Luego, nunca más ví a Peczak», dijo Agüero, quien días más tarde se enteró por los medios de la muerte del delegado de la Mam.

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